Tal vez fuera Vitorino Nemésio, el poeta de las Azores, quien cantase uno de los versos más bellos acerca del sentimiento que nos produce la visión del mar: Quando penso no mar, o mar regressa / A certa forma que só teve em mim / Que onde ele acaba, o coração começa.
Donde el mar termina, el corazón comienza: así es en estas villas costeras de Portugal. En ellas, más grandes o más pequeñas, nos aguardan kilómetros de playas, acantilados, olas que marcan el paso del tiempo, tradiciones y, por supuesto, mucho corazón.
Aljezur
Saliendo del casco antiguo amurallado de Lagos, la carretera parece alejarnos del mar; pero la verdad es que nos acerca, sólo que primero hay que recorrer parte del interior del Algarve, encadenar estampas montañosas y cruzar un valle para encontrarnos de golpe con la blancura de la villa de Aljezur. Pero lo mejor de este pequeño pueblo está a su alrededor, de cara al Atlántico.
Aljezur, ubicada en la reserva natural de la costa Vicentina, se mantiene alejada del turismo de masas para regalarnos algunas de las playas más espléndidas de Portugal: las hay pequeñas, amplias, de arena, agitadas por las olas, entre acantilados, playas vírgenes de esas en las que tu huella queda marcada en solitario. Podemos ir de playa en playa por caminos con vistas espectaculares. Playas como la de Amado, Bordeira o Arrifana, una lengua dorada de arena abrazada por un acantilado, harán las delicias de los más exigentes.
Sesimbra
A poco menos de una hora de Lisboa, esta villa pasó de pueblo pesquero a lugar de vacaciones sin traicionar por ello su encanto. Basta caminar por el espigón de Praia do Ouro para darse cuenta de ello: el agua turquesa y calma, las montañas verdes, al fondo, el castillo en lo alto y la fortaleza santiago Sesimbra en la arena, hablándonos de otros tiempos más arriesgados de este bello litoral, que se remontan a la Edad Media.
En el otro extremo de la bahía, el pequeño faro indica la entrada al puerto y en él, un banco se convierte en el mejor mirador para ver cómo el atardecer juega con los colores del mar. Además de su playa, otro de los atractivos de Sesimbra es su gastronomía, en especial el pez espada, que podremos disfrutar en la tradicional zona pesquera. Como añadido, al este, nos aguarda el Parque Natural da Arrábida con una zona de reserva marina.
Nazaré
De encantadora villa pesquera a ser la meca del surf extremo va poco, bastan un par de olas gigantes de más de 20 metros de altura. Es lo que le sucedió a Nazaré, la Región Centro de Portugal. Desde entonces, en la ciudad baja, tocando la arena de la playa do Norte, se abrieron hoteles, tiendas de recuerdos y algunos restaurantes. Pero, entre la animación de viajeros y surfers de todo el mundo, se siguen viendo a las mujeres en su tradicional tarea del secado de pescado.
Encontramos los orígenes de Nazaré (se remontan a 1182) en la pequeña ermita de la Memoria y la iglesia de Nossa Senhora da Nazaré. Mientras, el fenómeno de las olas gigantes que la ha llevado a la fama internacional se debe a la forma de embudo de un valle submarino de una profundidad de unos 5.000 metros. Su efecto sobre el mar se puede ver desde el fuerte de San Miguel, en la playa do Norte.
Azenhas do Mar
A tan sólo 45 minutos de Lisboa encontramos una de las maravillas del litoral portugués. Azenhas do Mar es un espectáculo de la naturaleza. Nuestra primera toma de contacto será desde el mirador de la carretera y las escaleras que descienden a su pequeña playa salpicada de grandes rocas. Desde allí se ve el pueblo encaramado en las roca del acantilado, a distancia del fuerte oleaje del océano Atlántico.
Según cómo van las mareas, el océano deja una piscina de agua salada en la playa en la que darse un relajado baño. Para cuando el hambre ataque, nos esperan las antiguas bodegas de Azenhas, ubicadas justo a la entrada de Azenhas do Mar. Si nos cansamos de este paraíso natural –todo es posible– tenemos otro tesoro muy cerca: Sintra y su palacio da Pena se encuentran a solo 15 minutos en coche.
Ericeira
El litoral de Ericeira es como una guirnalda de playas, todas seguidas y a cada cual más bella. Las laberínticas calles del centro van a dar todas al mar, así que mejor tomárselo con calma: será a Praia do Norte o a Praia dos Pescadores. El resultado no será del todo el mismo, la primera está más abierta al Atlántico y tiene olas; la segunda, refugiada por el largo espigón, está más calmada.
Ericeira se ha convertido en un gran destino de veraneo sin perder la magia de su bello barrio antiguo, con la iglesia parroquial, las calles empedradas y todas sus casas blancas y con detalles de azul mar. El resultado es una simpática mezcla entre villa tradicional y ambiente surfero. Para atardeceres, todos están de acuerdo: mejor desde el Parque de Santa Marta.
Casas rurales en Portugal
José Alejandro Adamuz