Dónde ver sirenas en España: ellas también habitan en nuestras costas
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08.07.2023
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El estrenó del remake de Disney sobre el clásico de animación La Sirenita interpretado por actores reales ha causado mucho revuelo entre el público. Una de las causas fue porque Ariel, la sirena protagonista, ya no es blanca y pelirroja, sino que está interpretada por una actriz negra llamada Halle Bailey.
Más allá de las diferentes opiniones encendidas que se han vertido sobre el tema, lo cierto es que las sirenas han cambiado su aspecto a lo largo de toda su historia, que es muy larga. Y también de carácter, porque no siempre han sido seres de los que fuese lógico enamorarse, sino todo lo contrario. Además, tampoco hay que perder de vista que son seres ficticios, por si acaso.
Ya Homero las nombró en su célebre obra la Odisea, cuando su héroe Ulises utiliza cera para tapar los oídos de los tripulantes de su nave para que no se dejen llevar por sus cantos siguiendo el consejo de Circe, la hechicera. De hecho, fiel a su papel de héroe, él se ató al mástil del barco y pidió a sus navegantes que no le dejasen liberarse cuando estos seres de voz embaucadora le llamasen.
Lo curioso, más allá de la historia mitológica, es que para el autor esos seres no tenían medio cuerpo de mujer y medio de pez, sino que eran féminas con alas de pájaro.
Según otro mito, las sirenas eran amigas de Perséfone, la hija de Zeus y Démeter, a la que raptó Hades. Su cuerpo mixto pudo ser el castigo por no haber protegido a la descendiente de los dioses o bien una herramienta para acudir en su ayuda. También hay interpretaciones que señalan que fue Afrodita quien las convirtió en seres extraños celosa de su belleza o bien las sancionó por no querer explotar su sensualidad.
Fue ya en la Edad Media donde la figura de las sirenas empieza a parecerse a la que hoy impera en el imaginario colectivo con su cola de pez. En el Libro de los monstruos de finales del siglo VII ya aparecen descritas de dicha manera y cargadas de sexualidad. La idea de que seducían a los marineros como metáfora del peligro que suponía caer en la tentación se mantuvo durante todo el medievo y se extendió hasta el siglo XIX, cuando la iconografía las presentaba como ninfas bellísimas y perversas.
Hans Christian Andersen las romantizó en su cuento de hadas titulado, precisamente, La sirenita. Él ya cuenta la historia de una sirena que renuncia a su vida en el mar, su cola de pez y su voz al enamorarse de un príncipe humano. El amor romántico del cuento –que, como todos, tiene un punto perverso– se agudiza aún más en la versión de dibujos animados que Disney llevó al cine en 1989 y que se ha convertido en un clásico.
Estas son solo algunas de las leyendas y referencias a las sirenas que se han elaborado a lo largo de la historia, aunque podrían encontrarse más. Debido a esta asombrosa popularidad, no resulta extraño que en muchas localidades costeras se puedan encontrar esculturas dedicadas a estos seres pisciformes (las aladas ya se han quedado obsoletas del todo). La más famosa es la de Copenhague, pero también hay sirenas en España.
La Maruxaina de San Ciprián
Si hay una sirena famosa en España es la conocida como Maruxaina. Se encuentra en la playa de O Torno en San Ciprián, donde se dice que hay un castillo submarino en el que habita este ser mitológico. Hay quien piensa que es buena y que, cuando hay temporal, guía a los marineros a buen puerto pero también hay quien opina todo lo contrario. Sea como sea, el segundo sábado de agosto se celebra una fiesta que lleva su nombre en homenaje a las gentes del mar.
Por la noche, los marineros lucenses salen a buscarla en una lancha y la traen a tierra para someterla a juicio. Si se determina que el año ha sido malo y por lo tanto, ella ha tenido la culpa, se la quema y la fiesta termina. Si es al contrario, el festejo continúa con una Queimada.
La sirena varada de Santander
Esta escultura de bronce se encuentra en la península de la Magdalena de la capital cántabra. Es una réplica del mascarón de proa de un barco de Juan de la Cosa quien, en el año 1.500, cartografió el primer mapamundi que incluye América. Es obra de Enrique Jolly y se ha convertido en una de las esculturas más populares de la costa santanderina.
La sirena de la isla de Sálvora
Se dice que la familia de nobles Mariño de Vilaxoán, antiguos dueños del pazo de Sobrán (Pontevedra), están vinculados con las sirenas de forma directa. Cuenta la leyenda que Roldán –el protagonista del romance medieval La chanson de Roland– residió en Vilaxoán mientras se recuperaba de sus heridas de guerra. Un día, paseando por la playa de la isla de Sálvora, conoció a una sirena con la que mantuvo relaciones.
Ella no podía hablar (como en el cuento de Andersen) así que él le puso el nombre de Mariña. El amor de la pareja fue creciendo y ella poco a poco fue abandonando su condición de sirena hasta convertirse en mujer y tener un hijo de ojos azules, como su padre. Para devolverle la voz, Roldán amagó con matar al niño por lo que ella gritó y expulsó de la garganta un pez que le impedía el habla.
Cuando el esposo murió en la batalla de Roncesvalles, ella, desconsolada, volvió al mar; aunque advirtió que cada generación de la familia debía entregarle a uno de sus hijos con ojos azules. Aunque el clan se preocupó de que los niños no se acercasen al agua, más de un descendiente de la familia murió entre las olas. En 1968, Joaquín Otero-Goyanes, marqués de Revilla, encargó a Ismael Ortega Martín la escultura que hoy se puede ver de la sirena mirando a la ría de Arousa.
La sirena de las islas Miranda
La leyenda es parecida a la de Mariña, ya que también dice que se casó con un hombre poderoso que la encontró en la playa y que con el tiempo perdió sus escamas. Gracias a su transformación pudo concebir hijos y dejó de ser muda cuando su esposo amenazó con matar a sus vástagos. Se encuentra en el golfo Ártabro, donde confluyen las rías de La Coruña, Betanzos, Ares y Ferrol.
La sirena de Sitges
En el espigón de la Punta que se encuentra bajo la emblemática iglesia de este pueblo catalán, se encuentra la escultura de la sirena de Pere Jou que se terminó un año después de su muerte. En 1965, el pueblo aportó dinero para llevar a fin la obra del artista por iniciativa de un grupo de intelectuales.
La sirena recostada de Puerto Banús
Al principio del paseo que une Puerto Banús con Marbella se puede ver la figura de una sirena con la cabeza apoyada en su cola. Firmada por el escultor Antonio Cañete, está elaborada con granito y mármol.
O Galón de Cangas
En medio de la ría de Vigo y frente a los jardines de O Sinal, en Cangas de Morrazo, está O Galeón, una escultura de una sirena en bronce que parece emerger del mar y, en vez de llevar con ella a Flanders, va acompañada de dos delfines. La obra es del escultor Manuel Coia Franco y tiene nombre de La sirenita. Actualmente es uno de los símbolos de Cangas.
Sirenita Mô
Sentada en el puerto de Mahón está esta sirena obra del artista Leonardo Lucarini. Allí permanece esperando desde 1991, momento en el que se instaló. Su nombre Mô hace referencia a cómo los maoneses pronuncian el nombre de Maó. Según la leyenda, la sirena salvó de un naufragio al hijo de un general cartaginés, aunque él más tarde moriría en una batalla. Por eso la sirena le espera sentada, cabizbaja, a que vuelva.
Carmen López
No sabía que habían sirenas