El templo parroquial de Santa María de la Consolación (levantado entre 1494 y 1520) es una construcción de una sola nave, en sillerías graníticas bien escuadradas y mampostería revocada de cal, habiéndose utilizado posteriormente el ladrillo en obras de reforma.
Destaca la portada principal, debida a Francisco González. La forma un arco de medio punto abocinado con arquivoltas decoradas con bolas. La enmarcan, a ambos lados, unas pilastras estriadas, unidas arriba por moldura decorada también con bolas. Encima, un arco de medio punto abocinado y con arqivoltas contiene una ventana ajeminada de arquillos polilobulados. Remata el testero una línea quebrada con decoración en sierra.
La nave aparece cubierta por tres tramos de bóvedas de crucería sin apoyos intermedios, lo que supuso una novedad constructiva frente a la solución más clásica del templo de tres naves. Destaca por su pureza de líneas y armónicas proporciones, reduciéndose el repertorio ornamental a sus portadas, decoradas con bolas y encuadramientos de pilares, o a escasos relieves que decoran en su interior fondos con las efigies esculpidas de San Pedro y San Pablo, la jarra de azucenas, alusiva ésta a la pureza de Marías, etc. A Francisco González, cantero placentino de gran valía que aparece trabajando entre 1494 y 1528 en la Catedral de Plasencia, se deben las trazas del Templo. Alonso Bejar es el primer maestro que aparece laborando en la Iglesia, donde está un año, sustituido hacia 1495 por Diego Alonso Barreras, vecino de Garrovillas. Junto a él trabajan también Juan Benito El Viejo y Juan Benito El Mozo, padre e hijo. Gonzalo de la Vega, vecino de Plasencia, en 1506 firma escritura de obligación comprometiéndose a llevar a cabo las obras del templo garrovillano.
En Santa María se conserva un órgano de incalculable valor, que ya en 1595 fue restaurado por el organero italiano Horacio Fabri.
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