Horta de Sant Joan, el pueblo medieval que inspiró a Picasso
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12.10.2023
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El medievo sigue presente en muchos puntos de la península ibérica, entre ellos Cataluña, donde aún es posible ver torres del homenaje, murallas y puentes que dan paso a lo que un día fueron ciudades fortificadas. Uno de los pueblos más representativos de este pasado todavía palpable es Horta de Sant Joan, situado en la comarca de la Terra Alta (Tarragona). El nombre de la zona cuadra perfectamente con las características de la localidad, ya que se encuentra a 542 metros de altitud. Pero que a nadie le quepa duda: la subida merece la pena.
De hecho, es algo que hacen muchas personas, sobre todo en verano, cuando la población –que habitualmente ronda los 1.300 vecinos– se triplica en temporada alta. El origen del pueblo se remonta a los íberos, aunque con el paso de los años fueron varias las civilizaciones que se asentaron en su territorio: los musulmanes en el siglo VIII y los cristianos en el XII, cuando lo reconquistaron. Ahí empieza su época de esplendor medieval, ya que se creó la villa fortificada que contaba con sus correspondientes castillo y muralla.
A día de hoy, el castillo ha desaparecido pero el centro del pueblo aún conserva su aspecto de villa medieval (es como si el espíritu de los templarios aún permaneciese en el ambiente). De hecho, ese casco histórico tiene el título de Bien Cultural de Interés Nacional, en la categoría de Conjunto Histórico, otorgado por la Generalitat de Catalunya en 1997.
Los visitantes pueden recorrer las callejuelas de la localidad que dirigen al caminante a donde antiguamente estaba el castillo. En el paseo por el pueblo se pueden observar algunas casas nobles como la de Manuel de Joaquin, la de Pessetes o la de Delme. Esta última es un palacio que tiene una garita en un extremo y una galería en el desván y su estilo arquitectónico es conocido como leridano.
La iglesia de San Juan Bautista es otra de las edificaciones de interés del pueblo. Data de los siglos XIII y XIV, es de estilo gótico y está compuesta por una gran nave cubierta por una bóveda de cañón y un campanario. Está ubicada en la plaza de la iglesia –cómo no– un espacio de estilo renacentista que se construyó en el siglo XVI, como el edificio del ayuntamiento que se ubica en dicho lugar y en cuya fachada se puede ver un mural de Fernando VII, que conmemora las Cortes de Cádiz. Como curiosidad, cabe destacar que en los bajos de esta casa consistorial está la antigua prisión de Horta de Sant Joan, que se restauró en 1995.
En el casco histórico también está el Ecomuseo de Els Ports, en el que se puede conocer la historia y las peculiaridades del Parc Natural dels Ports y los pueblos que forman parte de él como Arnes, Prat de Comte o Mas de Barberans, entre otros. A varios kilómetros del pueblo se encuentra el convento franciscano de San Salvador de Horta, también conocido como Santa Maria dels Àngels.
Se construyó en el año 1543 al pie de la montaña de Santa Bárbara, aunque actualmente solo se conserva en pie la iglesia y el atrio, si bien las ruinas del resto pueden dar una idea de lo que fue aquel lugar en sus momentos de esplendor. En 1985, el conjunto de montaña y convento se declaró Bien Cultural de Interés Nacional. Si se camina hasta allí desde el pueblo se puede observar también la torre del Prior o de Galindo, una edificación medieval del siglo XIV.
Asimismo, Horta de Sant Joan tiene un vecino milenario que puede presumir de ser ‘el más antiguo de Cataluña’. Se trata del olivo conocido como Lo Parot, que tiene una altura de ocho metros y el perímetro de su tronco es de siete metros y medio. Fue catalogado como árbol monumental en 1990.
Horta de Sant Joan: un amor ‘picassiano’
En el centro de Horta de Sant Joan hay un centro dedicado al pintor Pablo Picasso. El motivo no es que sus vecinos sean fans acérrimos de la obra del malagueño, que también puede ser, sino que más bien fue él quien profesó un amor profundo por la localidad tarraconense, en donde residió en dos ocasiones.
Durante su primera estancia, a los 16 años, Picasso estaba convaleciente. Corría el año 1898 y su amigo Manuel Pallarés, al que conoció en la escuela de arte de Barcelona, le invitó a su pueblo para que se mejorase de la escarlatina que estaba padeciendo. Se quedó hasta febrero del año siguiente y durante ese tiempo se enamoró de la localidad. “Mis emociones más puras las experimenté en un gran bosque de España (los puertos de Horta) donde, a los dieciséis años, me retiré a pintar”, dijo en una ocasión.
Sus obras de aquel momento son de corte más tradicional, pero cuando regresa por segunda vez, diez años después, ya trae en la maleta su influencia del cubismo. Se alojó allí con la artista y modelo Fernande Olivier, la primera pareja (reconocida) del artista y que años más tarde se haría conocida gracias a las memorias de su vida con él que publicó. Según un texto de Josep Palau i Fabre: “Una de las mayores características de esta segunda etapa, es su intento de unir la tierra que ama (Horta) con la mujer que ama (Fernande). Esto puede ayudarnos a comprender algunos aspectos de su producción, empezando por aquellos cuellos fornidos”.
En el centro se pueden ver obras relacionadas con Horta de Sant Joan procedentes del Museo Picasso de Barcelona o donadas por herederos del artista como Niño de Horta o Convento de Sant Salvador con Horta al fondo, que corresponden a su primera estancia. De su segunda residencia también hay piezas pertenecientes a la colección de Marina Picasso, como Estudio de rostro o del Museo del Hermitage de San Petersburgo como Torso de hombre un con los brazos cruzados. Los fans del autor del Guernica tienen un lugar de peregrinación en las tierras de Tarragona posiblemente aún por descubrir.
Carmen López