Bailando un irresistible bals entre los bosques más frondosos del país y la sal del mar Cantábrico, San Sebastián se erige como una de las ciudades más bellas de Europa.
San Sebastián - o Donostia, en euskera- es una ciudad con infinidad de encantos turísticos; pasear por la preciosa playa de La Concha, tomarse una foto en el emblemático Peine de los Vientos de Chillida o montar al funicular que sube hasta la cima del Monte Igeldo son algunas de las múltiples actividades que se pueden realizar en la zona.
Pero ¿por dónde empezar? Te sugerimos 6 imperdibles que debes descubrir si quieres conocer la ciudad a fondo.
1. Pasear por la playa de la Concha
Aparece en todas las postales, fotografías y cuadros de San Sebastián; y es que la Bahía de la Concha es su imagen por excelencia y una de las estampas más bonitas de la ciudad. Así mismo, y aunque San Sebastián tenga otras playas, la Bahía de La Concha es la más céntrica de la ciudad.
La playa parte del Ayuntamiento y llega hasta el Pico del Loro, en más de un kilómetro y medio de llanísima extensión de arena blanca y reflejos dorados.
A lo largo del paseo de la Concha se encuentran algunos elementos más populares de la ciudad: la barandilla de la Concha; sus coquetas farolas, que dan forma a los premios en el Festival de Cine de San Sebastián; la zona de “los relojes”; y la popular zona de La Perla.
El paseo alrededor de la bahía no termina ahí, sino que continúa rodeando el Monte Urgull por el Paseo Nuevo, hasta el final de la Playa de la Zurriola. Este recorrido constituye un espectacular paseo urbano de alrededor de 6 kilómetros, muy concurrido tanto por turistas como donostiarras.
2. Enamórate de su centro histórico
Una de las particularidades de la parte vieja de San Sebastián es que no alberga monumentos. Sin embargo, en prácticamente cada rincón podrás admirar la belleza de sus plazas, callejuelas y las espectaculares fachadas de sus edificios. Además, encontrarás numerosos bares y tascas para hacer altos en el camino y tomarte los característicos “pintxos” de la zona.
La parte vieja está flanqueada por la Bahía de la Concha y el río Urumea, y se encuentra a los pies del Monte Urgull. Sin duda alguna, se trata de una de las partes más visitadas de la ciudad y una zona ideal para callejear, patear y conocer a fondo el día a día de los donostiarras.
En el centro del barrio encontrarás la Plaza de la Constitución. Su edificio principal fue el Ayuntamiento de Donostia hasta finales de la década de los 40. Como curiosidad, en sus orígenes esta plaza era en una plaza de toros. De hecho, si prestas atención en sus vistosas fachadas, verás que cada balcón está numerado.
El centro histórico cuenta con numerosas propuestas de alojamiento pero, sin duda, una buena opción es decantarse por alguno de los coquetos y típicos alojamientos rurales, donde podrás descansar y gozar de todas las comodidades de un hotel, sin perder la oportunidad de sentirte como un auténtico donostiarra.
3. Alucina en cómo Chillida peina el mar cada día
Pocas veces tenemos la oportunidad de ver auténticas obras de arte incrustadas en la naturaleza como El Peine de los Vientos. Situado al final de la playa de Ondarreta, el Peine de los Vientos es una de las obras más conocidas de Eduardo Chillida. Este precioso conjunto escultórico está formado por terrazas de granito de color rosa y tres piezas de acero aferradas a las rocas que resisten a los continuos embates del mar.
Actualmente, es uno de los lugares más frecuentados tanto por turistas como donostiarras. En una ocasión, un jocoso Chillida afirmó que “el mar tiene que entrar en San Sebastián ya peinado”.
Y es que desde las plataformas, se puede contemplar el mar en todo su esplendor y, en días de temporal, cuando las olas embisten contra las figuras en forma de peines, el aire impulsado por las olas emite un sonido muy peculiar.
Algunos curiosos afirman que las figuras peinan la larga melena del salvaje mar cantábrico y que este se queja de los tirones. Sea como sea, la estampa, acompañada de sus particulares sonidos y el agua pulverizada, es simplemente preciosa.
4. Sube al funicular del Monte Igueldo y alucina con sus vistas
Todo son ventajas: este funicular sube hasta lo más alto del Monte Igueldo y, además, tiene un coste realmente económico (poco más de 3€, ida y vuelta). Sale cada cuarto de hora y abre todos los días, salvo los miércoles de invierno. Te permitirá acceder a algunas terrazas panorámicas con vistas inmejorables, desde donde vas a poder fotografías la Bahía de la Concha desde una perspectiva única.
Si hace sol y el día está despejado, las vistas desde el Monte Igueldo van a quedarse grabadas a fuego en tu retina para siempre.
Además, en lo alto del monte se encuentra un pequeño parque de atracciones donde, tanto pequeños como mayores, podréis disfrutar de distintas atracciones a vista de águila. También podrás contemplar un pequeño torreón que, como curiosidad, funcionó como faro durante varios lustros.
5. Saborea los mejores “pintxos” del País Vasco
Si quieres vivir la ciudad como un auténtico donostiarra no puedes dejar de experimentar la quinta esencia de la ciudad: sus “pintxos”. La parte vieja de la ciudad tiene infinidad de bares y, a cada esquina, encontrarás un nuevo local donde poder saborear este pequeño manjar.
Pero ¿cómo escoger en cuáles comer? Como dice el antiguo dicho: “donde fueres, haz lo que vieres”. Así pues, lo mejor es mirar si hay gente dentro y decantarse por barras abarrotadas y bien abarrotadas de estas pequeñas delicias gastronómicas. Por supuesto, no hay nada como acompañarlos con un buen “txikito”, pequeño vaso de vino típico, o un refrescante “zurito”, quinto de cerveza, como manda la tradición donostiarra.
6. Revive la Belle Époque en La Perla
Si caminas por San Sebastián observando fachadas, tendrás un déja vu con París y su belle époque. Pero, sin duda alguna, la máxima representación de este estilo lo encontramos en La Perla: en 1912 se fundó un precioso balneario en el corazón de La Concha y fue bautizado como “La Perla del Océano”.
La alta sociedad no tardó en frecuentarlo. Sin embargo, tras años de ser un centro de referencia cerró sus puertas y pasó a convertirse una preciosa ruina. Actualmente, La Perla vuelva a estar a la disposición de la ciudad y se ha convertido en uno de los mejores complejos de talasoterapia del Cantábrico.