La Ruta de las Golondrinas, las mujeres que cruzaban los Pirineos para hacer alpargatas
Escrito por
30.05.2024
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¿Te has parado a pensar alguna vez, en medio de una ruta por la montaña, cuánta gente habrá pisado esos caminos a lo largo de la historia de la humanidad y con qué propósitos? Aunque para muchos ir a la naturaleza es sinónimo de ocio y deporte, para otros supone su espacio de trabajo y, durante siglos, un lugar indómito y no exento de peligros que había que atravesar por diferentes motivos.
En la vertiente sur de los Pirineos, la travesía circular Ruta de las Golondrinas nos lleva a un pasado no muy lejano que recuerda la migración de las mujeres de la zona para trabajar en la industria de la alpargata. Un recorrido que combina naturaleza, deporte e historia entre Navarra, Aragón y Francia.
¿Quiénes eran «las Golondrinas»?
Si hacemos la Ruta de las Golondrinas, seguiremos el camino que hacían cientos de mujeres salacencas, roncalesas y ansotanas en otoño a principios del siglo XX. En ese momento se dirigían a la floreciente industria de la alpargata a Maule, en el territorio histórico vascofrancés de Zuberoa. Eran años difíciles en esta parte del Pirineo y marchaban de casa para vivir y, sobre todo, trabajar, de octubre a mayo.
¿Por qué se las conocía con el apodo cariñoso de “las Golondrinas”? Por dos motivos: primero, porque iban vestidas de negro; segundo, por ese movimiento migratorio que hacían de otoño a primavera, igual que estas aves. El camino duraba entre tres y cuatro días y recorrían unos 100 kilómetros a pie a través de rutas de pastores (en los últimos años, también lo hacían en camiones). Muchas venían de los valles de Hecho o Ansó, descansaban en el Valle de Belagua, y proseguían hacia la frontera de Isaba/Izaba, hasta donde les solía acompañar algún familiar para ayudarles con el equipaje. Al otro lado, normalmente les esperaba alguna persona conocida igualmente para tirarles una mano.
Iban vestidas de negro y hacían un movimiento migratorio de otoño a primavera, como estas aves
Esta migración de mujeres era, año tras año, uno de los acontecimientos sociales más importantes de los valles del Pirineo Occidental: se estima que en sus periodos de mayor afluencia, la migración por montaña podía haber reunido a unas 2.000 mujeres, la mayoría jóvenes, ya que había unas 40 fábricas que necesitaban mano de obra.
Iban tantas mujeres a trabajar a la industria de la alpargata de Zuberoa, a fabricar este calzado de cuerda de esparto, tela e hilo de yute, ya que una epidemia de cólera mermó gravemente su población, a lo que se sumó una fuerte emigración de los locales hacia América del Sur. Para más señas, en 2021 vio la luz el documental Ainarak (“Golondrinas”, en euskera), dirigido por Juan San Martín.
Tras las huellas de las Golondrinas: las etapas
Aquellas mujeres valientes y fuertes que dejaban sus hogares para hacer alpargatas, cruzando los Pirineos a pie, dejaron una huella imborrable en el valle de Belagua, Linza, Lescún y La Pierre Saint Martin. Hoy podemos rememorar sus pasos siguiendo la travesía circular de la Ruta de las Golondrinas, un camino que une presente y pasado y que rodea un paraje único en Europa como es la Reserva Natural de Larra. Atraviesa el Pirineo Occidental por sus bosques, cumbres y valles, cuyo punto culminante es el Pic de Anie o Auñamendi, de 2.507 metros de altitud.
Todas las etapas tienen inicio y fin en población y/o refugio de alta montaña, por lo que no es necesario cargar con tienda de campaña. Además, la organización de la Ruta de las Golondrinas ofrece servicio de guía para las personas que no sientan confianza en la orientación y uso de mapas y GPS, que es necesario para seguir la senda.
Al ser una ruta de alta montaña y en plenos Pirineos, se recomienda hacerla en los meses de julio, agosto y septiembre, aunque también es posible en junio y hasta mediados de octubre. Fuera de estas fechas los refugios pueden estar cerrados. Por otro lado, no se recomienda llevar animales de compañía; desde la organización advierten que ha habido varios ataques de perros territoriales a visitantes. Asimismo, por la longitud y dureza de las etapas, tampoco es recomendable para niños y niñas. Tenemos tres opciones para hacer la Ruta de las Golondrinas:
Es la ruta más corta, pero al mismo tiempo, la más salvaje, difícil y alpina, como su propio nombre indica. Pasa por los refugios de Belagua, Linza y Laberouat y, en total, son 53 kilómetros y 3.900 metros de desnivel positivo. Es una variante para la que se requiere experiencia en montaña, así como tener nociones de orientación y haber caminado por tramos fuera de sendero.
Hay que tener una buena resistencia física porque todos los días se superan los 1.000 metros de desnivel, llegando al tercer día, en el que se suben más de 1.500 metros. Es recomendable para grupos pequeños y montañeros que quieran un recorrido exigente. Se suben hasta cuatro cimas: Paquiza de Linzola (2.108 metros), la Mesa de los Tres Reyes (2.448 metros), el Pico de Arlas (2.044 metros) y el Pic d’Arnie (2.507 metros).
Es el recorrido “de toda la vida” que pasa por Belagua, Linza, Laberouat y Jeandel. A través de un camino de espectaculares paisajes, se hace un gran bucle alrededor de la Reserva Natural de Larra. Tiene dos variantes y ambas están pensadas para hacer en cuatro jornadas: la primera, son 62 kilómetros con 3.500 metros de desnivel y evita algunas cimas; la segunda, suma 74 kilómetros y 5.000 metros de desnivel, ya que suma picos como el Txamantxoia – Maz (1.945 metros) o la Mesa de los Tres Reyes (2.448 metros). Aunque no es tan alpina como la anterior, es una travesía de alta montaña, por lo que es igualmente imprescindible tener unos mínimos conocimientos y experiencia.
Si tienes tiempo y forma física, esta es la mejor alternativa para conocer a fondo los valles de Roncal y Belagua. Es la opción más larga para hacer la Ruta de las Golondrinas y sale caminando desde el mismo pueblo de Isaba/Izaba. El resto del recorrido es similar al anterior: Belagua, Linza, Laberouat y Jeandel. También ofrece dos alternativas: una primera más “suave”, por decir algo, de 76 kilómetros y 4.000 metros de desnivel; y una segunda que suma 90 kilómetros y 5.700 metros de desnivel. El día más duro supera los 1.300 metros de desnivel positivo.
Raquel Andrés