La roca conocida como "El Castillo" es un promontorio cuarcítico de casi 800 metros de altura que domina, por un lado el Cañamero actual y por el otro el cañón del río Ruecas.
Los primeros humanos que surcaron estas tierras vieron en sus abundantes covachas elevadas de la cara posterior, posibilidades para la defensa y el alojamiento.
A la sombra del cerro los romanos pusieron el primer germen del Cañamero futuro y sus elevaciones, defendidas por cantiles verticales y paredes que los cerraban, sirvieron durante siglos para guarecerse de los atacantes.
Una estrecha vereda nos sube desde el barrio de la Jarilla hasta la parte más alta que estuvo ocupada por la fortaleza árabe que, con otras en la comarca, formaba una línea defensiva entre las tierras llanas del sur y las montañosas del norte.
Los conflictos entre sus poseedores y el monasterio de Guadalupe supusieron el fin de la fortaleza, mandada destruir por el rey Enrique IV para favorecer a los monjes vecinos.
Cualquier día es bueno para visitarlo pero el "Domingo de Pascua" se celebra allí el "Día del Bollo". La mayor parte de los lugareños (siempre que su condición física lo permita) se encaraman a lo más alto para comer un bollo típico, visitar la Cueva y el Baile de la Mora y contar a los más jóvenes las leyendas que acompañan al lugar.
La vista que se nos ofrece desde arriba es grandiosa. Al Norte las elevaciones de las Villuercas son telón de fondo y madre de ríos como el Ruecas que veremos discurrir a nuestros pies, al Sur la mirada se pierde en la llanura alcanzando a los destellos plateados que el sol arranca a los grandes pantanos del Guadiana.
A nuestro lado el arraclán hunde sus raíces en la más mínima grieta de la roca y quizás el buitre o el águila nos sorprendan cuando por una vez los veamos, estando nosotros más altos, al desprenderse de sus descansaderos.