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Las máquinas y la tecnología han logrado sustituir muchas profesiones antiguas y han acabado con muchos puestos de trabajo. Pero hay al menos una profesión en España que las máquinas aún no pudieron sustituir la mano dedicada y hábil de las redeiras gallegas. No es que no lo hayan intentado. Por supuesto que sí, solo que no lo han conseguido todavía.
Verónica Veres Tasende, presidenta de O Peirao, la Federación Galega de Redeiras Artesás, nos cuenta que hace unos años intentaron llevar el trabajo de las redeiras para Indonesia. “Probaron con unos pegamentos que en el Pacífico, por lo visto, sí que funcionaron en un principio, pero realmente es que casi todo el aparejo que nosotras hacemos es para el Atlántico”. El océano Atlántico tiene mucha fuerza y no permite ningún tipo de pegamento.
También hubo una fábrica gallega que compró una máquina de hacer aparejos pero tuvo que volver a los servicios de las redeiras pasados pocos meses. Según nos explica Verónica en entrevista telefónica con EscapadaRural, la máquina hace bien el aparejo la primera vez, pero cuando hay que arreglarlo, no lo permite. Entonces, hay que comprar otra vez toda la materia prima y empezar de cero. “Es un trabajo artesanal y como todo el trabajo artesanal es difícil poder hacerlo con una máquina”, concluye.
Pero, ¿qué hacen las redeiras exactamente? De una manera resumida, su trabajo consiste en reparar las redes de pesca que, por variadas razones, se rompen en el mar. Las redes se rompen a diario ya sea por enganches en piedras, el propio peso de la pesca, la manipulación o, incluso, roturas que producen delfines y otros peces cuando intentan acceder a las capturas de la red para comer.
También son las encargadas de unir los diferentes segmentos para formar una red. Las redes no se fabrican formando grandes superficies, sino que vienen de fábrica en pequeños trozos que es necesario unir para conseguir la dimensión necesaria.
Así que las redeiras siguen siendo muy importantes para el sector pesquero, pero hoy en Galicia ya sólo quedan 375 profesionales, de los cuales el 90% son mujeres, con una media de edad de 54 años, según un informe pionero que ha sido presentado en junio de 2023. El objetivo era conocer la situación sociolaboral de las redeiras en la comunidad y avanzar con medidas para dignificar y hacer más atractiva la profesión.
Verónica Veres nos recuerda que esto son solamente datos de Galicia, “el motor de pesca de España”. Porque el resto del país está aún peor. “En Asturias quedan dos redeiras. En Cantabria son 8, en el País Vasco había 14 en verano. En las islas Baleares, hay una redeira. Lo fuerte está en Galicia.”
“Las redeiras se acaban, pero siguen siendo necesarias”
Para la presidenta de la federación y también redeira, uno de los principales problemas a que se enfrentan es el relevo generacional, porque “las redeiras se acaban, pero siguen siendo necesarias”.
Y aunque sea un oficio muy duro e inestable -las redeiras son trabajadoras autónomas-, Veronica asegura que hay muchos jóvenes con interés en aprender el oficio. “En Marín hay una escuela reglada que hace estos cursos y siempre están llenos. Siempre queda lista de espera. Y también vemos que la gente que saca esa titulación se da de alta”, explica.
Fue precisamente en el Centro de Formación A Aixola, en Marín, en la provincia de Pontevedra, que Sara González hizo el curso de confección y mantenimiento de artes y aparejos. Con tan solo 30 años, Sara es la redeira más joven de Galicia, y probablemente de toda España.
Empezó en 2014 con 21 años en la Asociación de Redeiras do Baixo Miño Atalaia, mientras estudiaba Administración y Finanzas, por influencia de las mujeres de su familia: su madre, tía y abuela eran redeiras también.
Tras unos años apartada de las redes para trabajar en una asesoría y en el concello de O Rosal, decidió volver al oficio en 2021. Con una hija de tres años, el trabajo de redeira le permite la flexibilidad de conciliar la vida familiar con la profesional.
Un oficio familiar
Sara González es el ejemplo vivo de un oficio que siempre fue pasado de madres a hijas de forma artesanal. En las familias de pescadores, mientras los hombres salían para la faena, las mujeres se quedaban en casa a hacer el aparejo. Así que durante muchos años no fue considerada una profesión y, según Veronica Veres, sigue siendo considerada una profesión de segunda.
“Nosotras para algunas cosas estamos en la Ley de Pesca, como puede ser en la seguridad social, y ahora también lo reconocieron este año [2023] el coeficiente reductor, que también es el que se le aplica la Ley de Pesca”, dice Veronica.
Sin embargo, para el Ministerio de Hacienda, las redeiras son parte del sector textil. “Hay el error de decir que las redes se cosen, que no se cosen, se atan. Y de ahí que al oír coser, nos asocien a que somos de textil”, continúa la presidenta de la federación gallega.
Esta es una de las grandes batallas de las redeiras gallegas: ser una profesión reconocida en la Ley de Pesca y tener los mismos derechos que los demás trabajadores del mar. En 2023 han logrado conseguir que se les reconozca el coeficiente reductor para la jubilación anticipada, pero todavía no se les reconoce muchas de las enfermedades causadas por su trabajo.
Sara recuerda en una entrevista telefónica con EscapadaRural cuando tuvo una tendinitis y no lo han considerado como enfermedad laboral. “Fui a la Mútua, me hicieron pruebas y me decían que no, que eso no se podía asegurar que fuera del trabajo. Yo trabajo con las manos todo el día, ¿cómo no va a ser del trabajo? Al final tuve que estar de baja médica, pero por enfermedad común”, relata.
La lucha de las redeiras
Son este tipo de problemas los que la Federación Galega de Redeiras Artesás O Peirao -que en gallego significa muelle- intenta cambiar desde que nació en 2004 a raíz del desastre del petrolero Prestige que, en 2002, afectó a toda la costa gallega. La flota tuvo que parar y, desde el Gobierno, fueron atribuidos subsidios a los afectados por ser un caso de tragedia y de catástrofe ambiental.
En ese momento, se reconocieron todos los trabajadores del mar excepto a las redeiras, porque no se consideraba un oficio. Se consideraba un trabajo de casa y no estaba contemplado. Así surgió la federación, que engloba a ocho asociaciones de distintas localidades gallegas con el objetivo de conseguir mejores condiciones laborales para el gremio.
En estas dos décadas, las conquistas de la federación fueron muchas pero queda mucho por hacer. Veronica Veres nos habla de situaciones de intrusismo que perjudican la profesión, porque muchas personas hacen arreglos en sus casas de manera furtiva. “Si hay gente que no está dada de alta en la seguridad social, pues lo que hace es bajar los precios”, dice.
A pesar de todo, tanto Verónica Veres como Sara González son optimistas respecto al futuro de la profesión porque hay mucho trabajo y cada vez menos redeiras. “Es un trabajo duro y está poco valorado, como todo lo artesano, pero hay mucho futuro y hay mucho nicho de mercado que eso es lo importante”, asegura Verónica.
Uno de esos nichos es la industria de la moda que también ha contratado algunas redeiras para hacer cestería, bolsos y otros textiles con modelos inspirados en Galicia. Es el caso de Inditex, más concretamente Zara y Loewe, que encargan ediciones muy limitadas de bolsos en campañas puntuales.
Esta es una vía que puede aportar mucho valor a la profesión y atraer a los más jóvenes. Aunque Verónica nos explique que, en realidad, esos trabajos puntuales suponen menos de 1% del trabajo anual.
Las redeiras gallegas seguirán con su lucha para garantizar el futuro de la profesión con todos los derechos que reclaman y con el reconocimiento que se merecen. Y quizás en unos años la hija de Sara González de tan solo tres años pueda decidir ser redeira como su madre, su abuela y su bisabuela, pero con mejores condiciones laborales. “Considero que es un trabajo completamente digno y que podría perfectamente, si ella quisiera, dedicarse a esto”, termina orgullosa de la tradición familiar que carga en sus manos.
Ângela Coelho