Ruta al Salt del Bisbe, la cascada con cueva de Barcelona
Escrito por
21.07.2024
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Los saltos de agua o cascadas son uno de los accidentes naturales más apreciados tanto por lo espectacular del ruido como de la imagen del agua precipitándose desde las alturas. Además, en verano suponen un buen refugio climático y en invierno, en algunos lugares, se crea una visión impresionante al ver los enormes carámbanos de hielo en los que se han convertido. Un buen ejemplo de este caso es el Salt del Bisbe o Font del Bisbe (se conoce por ambos nombres), que se encuentra en la comarca del Berguedà, Barcelona.
Es un sitio no demasiado conocido y poco transitado (y hay que intentar que siga así o, por lo menos, que el tránsito de personas no modifique el espacio natural en el que se encuentra) del valle del Torrent de Solls, en concreto, en la sierra del Catllaràs. Se llega a él caminando y de manera bastante fácil, solo hay que tener en cuenta que algunos de los tramos pueden ser resbaladizos porque, al fin y al cabo, es un entorno húmedo.
Cómo llegar al Salt del Bisbe
La senda al Salt del Bisbe parte del pequeño pueblo Sant Jaume de Frontanyà y en unos diez minutos de camino en bajada se llega a este rincón tan venerado. El salto de agua, que procede del afluente del río Arija llamado Torrent de Solls, tiene una altura de unos doce metros y se puede pasar por detrás de él gracias a la conocida como cueva del obispo.
Para llegar desde Barcelona en coche, lo más adecuado es dirigirse al pueblo La Pobla de Lillet y desde ahí coger la carretera BV-402, camino de Gombrén. Un par de kilómetros más adelante está el área recreativa de La Pineda, un gran espacio lleno de árboles y mesas de picnic al lado del río Arija mencionado anteriormente, con mucho sitio para aparcar los coches (hay incluso quien lo deja justo al lado de la mesa que va a usar).
Si se continúa durante un par de kilómetros por una pista asfaltada que sale de la zona, se llega a Sant Jaume de Frontanyà. No está muy bien señalizada, solo suele haber una flecha azul que marca la desviación que lleva al salto. Es ahí, en un lado de la carretera, donde se puede aparcar finalmente (a no ser que se haya hecho en el área recreativa).
Un detalle que llama la atención a todo el que visita la cueva del Salt del Bisbe es la estalagmita gigante que, según se dice, se construyó en el pasado para recoger el agua que goteaba. En un principio era solo una plataforma recipiente pero con el tiempo se ha convertido en esta columna que parece que mantiene el lugar en pie. Se aprecia cuando se pasa por la cueva, tras la cortina de agua que deja el salto. Atención con los resbalones.
Además de este paraje húmedo y natural, la visita se puede aprovechar para conocer dos pueblos muy peculiares de Catalunya como Sant Jaume de Frontanyà y La Pobla de Lillet.
Qué ver en Sant Jaume de Frontanyà
Este pueblo es uno de los menos poblados de Cataluña, su censo es de 29 habitantes aunque, por lo visto, en la Edad Media llegó a tener 300 habitantes. Está situado a 1.072 metros de altura.
La primera referencia que se tiene sobre este núcleo de población se remonta al año 905, según se puede leer en una placa situada en el mirador de Sant Jaume de Frontanyà, que se encuentra antes del núcleo del pueblo. El punto de interés más destacado, además de las calles de la localidad, es la iglesia románica de Sant Jaume de Frontanyà, que data del siglo XI. Según el ayuntamiento, se trata de “un ejemplo emblemático del románico lombardo en Cataluña, gracias a su cimborrio de doce lados”.
Qué ver en La Pobla de Lillet
A principios del siglo XX, Eusebi Güell le hizo un encargo a Antoni Gaudí, su arquitecto de confianza, como bien es sabido. El empresario era promotor de Asland, la primera cementera industrial de Cataluña, situada en Castellar de n´Hug. Necesitaba un chalet para que se alojasen los trabajadores de la obra, así que Gaudí cogió sus bártulos y se presentó a la llamada de su principal y más célebre cliente para erigir el Xalet de Catllaràs. Aunque no hay pruebas fehacientes de si finalmente fue su autor, el estilo es claramente suyo.
Durante el tiempo que duró su labor, Gaudí se alojó en casa de la familia de Artigas, propietaria de una fábrica textil y amigos de Güell que vivían cerca de la obra, en La Pobla de Lillet. Cuando el arquitecto por fin terminó el trabajo y se dispuso a pagar a sus caseros, estos lo rechazaron, no quisieron cobrarle, así que él se lo agradeció con lo mejor que tenía: su talento.
Así, la familia recibió los planos para reformar el terreno que tenían entre su hogar y la fábrica, que se convirtió en los únicos jardines húmedos de Cataluña. Tienen arcos catenarios, una cueva, una torre mirador y una cascada alimentada por las aguas del río Llobregat. Vienen a ser una reproducción a pequeña escala del Park Güell. Sin embargo y pese a su valor, el lugar permaneció abandonado desde 1950 –los Artigas se mudaron– hasta finales de los años 90 del siglo pasado, cuando se reformaron. Ahora están abiertos al público y se pueden visitar.
Carmen López