Ordesa y Monte Perdido: ruta por el núcleo duro de los Pirineos
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05.11.2023
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En la Edad Media, el puerto de Bujaruelo —situado a 2.200 metros de altitud— era una de las tablas de cobro aduanero del Reino de Aragón, un paso concurrido que ya en tiempos de los romanos se utilizaba para comunicar Huesca y Tolouse. Y es que mucho antes de que los senderistas y los aficionados a los deportes de cuerda llenaran de color estos paisajes, esta era una tierra forjada por ganaderos, artesanos y peregrinos. Y también por contrabandistas, que vivían haciendo equilibrios entre un lado y otro de la frontera.
Hoy el camino entre San Nicolás de Bujaruelo y el puerto homónimo es una de las muchas rutas que —emulando aquellos antiguos mercaderes y hombres de fe— se pueden recorrer en las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. El pintoresco San Nicolás, que antaño albergó un hospital de peregrinos, conserva una ermita en ruinas y un puente románico sobre el río Ara que se ha convertido en la imagen más mediática de todo el valle.
Dejando atrás este paisaje humanizado, el camino que hoy sigue las balizas del GR-11 se adentra entre hayas, tejos y boj para después cruzar una serie de pastizales y canchales con vistas a la vertiente norte de Los Gabietos. El último tramo es el propio ascenso al collado de Bujaruelo, un lugar donde algunos emprenden el regreso, otros conectan con la francesa Gavarnie y muchos otros inician nueva ruta hacia la Brecha de Rolando o hacia el Tozal del Mallo, ambas ya dentro de los límites estrictos del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Circos glaciares, cascadas y frondosos bosques en Ordesa
De los cuatros sectores que componen el núcleo del parque: Añisclo, Escuaín, Pineta y Ordesa, este último es el que conecta con la zona periférica de Bujaruelo que acabamos de dejar atrás, así que hacia él nos dirigiremos. El sector de Ordesa es el que nos ofrece la cara más monumental de una naturaleza pétrea que aquí adopta forma de fajas y circos glaciares. Entre todas las rutas que recorren este sobrecogedor entorno de paredes verticales, la más popular y accesible es la que se acerca hasta el Circo de Soaso, en la cabecera del río Arazas, donde la famosa cascada de la Cola de Caballo ofrece un espectáculo muy fotogénico para los caminantes.
La ruta más popular y accesible es la que se acerca hasta el circo de Soaso, en la cabecera del río Arazas
Desde este lugar se tiene, además, una panorámica excepcional de las Tres Sorores, o los Treserols, que es como se conoce al trío de cumbres emblemáticas de Ordesa: el Monte Perdido (3.355 metros), el Cilindro (3.328 metros) y Añisclo (3.263 metros). Son el núcleo duro de los Pirineos, el más mineral, el más desnudo de vegetación. Los otros dos circos glaciares de Ordesa están reservados a senderistas más experimentados, pues para superar las paredes calizas de Carriata y Cotatuero hay que enfrentarse a unos delicados pasos equipados con clavijas o, en el primer caso, al pasamanos alternativo de La Fajeta.
En este paisaje completamente dominado por la piedra multicolor también hay espacio para unos bosques que en otoño se tiñen de ocres. La arboleda de Turieto Bajo, que une el pueblo de Torla con la Pradera de Ordesa, es una densa masa forestal en la que además de zorros, ardillas y jabalís habitan algunas especies endémicas como el tritón pirenaico (Calotriton asper) y la rana pirenaica (Rana Pyrenaica) que fue descubierta en este parque en 1992.
Recorrer el desfiladero de las Cambras en Añisclo
Otro sector del parque nacional donde el agua ha modelado parajes asombrosos es Añisclo. Para llegar a él desde Ordesa se puede tomar la HU-631 haciendo parada en las pintorescas poblaciones montañesas de Torla, Broto o Sarvisé para comprar algunas provisiones. A los golosos les gustará saber que en esta zona se elaboran pastillos de calabaza, guirlache y galletas artesanas que estarán bien merecidas tras un día en la montaña.
Ya en Añisclo, el paisaje es una hendidura en el terreno, un desfiladero de paredes verticales labradas por el hielo y la fuerza del río Bellós en cuya parte inferior avanza una estrecha carretera que en épocas de mucha afluencia solo es transitable en sentido Norte. Se le conoce como el desfiladero de las Cambras y se puede recorrer en coche hasta el aparcamiento de San Úrbez, para seguir después a pie hasta la curiosa cueva-ermita de mismo nombre.
La historia de este lugar se remonta al siglo VIII cuando el monje eremita francés Urbicio decidió establecer su retiro espiritual en una oquedad del cañón de Añisclo. Hoy, esta gruta sigue siendo un lugar de peregrinación entre los habitantes de los municipios del Quiñón de Buerba, quienes acuden en romería durante la festividad de la Santa Cruz, en septiembre.
Para cruzar del sector de Añisclo al de Escuaín hay que llegar hasta la población de Escalona, para tomar después la carretera local que sube hasta Escuaín pasando por Belsierre y Puértolas. El tercero de los cuatro sectores del parque también presume de tener una orografía agreste cincelada en la era glaciar cuaternaria. Se trata una garganta fluvial más angosta y vertical que la que vimos en Añisclo, cuyos perfiles calizos esconden numerosas simas, barrancos y surgencias.
Barranquismo en Escuaín
Si las botas de montaña y las mochilas dominan el paisaje humano en otros sectores del parque nacional, son los neoprenos y las cuerdas el complemento más recurrente en Escuaín. Y es que la garganta de Escuaín y el barranco de Mirabal están considerados entre los mejores del Pirineo para la iniciación en la práctica del barranquismo.
Para los que prefieren mantenerse en seco, en este sector hay dos caminatas populares de muy diferente nivel: por un lado está el camino Puente de los Mallos que parte de la localidad de Escuaín y que pasa junto a estas características formaciones rocosas monolíticas que en Aragón se conocen como mallos. Las paredes de la garganta son una importante área de nidificación de rapaces —entre ellas el soberbio quebrantahuesos— y por ese motivo en la ruta se ubica un observatorio de aves. La segunda opción si estamos en forma es emprender la caminata de unos 800 metros de desnivel que asciende hasta la cumbre de Cuello Viceto (2.010 metros) y que hace de frontera natural entre Escuaín y Añisclo.
Como Escuaín está encajado entre paredes, habrá que regresar a la población de Escalona para tomar la A-138 que, pasando por Bielsa, nos conduce hasta el último sector en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido: Pineta.
Cascadas del Cinca
Pineta presume de tener en sus dominios las fuentes del Cinca, el río oscense por excelencia. En su ruta hacia su desembocadura en el río Segre, el Cinca se alimenta de afluentes, crece a cada paso e incluso se esconde en algún tramo. También logra superar los desniveles de salto en salto, como en la cascada de Pineta, que se descuelga vertiginosamente por la pared del circo homónimo.
La excursión para verla parte del Centro de Interpretación del Parque Nacional situado en el valle de Pineta y en su primer tramo discurre a través de un bosque de abedules, hayas y avellanos que se dejan contemplar mejor en otoño cuando las hojas se visten de colores cálidos. Y como telón de fondo de la vivaz Pineta, las cumbres. Cercanas, imponentes y omnipresentes. Otra vez esas Treserols con el Monte Perdido a la cabeza, el macizo calcáreo más alto de Europa incluido en la Reserva de la Biosfera transfronteriza Ordesa-Viñamala.
Kris Ubach