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Cuando contemplas el mapa de Jaén tienes la sensación de estar frente a una caja de sorpresas de la que es difícil escoger una u otra. Tienes el Parque Natural de la Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas; las renacentistas Úbeda y Baeza; la ruta de los castillos; el yacimiento íbero de Cástulo y cantidad de cascos históricos y paisajes bellísimos.
Un buen ejemplo de esta acumulación de sorpresas se encuentra a simple vista transitando la N-432. Allí, entre Granada y Córdoba, se alza Alcalá la Real, cabeza de comarca de Sierra Sur. La imponente silueta de la fortaleza de La Mota en lo alto del cerro es un reclamo visual tan impresionante que es difícil no echar el freno al coche.
El mar de olivos que rodea Alcalá la Real resulta de una belleza absoluta. Aunque no siempre estuvieron ahí, sino que fue la filoxera la que obligó a cambiar la vid por el olivo en el siglo XIX. Hoy enmarcan a la ciudad, que se muestra esplendorosa con el paso del tiempo. Llamada Qal´at en el 713, su doble muralla se construyó adaptándose a los tajos y peñas del cerro en lo que fue toda una obra de ingeniería bélica. Fue codiciada por musulmanes y cristianos, que sabiendo de su posición estratégica entre el reino de Granada y el de Castilla, se disputaron el enclave durante siglos.
La fortaleza de la Mota: un símbolo entre olivares
El soberbio perfil dibujado en el horizonte por el cerro La Mota acapara todas las miradas. En plena ruta del Califato, esta atalaya formidable, verdadera historia arquitectónica, estuvo unida en su día con Alcaudete, castillo de Locubín y Granada. Hay tanto que ver en ella que cuentan como anécdota que un turista francés tiene el récord absoluto de tiempo empleado: dicen que se estuvo siete horas de visita. Puede parecer mucho, pero qué son siete horas ante todos los siglos de historia que ostenta.
La Mota merece una guía lo más extensa posible para poder hacerse con los secretos de sus murallas y adarves, alcazaba, la iglesia Mayor Abacial, el nevero o las diversas torres. Para muchos alcalaínos, la silueta forma parte de su vida íntima, pero hay que traspasar sus umbrales para conocer todos los secretos de uno de los recintos amurallados más importantes de Andalucía.
¿Qué hay en La Mota?
Hay que visitar las tripas de la fortaleza para dejar nuestra época y alcanzar la del dominio musulmán, en plena Edad Media. Una buena forma de adentrarse es hacerlo por la ciudad oculta. Cuentan las crónicas de la época que la conquista por parte de los cristianos, a manos de Alfonso XI, se llevó a cabo en 1341 mediante un asedio que se hizo cavando túneles para alcanzar los pozos que surtían de agua a los árabes y así contaminarlos para que no tuvieron más remedio que rendirse. Así pues, se puede decir que Alcalá pasó a ser el escenario de una de las primeras batallas químicas de la historia bélica.
Precisamente, aquellas galerías secretas que durante siglos habían quedado ocultas, fueron redescubiertas en 2015 y preparadas para que hoy se pueda acceder por una empinada subida de 150 metros de pasadizos, los mismos que siguieron los conquistadores para atravesar las entrañas del cerro y alcanzar su interior.
Una vez en La Mota, hay que recorrer la antigua alcazaba con sus tres torres: la del Homenaje, la de la Campana y la de la Vela. También, hay que seguir el antiguo trazado urbano con sus casas y bodegas, aljibes y puertas, murallas. Al poco aguarda el mayor tesoro, la iglesia abacial de Santa María la Mayor, una de las joyas del Renacimiento de la provincia de Jaén, levantada por los cristianos donde antes hubo una mezquita. A pesar de que en el siglo XIX los franceses la asolaron en su retirada, sigue fascinando por sus detalles góticos y renacentistas.
En su última etapa, fue usada como cementerio, algo que perduró hasta 1950: los restos de la necrópolis se conservan a la vista de todos. Los visitantes pueden comprobar la pervivencia de una ruina que se ha convertido en un testimonio bello y que cuenta con un fantástico audiovisual que revela todos los secretos de La Mota.
Pero no todo va a ser La Mota
Tras la conquista de Granada ya no había incursiones que temer, así que los alcalaínos comenzaron a dejar los rigores del cerro de La Mota para ir a buscar suelo más llano y fértil. Con ello, la fortaleza comienza su progresivo desalojo y abandono. La nueva zona que comienza a ocuparse se conoce como el Llanillo, emplazamiento actual de la ciudad, también declarado Conjunto Histórico Artístico en 1967.
La expansión extramuros se inició progresivamente a través de la calle Real, a partir de donde se irán construyendo edificios religiosos y civiles, sus arrabales de Santo Domingo, San Bartolomé y San Sebastián; los conventos de San Francisco y de la Trinidad. Hay que dejarse caer por el paseo de los Álamos, con San Antón y el antiguo convento de Capuchinos, hoy biblioteca y archivo municipal, que constituyó el nuevo eje vertebrador de norte a sur que se convertiría en el nuevo escenario de la vida local.
Pero la singularidad arquitectónica de la ciudad se aprecia también en la inmensa cantidad de edificios modernistas, movimiento que aquí se vio influido por el regionalismo andaluz. La mayor parte de esas casonas pertenecieron a familias de comerciantes que desde finales del siglo XIX formaron parte de la burguesía alcalaína.
Son de visita imprescindible el Palacete de la Hilandera, diseñado en 1897 por Manuel López Ramírez, con su zócalo de azulejo y mobiliario de la época, y el Palacio de la Veracruz. El último en mudarse desde el recinto-fortaleza fue el Palacio Abacial, que en plena Carrera de las Mercedes aloja hoy el interesante Museo Arqueológico con piezas llamativas de la época califal.
Planes con vistas en Alcalá la Real
Al otro lado del cerro de La Mota, se levanta el otro cerro de las Cruces. Y así de cerro en cerro, se tienen las mejores vistas de Alcalá la Real. Además, se pueden disfrutar con una cerveza Mariloli. Esa es la cerveza más ligera y refrescante que producen Adora Villegas y Pedro Gutiérrez en su cervecería artesanal, Tierra de Frontera.
Subiendo por el barrio de las Cruces y una vez se ha pasado por la ermita del Ecce Homo, se llega al cuidado mirador que han preparado estos dos emprendedores cerveceros. No siempre estuvieron aquí. Comenzaron en un polígono de la zona, pero cuando encontraron este espacio se enamoraron de él. ¡Y no es para menos! Las vistas son estupendas y más cuando se disfrutan con uno de sus menús maridados con sus cervezas artesanales, ya sea una Golden Ale, la Pale Ale, la Brown Porter o la potente Ipa.
Siguiendo con la gastronomía…
Rubén Montañés es la cuarta generación de una familia que hoy puede presumir de regentar la empresa en activo más antigua de Alcalá la Real. Fue su bisabuelo quien innovó en el noble arte de confeccionar embutidos. Y se dice bien, innovar, porque lo suyo no es el típico embutido, no es un chorizo o una morcilla simplones. No, lo suyo es un pavo trufado, un relleno de Carnaval, o un relleno montañés… Conceptos que han arraigado en todas las celebraciones familiares de la zona, donde no puede faltar una buena bandeja de surtidos de Casa Montañés. Llevan así desde 1918.
Pero además de embutido, Alcalá es una pequeña capital gastronómica con sus Quesos Sierra Sur, y otros pequeños proyectos artesanos amparados por la marca Degusta Jaén, sin olvidar los vinos de Marcelino Serrano que se elaboran a las afueras del pueblo.
¿Dispuestos a caminar?
Para quienes no se hayan cansado de subir y bajar callejuelas en Alcalá la Real, tienen a su disposición un par de senderos ideales para sacar brillo a las botas de montaña y abrir apetito. Por un lado está la ruta del río Velillos, un sendero lineal de unos 10 kilómetros que discurre por la vega entre chopos en los que suelen anidar el ruiseñor o el mirlo común.
También cuenta con la emblemática ruta de los Zumaques, el primer sendero homologado por la Federación Nacional de Montaña. Tiene como premio unas maravillosas vistas de la fortaleza de la Mota y de Sierra Nevada. En total, una longitud de 9,4 km de recorrido lineal que se puede realizar en un tiempo estimado de unas tres horas.
Además, por el municipio pasan dos largos senderos, el Sendero de Gran Recorrido GR 7, Sendero Europeo E-4, que es el sendero más largo de Europa. Y el Camino Mozárabe de Santiago, que utilizaban los cristianos que vivían en los reinos árabes para enlazar con la Vía de la Plata hasta Santiago de Compostela, siendo una de las rutas más antiguas del Camino de Santiago.
José Alejandro Adamuz