Santa Margarida de Sacot, la ermita que se edificó en un volcán de La Garrotxa
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07.01.2022
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Las vírgenes (o sus tallas) pueden aparecer en los lugares más insospechados. La Virgen de la Cabeza en Andújar se le apareció a un pastor en el siglo XIII en el sitio en el que ahora se encuentra la basílica que lleva su nombre. O la Virgen del Espino, que desde el siglo XI se ha aparecido en diferentes puntos de la geografía española empezando en Soria y terminando en Chauchina, un pueblo de Granada a inicios del siglo XX. En todos los lugares por los que pasó hay construido un santuario en su honor.
Más contemporánea fue Nuestra Señora de los Dolores de Chandavila, que se presentó en un árbol de La Codosera en 1945 y fue descubierta por una mujer llamada Marcelina, que avisó a otras personas para que fuesen a comprobar la validez de la aparición mariana. Para ello, siguiendo las indicaciones de la virgen, caminó apoyándose en sus rodillas por un suelo de piedras y espinas: cuando se levantó, sus piernas estaban ilesas. De ahí que ahora haya una capilla y se celebre una romería el 27 de mayo.
Esas son las historias que explican la construcción de templos en nombre de un emblema del catolicismo o la religión que corresponda. Así, el que haya una ermita de Santa Margarida de Sacot en el cráter de un volcán en La Garrotxa tiene una explicación, al menos si se atiende a las loas (‘goigs’ en catalán) a la santa que se conservan: “Sois patrona y protectora/ de San Miguel de sa Cot /encuentro en ese gran hoyo / en el que sois habitadora, / y muy grande consoladora / de los que sois visitada”.
Según se dice, en el interior del cráter del volcán apareció una talla en alabastro de esta virgen y, como no podía ser de otra manera, se construyó una ermita en su honor. El edificio que se puede ver ahora, de estilo románico, no es el original. En teoría, ese se construyó en el siglo XII aunque la primera noticia histórica que se tiene es de 1403 cuando Bernat de Ça Terrada dejó en su testamento una cantidad para reformarlo.
Pero la tierra a veces es rebelde –en 2021 ha demostrado su fuerza en La Palma– y dos terremotos en 1426 y 1427 terminaron con él. Sin embargo, la virgen no se quedó sin su templo y a mediados del siglo XIX se erigió de nuevo. La talla de la inmaculada que se puede ver en la ermita es una réplica de la original, que está en el Museo Diocesano de Girona.
Tengan interés o no por la historia que rodea a la pequeña iglesia, los escépticos tienen que reconocer que una construcción en el cráter de un volcán no es una cosa que se vea todos los días. Además, el paso del tiempo ha hecho que el cráter sea una gran prado hondo en el que se puede hacer picnic, jugar a la pelota, sentarse a tomar el sol o llevar a cabo cualquier otra actividad propia del campo (siempre sin dañar el entorno y siguiendo las indicaciones del Parque Natural de la Zona Volcánica en el que se inscribe).
Cómo llegar a Santa Margarida de Sacot
Para visitar el volcán de Santa Margarida, que pertenece a Santa Pau y que también está cerca de la localidad de Olot, se puede dejar el coche en el aparcamiento que se encuentra en la carretera GI-524 (es de pago. Al entrar en él hay que pagar la tarifa en efectivo, no hay sistema de cobro con tarjeta). A partir de ahí, se inician los itinerarios 1 y 15 del Parque Natural. La cota más alta del volcán está a 766 metros de altitud y su cráter a 682 metros.
Se llega a él siguiendo un camino señalizado y bastante fácil de seguir, que dura una media hora. Hay una parte de subida que puede resultar un poco cansada, aunque está bien asfaltada. La de bajada es un poco más complicada por la orografía del terreno, pero tampoco presenta demasiada dificultad.
Las mejores épocas para visitar la zona son el otoño y la primavera, más que nada por las temperaturas, aunque si el clima es favorable no hay problema en ir en invierno o en verano. Es recomendable llevar ropa y calzado adecuados porque aunque no es una ruta complicada, caminar por el campo siempre lleva algún riesgo asociado, aunque sea mínimo.
Al tratarse de una zona volcánica, aunque la vegetación sea muy abundante, es posible ver rocas solidificadas de la lava de su última erupción, que fue hace más de diez mil años (sin contar con los movimientos sísmicos que hicieron mella en la ermita, por ejemplo).
La ruta puede finalizar en el cráter y volver al aparcamiento por el mismo camino o también se puede seguir con el itinerario 1, que también pasa por el volcán Croscat y la Fageda d’en Jordà, un bosque de hayas que creció sobre la colada de lava que soltó el mencionado volcán. La distancia total del itinerario son unos 11 kilómetros y su complejidad, si se hace entero, es más elevada que si solo se sube al cráter de Santa Margarida.
Carmen López