Punta Umbría y la historia del hombre que nunca existió
Escrito por
24.05.2022
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Hay un lugar en Huelva que fue parte central de una de las operaciones secretas más impresionantes de la Segunda Guerra Mundial. La operación tenía el nombre en clave de Carne Picada (Mincemeat en su idioma original) y aunque era una operación aliada, el servicio secreto británico la puso en marcha en España, que era un país poco afín. Ahora veremos por qué y cómo lo que ocurrió en Punta Umbría afectó a la marcha de la guerra de manera sustancial. Esta es la historia del hombre que nunca existió.
España no participó de forma directa en la Segunda Guerra Mundial, si bien su neutralidad estaba escorada hacia el banco alemán. Y por eso fue Punta Umbría una pieza clave en esta historia que parece sacada de una película de espías. No en vano, estos hechos han sido llevados al cine en varias ocasiones. La última de ellas, con Colin Firth como protagonista, se acaba de estrenar en España.
Una de las operaciones de engaño más importantes de la Segunda Guerra Mundial
El 30 de abril de 1943 un pescador de Punta Umbría llamado José Antonio Rey María, de 23 años, salió al mar como otras tantas veces. Su labor era divisar los bancos de peces y marcarlos con una boya para que los barcos de pesca tuvieran más fácil su trabajo. Aunque el mar estaba revuelto aquella mañana, vio un bulto sobre el agua y se acercó. Al llegar comprobó que era un hombre, un cadáver, con un chaleco amarillo puesto. José Antonio medio subió el cuerpo a su barca y remó en dirección a la orilla.
Una vez con los pies sobre tierra, en la playa, avisó a los militares locales, porque el muerto iba vestido con uniforme. Los militares encargaron una autopsia que determinó que había muerto ahogado unas horas antes de ser encontrado. El mal estado en que se encontraba el cuerpo se debía al mar y al sol, según el informe.
Gracias a la documentación que portaba el fallecido, se le identificó como el mayor William Martin, de la marina británica. Martin portaba unos cuantos documentos y algunas cartas personales que tenían información de enorme valor para los alemanes. En aquel momento de la guerra los aliados no habían pasado del norte de África a Europa, y esos documentos exponían los planes para atacar por dos puntos principalmente: Grecia y Cerdeña. Conocer esto permitiría centrar las defensas alemanas en esa parte de Europa y daría una gran ventaja al eje frente al ataque aliado. Era información valiosísima.
El sur de España estaba plagado de agentes y colaboradores
Como decíamos, España era neutra, pero eso no quiere decir que no hubiera por aquí militares alemanes, espías y representantes de Alemania bien relacionados. Es más, en el sur, en la zona del Estrecho, su presencia era especialmente importante. Y esto hizo que todos los documentos del mayor Martin llegaran a manos alemanas sin retraso. Las cartas personales fueron abiertas y fotografiadas, así como todo lo demás, y entregadas sin más a los hombres del Tercer Reich en la zona.
Las autoridades españolas comunicaron a los británicos que habían encontrado el cadáver y que, viendo su rango, aseguraban la confidencialidad de todo lo que portaba. Por supuesto, esa referencia a la confidencialidad hizo pensar a los británicos que con toda seguridad los documentos ya estaban en manos alemanas. Ya saben, aquello de excusatio non petita, accusatio manifesta.
Esta información llegó a Berlín y afianzó la idea que ya tenían sobre las zonas que los aliados atacarían para entrar en Europa, moviendo sus posiciones hacia ellas y despreocupándose de lugares como Sicilia, ahora que sabían que por allí no ocurriría nada. El plan de los aliados había funcionado como un reloj, porque todo era un engaño. Y los alemanes habían picado.
En la noche del 9 al 10 de julio de 1943 los aliados lanzaron la operación Husky, asaltando Sicilia y de ahí, hacia Europa. Fue un éxito. Los alemanes estaban desconcertados. Como dijo Mark Twain: No es lo que no sabes lo que te mete en problemas. Es lo que sabes con certeza que, simplemente, no es como tú crees. Pero volvamos hacia atrás al inicio de aquella operación de engaño cuyo nombre en clave era Carne Picada.
Se planeó en Londres, ocurrió en Huelva y confundió a Berlín
Todo había sido idea de dos hombres, Charles Cholmondeley, un capitán de la fuera área en comisión de servicio en el MI5, el Servicio de Seguridad del Reino Unido, condenado a no volar por su miopía; y Ewen Montagu, del departamento de Inteligencia Naval. Y prepararon bien su trampa. El mayor Martin que se encontró en Punta Umbría era en realidad un vagabundo que había muerto por envenenamiento. El pobre, tras pasar un tiempo en una cámara frigorífica, había sido vestido como militar y se le había dotado de toda una historia.
Esa historia también era falsa. Los documentos y las cartas personales del maletín que el mayor Martin llevaba estaban preparados para engañar a los alemanes. Las cartas mencionaban el (falso) lugar de la invasión de pasada, para darle más verosimilitud. El maletín iba esposado a su muñeca, lo que tenía una doble función. Que indicara la importancia de los documentos y que no se separa del cuerpo una vez que este fuera abandonado en el mar.
El cadáver también llevaba una foto de una supuesta novia, y un recibo de un anillo que había comprado. Cholmondeley y Montagu fueron al teatro y uno de sus tickets de entrada fue puesto en el cadáver. Todo esto estaba pensado para que, si los alemanes encargaban a uno de sus agentes en Reino Unido investigar al mayor Martin, se encontrara con motivos para pensar en que era un hombre de verdad, que había estado en Londres esos días, había ido al teatro, comprado en una joyería…
El pobre vagabundo, que se llamaba Glyndwr Michael, convertido ya en el mayor Martin y con toda la documentación encima, fue metido en un submarino para el viaje hasta la costa del sur de España. Iba dentro de un arcón metálico y rodeado de hielo seco para conservar su estado, que no era el mejor y que era uno de los riesgos de la operación, que se dieran cuenta de que no había muerto ahogado. Y cerca de Punta Umbría emergió el submarino en mitad de la noche y dejó flotando el cadáver, que encontraría unas horas después José Antonio Rey.
Supongo que este pescador nunca fue consciente de su papel dentro de la Segunda Guerra Mundial, de cómo ayudó al éxito de una de las operaciones especiales más populares de la historia. Y aún falta un detalle para completar el misterio…
La tumba del hombre que nunca existió está en Huelva y, durante décadas, alguien le dejó flores
El cuerpo del mayor, una vez cumplida su misión, fue sepultado en el cementerio Nuestra Señora de la Soledad, en Huelva. Pueden ir y buscar la tumba, con el siguiente texto:
William Martin. Nacido el 29 de marzo de 1907. Fallecido el 24 de abril de 1943. Amado hijo de John Glyndwyr Martin y la difunta Antonia Martin, de Cardiff. Gales. Dulce et decorum est pro patria mori. RIP.
Durante décadas hubo flores periódicamente sobre la tumba del mayor Martin, y no se sabía quién le hacía aquel homenaje al vagabundo que sirvió a su país, sin saberlo y después de muerto. Al final se descubrió que era un ingeniero británico que trabajaba en las minas de Riotinto. La tradición la continuó, desde que él falleciera en 1968, una sus hijas, Isabel Naylor.
Por cierto, todo esto se conoce popularmente como La historia del hombre que nunca existió, porque uno de sus protagonistas, Ewen Montagu, la contó en 1953 en un libro que tituló así y que se convirtió en película poco después, con el mismo título. Precisamente Montagu es interpretado por Colin Firth en The man who never was, la nueva película sobre esta historia.
Manuel Jesús Prieto
El cadáver que echaron los ingleses al mar, con una maletín de documentos atado a la muñeca, origen de la película: ‘El hombre que nunca existió’, dicen que no había muerto envenenado, sino de pulmonía, y que los ingleses contaban con el apresuramiento de los forenses españoles para hacerle pasar por un ahogado. Agur