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Es sin ninguna duda el edificio más sublime de todos con los que cuenta la Villa, destacando por sus enormes dimensiones en piedra granítica. Comenzada a construir en el último tercio del siglo XII en estilo románico final, de aquella época hoy sólo se conserva el arco por el que trascurre la calle de los Curas en la parte baja de la torre.
La gran ampliación que se hace entre 1492 y 1500 se le encarga a Juan Gil de Hontañón el Viejo y consiste en la construcción de toda la nave de la iglesia hasta el arco triunfal que la separa de la Capilla Mayor y el cuerpo medio de la torre, decorado con las típicas bolas isabelinas.
El estilo de esta obra está considerado como uno de los mayores exponentes del gótico hispano-flamenco por las bóvedas de crucería de "espina de pez" y el arriesgado arco escarzano del coro posterior. Es en 1556 cuando le encarga a Juan Gil de Hontañón, el Mozo la construcción de la parte más alta de la torre y el proyecto de la Capilla Mayor, finalmente realizada por Pedro de Inestrosa y Pedro de Gamboa.
Destaca de este espacio la conjugación del último gótico con el renacimiento vigente, que se deja contemplar a través de las grandes columnas, los casetones laterales, pero sobre todo por la venera central, en forma de concha, tomada de las antiguas basílicas romanas. Son tres las capillas laterales con las que cuenta la iglesia hoy día: la de Juan de Herrera o de la Clerecía, realizada en 1535 con una fuerte estructura abovedada en el estilo de Gil de Hontañón desempeñó hasta hace 30 años la función de baptisterio, siendo hoy la depositaria del tesoro de la iglesia.