Desde el Tajo hasta el Atlántico, Estremadura y El Ribatejo constituyen el corazón de Portugal. Estas fértiles tierras, que han sido escenario de algunos de los capítulos más importantes de la historia portuguesa, bien merecen una escapada y dejarnos sorprender por su inesperado valor geográfico, histórico y cultural.
Sus viñedos, playas, fortalezas y emblemáticos pueblos atraen cada año a miles de visitantes; por algo será. Hoy te sugerimos un viaje en el tiempo, de vuelta al S.XII, donde poco separa lo mítico de lo humano, lo legendario de lo religioso… ¿Oyes eso? Los caballeros de la Orden del Templo desenvainan sus espadas. Es tierra con carácter y merece ir sin prisas.
De Abrantes a Tomar
Arrancamos nuestra aventura sobre una colina a orillas del Tajo, en el distrito de Santarém. La coqueta localidad de Abrantes nos da la bienvenida, tan romántica y tradicional que nos invita a pasearla cámara en mano y sin querer saber nada del reloj. Sobre todo en primavera, cuando sus calles se llenan de flores para celebrar las fiestas de la ciudad, orquestando un espectáculo de colores y aromas del que vale la pena ser testigos.
El río tiene sentimientos de frontera. Por su posición estratégica, que permite divisar todos los alrededores, Abrantes ha tenido siempre un gran protagonismo militar, siendo escenario de grandes luchas durante episodios tan importantes como la Reconquista o las invasiones francesas. Hasta el Duque de Wellington encontró aquí su base a principios del diecinueve.
Hoy, su castillo amurallado nos habla de su glorioso pasado. En su interior, podemos visitar la iglesia gótica de Santa María y la torre del homenaje. A menos de diez kilómetros, en una pequeña isla en medio del Tajo, podemos llegar en barco al castillo de Almourol, donde cuenta la leyenda que aún suspira una princesa a la espera de un final feliz para su desdichada historia de amor con un esclavo moro.
Saciados de historia, cogemos la N3 hasta el pequeño pueblo de Martinchel, donde podemos empezar a disfrutar de una espléndida panorámica del lago de Castelo do Bode, el segundo más grande de Portugal (más de 60km). Un paraíso natural para desconectar a salvo del turismo masivo, donde es probable que se nos antoje hacer noche.
El Hotel Segredos de Vale Manso es un refugio agradable, ideal para regalarnos algún que otro capricho, como darnos un placentero baño en su piscina de agua salada antes de volver a la habitación y seguir contemplando las vistas. Hay que mimarse.
El azul intenso de la presa marca nuestra ruta, perdiéndonos entre bonitas albuferas, playas fluviales y parajes espectaculares donde tenemos la oportunidad de practicar diferentes deportes náuticos, adentrarnos en el paisaje a bordo de un crucero o, simplemente, relajarnos en plena naturaleza aprovechando el enclave.
Un aura de misterio envuelve toda la región, vamos siguiendo la huella de los templarios. A pesar de su voto de pobreza, los caballeros de la Orden del Temple aceptaron aquí tierras, castillos y títulos a cambio de sus victorias militares. Con el salmo que se convirtió en su lema resonando en nuestros oídos, “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria, por tu bondad, por tu lealtad”, nos dirigimos a nuestro próximo destino.
A escasa media hora, primero por la N358 y luego por la N2, nos espera Vila de Rei, una villa de calles tranquilas que no tardamos en recorrer. Entre las típicas fachadas blancas de su centro histórico, descubrimos la iglesia parroquial del S. XVIII y las capillas de la Misericordia y Nossa Senhora do Pranto, altos inevitables en nuestro curioso camino.
Mientras, la naturaleza pide la palabra, con las lomas de la sierra de Melriça dibujando bellas imágenes sobre el río Zêzere. Podemos aprovechar la ocasión para visitar el Centro Geodésico de Portugal y, de paso, acercarnos a la aldea de Água Formosa, famosa por la pureza de su agua. Entre casitas de piedra y huertas naturales, pronto envidiamos la vida de sus amables lugareños.
El viaje continúa atravesando el puente hasta Ferreira do Zêzere, un pequeño pueblo a orillas del gran Lago Azul, uno de sus grandes reclamos. Nadar en esta serena y cuidada playa de agua dulce mientras se disfruta del paisaje, prácticamente virgen pero muy bien acondicionado, es una de esas experiencias a las que desearemos volver, aunque sea con el recuerdo, una y otra vez.
En cuestión de patrimonio, la visita también es interesante. En el interior de su iglesia Matriz se pueden encontrar impresionantes tallas doradas, pinturas y esculturas del setecientos. Además, podemos aprovechar la amplia tradición artesanal del lugar para comprar un bonito souvenir: a elegir entre cesterías de mimbre, miniaturas de barcos, colchas, toallas o azulejos.
Y, por supuesto, antes de irnos, en el restaurante O Cantinho da Ana podemos probar las delicias de la cocina local más auténtica: las sopas, los platos de pescado fresco o el cabrito asado con grelos son algunas de las especialidades de la casa.
Antes de dirigir nuestros pasos hacia Tomar por la N 238, giramos hacia la derecha para visitar Dornes. Sobre sus casas bajas de color blanco se alza la insólita torre campanario pentagonal, de clara influencia templaria, que ha sobrevivido casi intacta hasta nuestros días.
Solo por ella ya merece la pena adentrarnos en esta pintoresca aldea, cuyo origen se debe, según se cuenta, a una aparición mariana. Verdad o no, esta solo es una de las muchas historias y relatos que sobrevuelan este lugar mágico de encanto desconocido. En verano, la romería de la Virgen del Llanto, que se celebra en el pueblo cada 15 de agosto, es una fiesta de las que no hay que perderse.
Entonces sí, Tomar, ciudad templaria por excelencia, nos espera bañada por el Nabao. Acabar la ruta con un buen sabor de boca hará que estemos pensando en volver antes incluso de irnos. Con esta intención, echamos a andar por su fascinante casco antiguo, de trazado medieval.
La capilla de San Lorenzo, del S. XVI, sale a nuestro paso casi lo primero, justo antes de perdernos por las calles que van a parar a la plaza de la República. Sobre los tejados de las casas, se vislumbran también los templos de Sta. María do Olival y Sao Joao Baptista. Cualquier rincón esconde un detalle.
Pero lo que hace única a Tomar se esconde tras los muros almenados que protegen el Convento de Cristo, declarado Patrimonio de la Humanidad y ordenado construir en 1160 por Gualdim Pais, maestre provincial de la Orden del Temple. Ocho siglos y medio después, la que fuera sede de los míticos templarios, ofrece hoy un estupendo collage de arquitectura gótica, manuelina y renacentista, y es un hermoso telón de fondo que se aprecia desde prácticamente cualquier punto de la localidad.
La Charola, una extraordinaria iglesia de 16 lados que imita la del Santo Crepúsculo de Jerusalén, domina todo el complejo, del que tampoco podemos perdernos sus claustros. Sin duda, una visita única y un inmejorable broche final, con el esplendor y el misterio que nos han acompañado durante toda la ruta, elevados aquí a su máximo exponente.
Pedro Madera
Nos gustaría visitar Andantes somos españoles residentes en Porto y quisiéramos saber la ruta más corta desde Porto y los pueblos que se pueden visitar cerca
Atentamente
Prado garriga
Me gustaría recibir más información sobre este tema templario en Portugal. Gracias.
creí que el nombre correcto es Extremadura… pero parece que no… parece que es «estremadura»…
Hola Enrique:
Gracias por tu comentario. En este caso, hemos tratado de respetar la nomenclatura portuguesa 🙂
Saludos!