Serra da Estrela: Quesos, curvas, lobos y montañas
Escrito por
22.01.2019
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Adentrarse en el corazón de la maravillosa Serra da Estrela y descubrir el paraje de las montañas más altas de Portugal es una experiencia que ningún viajero debería perderse. Para empezar, porque es la tierra de lo único en muchos sentidos. Es una manera de romper con muchos tópicos portugueses. Es tierra de castros, castillos y chozos.
Allí se encuentra la única estación de esquí lusa, que a pesar de no tener grandes dimensiones, cuenta con superficie suficiente para que los aficionados al esquí se quiten el mono. Casi veinte pistas con todo tipo de niveles de dificultad. ¡Incluso hay una pista negra!
Otra de sus virtudes es que es la tierra de la que procede una raza de perros autóctona que, precisamente por lo aislado del lugar, ha permanecido intacta durante siglos.
Cuentan que estos descendientes de los mastines llamados Serra da Estrela llegaron aquí por primera vez con los romanos, cuando invadieron la Península ibérica. Desde entonces han protegido los rebaños de ovejas y cabras que pastaban en las montañas de los ataques de todo depredador que les plantara cara, incluido el lobo.
Una especie que en cierto modo se asemeja a las mismas montañas donde custodia rebaños, porque también ellas protegen el territorio marcando una barrera natural frente al resto del mundo.
Por si esto fuera poco, para seguir engrosando una lista de atractivos únicos no podemos olvidarnos del espectacular queso de la zona, dicen que el más antiguo de Portugal, pero sobre todo el más famoso y sabroso.
Con denominación de origen propia protegida por la Unión Europea, sus quesos son un manjar cuyo secreto se encuentra precisamente en lo especial del entorno. Comerlo con trozos de pan caliente, tostado previamente junto a la chimenea es casi un ritual. Por supuesto que es el regalo perfecto para traer de regreso a casa.
Es aquí, entre estos hitos de lo único, donde disfrutaremos de un viaje inesperado por el Portugal más original, que declaró este como el primer parque natural del país. Un lugar tan fantástico como primitivo.
Sus más de 100.000 hectáreas componen la mayor área protegida de Portugal, y es que en esta zona montañosa a un paso de la frontera con España encontrarás regalos únicos para la vista. Desde aquí se accede al punto más alto del territorio continental, además de al nacimiento de tres ríos: el Mondego, el Zêzere y el Alva, afluente del primero, más de dos decenas de lagunas y un inesperado paisaje alpino que merece disfrutarse con calma.
Si optamos por una ruta en coche, lo más sensato es ir de Vilar de Formoso a Gouveia. Nuestro itinerario comienza en Vilar Formoso, la primera localidad tras la frontera de Salamanca, con una espectacular estación de ferrocarril de finales del siglo XIX y varias capillas con encanto a las que podemos acercarnos antes de tomar la A25, luego la A23 y la E802 hasta Covilha.
Esta es la puerta al Parque Natural Serra da Estrela, y también un buen punto para hacer una parada y estirar las piernas en una ciudad de montaña entre las riberas de Carpinteira y Goldra.
Covilha está marcada por su “áspera” orografía. Cuentan los historiadores que en la Edad Media, mientras los suburbios se desarrollaban, el área interior de la muralla permanecía inhabitado. Hasta que los monarcas emitieron decretos para forzar a la población a habitar esta zona. Por eso hasta el siglo XV no empezaron a construirse casas que hoy ocupan estrechas calles con mucha magia.
Es la capital de la industria de la lana, que acoge la famosa iglesia de Santa María do Castelo de mediados del siglo XVI. Su industria textil sigue siendo proveedora de marcas como Armani, Hugo Boss o Zegna, porque aquí se entiende de ovejas y de lana. Además, ahora tiene nuevas vistas gracias a la conexión de las riberas de Goldra y Carpinteira a través de un asombroso puente peatonal, obra del arquitecto João Luís Carrilho da Graça, que se utiliza para caminar o pasear en bicicleta a 52 metros de altura. Los fanáticos del queso tienen la posibilidad de acercarse al Cheese Museum, 20 minutos en coche que pueden ser suficientes para llegar a Peraboa.
Hacia el oeste, la carretera es también un mirador y los que disfrutan con las curvas las tienen de todas las clases. ¡Las prisas están prohibidas! Si desde aquí cogemos la N339, nos encontraremos después de muchas curvas a la izquierda y a la derecha en el macizo de la Sierra de la Estrella, junto a la estación de esquí Serra da Estrela, donde alcanzaremos a ver la cima de Curral do Vento.
Después, a través de la N338, llegaremos al desvío de Manteigas. Para los amantes de las cascadas, en esta dirección encontraremos las de Candieira, donde el agua rompe con toda su fuerza en un espectáculo digno de ver. Y es que la carretera sigue el curso del valle glaciar del río Zêzere, que ha dibujado un precioso paisaje de montaña, así que procurad no dejar la cámara en casa.
Después de tanta curva hay que parar a comer. Manteigas es una buena opción. Vale do Zêzere es famoso por sus arroces y su bacalao. La otra opción es parar en Restaurante Berne, que elabora una cocina muy tradicional pero siempre apetitosa. Además, Manteigas presume de albergar la sede central del Parque Natural de Serra da Estrela.
Por eso es buena idea que los amantes del senderismo y los paisajes de postal se detengan en este pueblo, una buena base de operaciones para explorar la región. Desde aquí podemos acercarnos por la carretera que va de Vale da Amoreira a las cascadas del Poço do Inferno, un rincón asombroso escondido entre la vegetación. Y también tenemos a un paso las termas de Caldas de Manteigas, geniales para descansar después de una buena caminata.
Si regresamos en sentido inverso podemos ascender hasta la cima de Estrela, el pico más elevado de Portugal. Sus 1.993 metros de altitud son más que suficientes para contemplar una postal que no defrauda: la de las nevadas cumbres que se dejan ver en el horizonte. Después, tomaremos de nuevo la N339 para atravesar verdes valles hasta Sabugueiro, una aldea con la peculiaridad de que es la de mayor altitud de Portugal de entre las habitadas, como bien se informa en los letreros de entrada por carretera.
A pesar de los destrozos arquitectónicos, mantiene parte del espíritu de cuando se formó a partir de pequeños refugios provisionales de pastores que encontraban aquí estupendos pastizales para sus rebaños. Lo que en invierno son senderos entre la nieve, en verano son los caminos que llevan a numerosas playas fluviales de aguas cristalinas.
Desde este pequeño núcleo rural seguiremos camino a Seia, donde se levanta la capilla románica de San Pedro. Seia también nos sorprende por tener un entorno lleno de cuevas y miradores, además de ser perfecto para pescar truchas.
Ya solo nos queda tomar la N17 para llegar a Gouveia, rodeada de verdes prados, que proporcionan a las casas señoriales manuelinas que pueblan el casco histórico, una imagen majestuosa. El cierre perfecto a un viaje de altura.
Pedro Madera
bellos recuerdos me traen a la cabeza ….ahora que no puedo ir…………..hasta pronto