Galicia es tierra de gaitas, de mitos, de lluvia incesante que fecunda campos, de caminos y culturas que se enlazan, de ganado que campa a sus anchas, de mar chocando en los acantilados, de tradición y modernidad, de hospitalidad máxima. Y dentro de este regalo, otro: Santiago de Compostela, que une el turismo rural con el encanto de una ciudad milenaria que hechiza.
El Camino de Santiago (por supuesto)
Hablar de esta ciudad y no hacerlo del Camino (primer itinerario cultural europeo y patrimonio de la humanidad) sería delito. Todo empezó una noche con el descubrimiento de la tumba del apóstol, bajo una lluvia de estrellas… Este hallazgo llamó gente de toda Europa y, más tarde, del mundo entero.
Los primeros valientes de esta ruta milenaria llegaron por el Camino del Norte, resiguiendo la costa cantábrica. Poco después entró en juego el Camino Francés. Y ahora tú puedes escoger entre más vías: el Camino Inglés, el Camino Portugués, el Camino Primitivo, la Vía de la Plata y la Ruta Marítimo-fluvial del Mar de Arousa y Río Ulla. Si cuando hayas llegado a tu destino te quedan ganas de más, es muy aconsejable entroncar con el Camino a Finisterre, el “fin del mundo”.
Eso sí, para ganarte la Compostela, tienes que ponerte en marcha por lo menos 100 kilómetros antes, si vas andando o a caballo, o 200, si vas en bicicleta. Además, si haces que tu peregrinación coincida con Año Santo (cuando la festividad del apóstol, el 25 de julio, cae en domingo) y cumples algunas cosillas más, recibes la indulgencia a todos tus pecados. (De nada.) Es muy sencillo: tú sigue siempre las indicaciones con conchas o flechas amarillas.
¿Qué hay que hacer en la ciudad?
- Primer paso, ¡dispara directo al corazón!: piérdete por el empedrado y la monumentalidad del casco histórico hasta dar con el bullicio de las cuatro grandes plazas que abrazan la catedral: Inmaculada, Obradoiro, Praterías y Quintana.
- Este es el plato fuerte: la catedral, joya románica. Entra en el templo, admira el pórtico de la Gloria, abraza el santo y goza con las caídas de un enorme botafumeiro durante las misas solemnes. Ahora perfuma las naves por liturgia y tradición, antes también por necesidad… No te vayas sin pasear por las cubiertas de la catedral, ¡regalan grandes vistas!
- Y ahí va un auténtico y lleno de vidilla (sobre todo jueves y sábados) segundo plato (por lo de segundo lugar más visitado): el Mercado de Abastos. Solo el edificio ya va a despertar tu interés. A escasos 3 minutos te quedará la Facultad de Geografía e Historia, donde saldrás de su biblioteca, su paraninfo y su terraza cantando: “Bonito, todo me parece bonito...”
- Aprende sus costumbres y tradiciones en el Museo do Pobo Galego, en el antiguo convento de San Domingos de Bonaval.
- Asómate a sus miradores: en los parques de la Alameda y de la Granxa do Xesto, en los montes Pedroso y Pío… Si vas en plan de enamorados, estos son lugares inmejorables para contemplar puestas de sol.
- Quédate con la boca abierta al ver la singularidad arquitectónica de la Cidade da Cultura de Galicia, en el monte Gaiás.
- Vete de compras y tráete de vuelta algún recuerdo artesanal.
- Vive la noche compostelana, cuando la magia otorga a la ciudad otro aire. E invócala haciendo un conxuro antes de tomarte una queimada: “...Con este fol, levantarei as chamas deste lume que asemella o do inferno, e fuxirán as meigas a cabalo das súas escobas, índose bañar na praia das areas gordas…”
Verde urbano y verde cercanías
Santiago se nutre de parques y jardines que mudan con las estaciones: se desnudan, se colorean de otoño o de primavera, se ensombrecen para dar frescura y cobijo estival… Los más emblemáticos son los parques de la Alameda, de Belvís y de Santo Domingo de Bonaval, el robledal de Santa Susana y el Campus Universitario Sur. Una ruta del tren turístico (entre Semana Santa y octubre) te acercará a algunos de ellos.
Por otro lado, en la Ruta de las Brañas del Sar (4,4 kilómetros, 40 minutos) recorrerás la senda de un Santigo rural siguiendo el cauce del río Sar, que te desvelará, a su orilla, el otro gran hito románico de la ciudad: la colegiata de Santa María del Sar.
Meigas: ¡habelas... hailas!, y bien alimentadas
Para abrir el apetito: quesos gallegos, jamón, cecina y embutidos del país con el siempre indispensable pan de Galicia. Y, para entrar más en materia, raciones de pulpo á feira, empanada, xoubas, carne ao caldeiro...
Nunca puedes irte de Galicia sin probar sus productos frescos del mar: pescados en caldeirada o a la gallega (con ajada) y mariscos a la parrilla o al vapor. O sus carnes a la brasa, como un fantástico churrasco de porco celta con chorizos. Todo bien acompañado con un buen vino de la tierra. Y negocio bien zanjado con una rica tarta de Santiago y un sorbito de licor café.
Ahora que ya te sabes parte del conxuro, puedes volverlo a recitar para ahuyentar las meigas y que no te roben la comida o el apetito, porque las hay, y son traviesas.