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La Cueva de los Siete Altares es una cueva natural en cuyo interior se encuentra un monumento religioso visigodo del siglo VII. Se estima que es el templo cristiano más antiguo de la provincia de Segovia.
Está situada en la margen derecha, cerca del puente de Villaseca, a unos 100 m río arriba elevada unos 10 m del fondo del cañón (actualmente se sube por unas escaleras). Una verja resguarda la entrada (la llave se guarda en el cercano pueblo de Villaseca).
Es la iglesia rupestre más importante de las que se han hallado en el entorno del parque. Se trata de una cueva natural modificada por el hombre para dedicarla al culto. El santuario consta de dos partes, una exterior y otra interior. La exterior fue excavada en la roca y completada por una pared piedra y una cubierta de madera; en ella se ha encontrado un altar rectangular coronado por un arco de medio punto tallado en la pared. La interior, dentro de la cavidad, tiene en su pared derecha tres hornacinas talladas en la misma que conforman un altar.
Estas hornacinas están cubiertas con arcos de herradura, la central carece de decoración mientras que las laterales tienen molduras policromadas en rojo y negro. El altar derecho conserva una abundante ornamentación basada en figuras geométricas donde abundan los motivos romboidales. Frente a la hornacina central se ubicó una mesa. En el suelo de la cueva hay una fosa que debió de servir como sepultura a los monjes que cuidaban el lugar. En unas excavaciones realizadas a principios del siglo XX se hallaron unas hachas pulimentadas y restos de cerámica que fueron datadas en el neolítico.
El origen de este lugar de culto, así como los otros localizados en todo el parque, se remonta a la conversión al catolicismo del rey Recaredo en el año 586 y a la extensión de la vida eremítica.