Puigcerdá, el pueblo catalán en el que se podría rodar una ‘peli de tarde’

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11.04.2024

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Puigcerdá
Puigcerdá. Por Quimroom

La parrilla televisiva  de las primeras horas de las tardes de los fines de semana –también conocidas como ‘horas de la siesta’– se nutren desde hace algún tiempo de varios géneros de telefilmes. Por un lado están las de acción, por otro las de algún protagonista malvado (véase, por ejemplo, una niñera con tendencias sociópatas) y otras más amables como las alemanas rodadas en pueblos con encanto de Suecia. Todas son de bajo presupuesto –por algo no han pasado por la gran pantalla– pero se han convertido en clásicos. Y eso no es algo que puedan decir todas las producciones audiovisuales.

Muchas de esas historias tratan sobre el romance entre un hombre y una mujer que se conocen o reencuentran en una villa encantadora rodeada de naturaleza. Hay casas de madera, coquetas tiendas de productos de proximidad, senderos campestres, rincones mágicos para hacer picnics y todos los elementos necesarios para que el amor florezca finalmente después de unos cuantos enredos de baja intensidad. Son las películas perfectas para relajarse después de comer porque da igual que se cierren los ojos entre el inicio y el final: ya se sabe cómo va a terminar todo.

Puigcerdá
Puigcerdá. Por KarSol

Esos escenarios en los que transcurren las tramas son tan ideales que casi parecen imposibles en la realidad. La magia del cine contribuye a aumentar su atractivo, pero el planeta está plagado de sitios de ese estilo y algunos de ellos están más cerca de lo que parece. Un claro ejemplo es Puigcerdá, capital de la Baja Cerdaña: sus viviendas con tejados de teja negra y sus alrededores naturales lo convierten en el lugar perfecto para una escapada con aire a telefilme (el romance no está incluido, no se puede pedir tanto).

Pese a la tranquilidad que se respira, Puigcerdá tiene un pasado bastante agitado. Según especifican en la web oficial de Turismo de Puigcerdá, se tiende a pensar que la creación de la localidad tuvo lugar en el año 1177, pero hay documentación que apunta a 1094, ya que el castillo de Mont Cerdà aparece en el testamento del conde de Cerdanya Guillem Ramón, que se lo pasa a su hijo Guillem Jordà. Como es habitual en este tipo de casos, la población habría ido asentándose alrededor de dicha fortificación, que acabó siendo el lugar de residencia del monarca Alfonso I el Casto.

Puigcerdá
Puigcerdá. Por JackF

Dicho rey le dio la condición de capital y, gracias a los privilegios que fue adquiriendo, a mediados del siglo XIV era una de las poblaciones más importantes en cuanto a número de habitantes del Principado. Y su crecimiento continuó a nivel demográfico y también comercial. Además, atrajo a la comunidad judía y a órdenes eclesiásticas como los domínicos, los franciscanos y las clarisas, que construyeron diversos monasterios. Pero en 1280 comenzaron los grandes problemas: primero, un incendio que acabó con gran parte de la villa. Fue una catástrofe de la que el pueblo se recuperó con bastante rapidez, pero las penas no terminaron ahí.

En el siglo XV, la peste negra y diversas guerras afectaron de manera muy profunda a Puigcerdá y sus alrededores y, para colmo, en 1428 hubo un gran terremoto que arrasó con todo. El paso del tiempo dispuso treguas interrumpidas por conflictos bélicos intermitentes (su cercanía con Francia contribuyó a la inestabilidad) y en los siglos XVI y XVII, los bandoleros se sumaron a la fiesta de la desgracia.

Puigcerdá
Puigcerdá. Por KarSol

Los borbones, Napoleón y los carlistas siguieron desestabilizando la paz de la población, pero a finales del siglo XIX, como ocurrió en gran parte del mundo occidental, la burguesía hizo prevalecer sus ganas de esparcimiento y orientó a Puigcerdá a lo que sería una de sus principales fuentes de abastecimiento económico: el turismo.

Muchas familias construyeron allí sus segundas residencias o ‘torres’ para veranear cerca del estanque y la naturaleza. Gracias a su presencia se construyó el casino o el Real Club de Golf de Cerdanya y se organizaron eventos de ocio como los juegos florales, las tertulias o la fiesta del estanque. Sin embargo, con la Guerra Civil se acabó la juerga (allí y en toda España) y muchas de las edificaciones del pueblo quedaron tocadas, además de la población, claro.

A mediados del siglo XX, empezó la remontada gracias, de nuevo, al turismo que ya no solo era de verano sino que la villa también se adecuó a las actividades de invierno. Como se explica desde la entidad turística, “Puigcerdà inició su experiencia en el hockey hielo (1956), convirtiéndose en el núcleo urbano pionero en el Estado español en esta práctica deportiva”.

La llamada del agua en Puigcerdá

Nieve en Puigcerda
Nieve en Puigcerda. Por Arpad

Como ocurre en Banyoles, el lago de Puigcerdá se lleva gran parte de los elogios. En verano (si la sequía no acaba con toda el agua de Cataluña) se puede navegar en barca y en invierno, cuando las temperaturas son muy bajas se puede admirar la imagen del agua convertida en hielo. Además, se puede disfrutar de un paseo por el parque Schierbeck, que lo rodea y de la visión de patos, cisnes y otras especies de aves.

Los interesados en la cultura pueden hacer la ruta literaria Ruiz Zafón, que recorre los puntos de Puigcerdá que se mencionan en su famosa novela El juego del ángel como el hotel del Lago, la villa Sant Antoni o el paseo de la Rigolisa

El centro del pueblo, pese a todos los acontecimientos convulsos que ha tenido que soportar a lo largo de su historia, mantiene construcciones reseñables. Por ejemplo, el campanario de la iglesia de Santa María, que data del siglo XII y mide más de 30 metros. Es lo único que queda del edificio original, que pereció en la Guerra Civil, aunque es posible acceder al interior.

Puigcerdá en invierno
Puigcerdá en invierno. Por duende88

Además, entre los monumentos eclesiásticos, también destaca la iglesia de Sant Jaume de Rigolisa, del siglo XVIII y la capilla de Nuestra Señora de Gracia, del siglo XV. Asimismo, está el convento de Sant Domènec, donde se asentaron durante siglos los monjes de la orden dominicana.

Además, también se puede disfrutar de las vistas del hospital que se encuentra en la plaza de Santa María, del siglo XII y del obelisco de la plaza de los héroes, que se erigió en recuerdo de la resistencia en las guerras carlistas. El museo Cerdà, ubicado en un convento del siglo XIX, es el lugar perfecto para indagar aún más en la historia de esta localidad.

Los interesados en la cultura pueden hacer la ruta literaria Ruiz Zafón, que recorre los puntos de Puigcerdá que se mencionan en su famosa novela El juego del ángel como el hotel del Lago, la villa Sant Antoni o el paseo de la Rigolisa. Otros ‘senderos’ temáticos son el centrado en las huellas culturales escondidas en la localidad o en la arquitectura gótica. Asimismo, hay numerosas opciones para practicar el ‘turismo activo’ como las sendas que transitan las montañas de Saltèguet y Vilallobent, entre otras. 

Carmen López

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