A principios de los años 40, la sociedad española todavía estaba pasando la resaca de la Guerra Civil. La posguerra paralizó muchos aspectos de la vida, entre ellos el de la cultura. Por eso, en 1943 el pintor y escultor almeriense Jesús de Perceval decidió hacer uso de su energía creativa y puso en marcha el Movimiento Indaliano con un primer congreso en el Café Granja Balear de Almería.
Hay quien dice que la poeta Celia Viñas también ayudó a formar la cuadrilla, aunque los que destacan son los nombres del que pasó a conocerse como ‘grupo de los siete’: Jesús de Perceval, Francisco Capulino, Miguel Rueda, Antonio López Díaz, Miguel Cantón Checa, Luis Cañadas y Francisco Alcaraz. Con ellos también se solía reunir el escritor Eugenio d’Ors.
Entre todos llevaron el nombre de su ciudad más allá de los límites de su comunidad y llegaron a darle notoriedad dentro del mundo artístico, triunfando con una exposición en el Museo Nacional de Arte Moderno en Madrid en 1947. Poco a poco, los integrantes del movimiento fueron tomando sus propios caminos y el último congreso del movimiento –el segundo– se celebró en 1963. Pero para suerte del público, su arte ha pasado a la posteridad.
Hay muchos aspectos que estudiar sobre los ‘indalianos’, pero lo que más dudas inmediatas suscita al conocerlo es su nombre ¿De dónde viene? ¿Qué es el Indalo? ¿Una región, un pueblo, una ciudad, una religión? La respuesta viene a ser un mix de todo esto y mucho más.
El Indalo es una figura rupestre –de la época del Neolítico o de la Edad de Cobre– que representa a una persona con los brazos en cruz cubierta por un arco. Fue el arqueólogo Manuel de Góngora y Martínez quien, en 1868, descubrió dicha pintura en la Cueva de los Letreros, en el término de Vélez Blanco en la sierra de Maimón Grande.
Actualmente es Patrimonio de la Humanidad y quienes hayan visitado la provincia de Almería y, en concreto Mojácar, pueblo indalo por excelencia, lo habrán visto por todos lados: muros, fachadas, souvenirs o pegatinas para los coches (incluso fue mascota de los Juegos del Mediterráneo de 2005: Indalete). Según el ayuntamiento de Mojácar, su nombre es en recuerdo de San Indalecio que significa en el lenguaje íbero “Indal eccius (mensajero de dioses).
Popularmente, el Indalo se utiliza como símbolo de protección y buena suerte. En tiempos muy remotos, se conocía como ‘Muñeco mojarareño’ porque era muy habitual verlo en las fachadas de las casas. Realizaban ‘la pintada’ con almagre (arcilla roja para hacer marcas) con la intención de proteger sus viviendas de maldiciones y tormentas destructoras.
Qué ver en Mojácar, pueblo indalo
Su estética se aprecia desde las inmediaciones gracias al color blanco de sus casas de forma cuadrada con techos planos. El pueblo se ha ido acomodando a la orografía del terreno y tiene unas buenas cuestas que se hacen menos empinadas gracias a la imagen de las viviendas, adornadas con macetas o pinturas de flores. El antiguo barrio judío de El Arrabal, construido en el siglo XVII fuera de la muralla que rodeaba el pueblo, es imperdible.
El mapa de los puntos de interés está bien nutrido. Por ejemplo, están las ‘Estatuas mojaqueras’, que en 1989 la escultora almeriense Mª Ángeles Lázaro Guil realizó en homenaje a las vecinas del pueblo que tanto han trabajado por sacarlo adelante a lo largo de la historia.
Desde el mirador del castillo, donde se conserva un antiguo aljibe musulmán, se puede observar el horizonte a 175 metros sobre el nivel del mar. El pueblo tiene otro punto de observación del paisaje, en el que además se desarrolla una parte importante de la vida social del pueblo, que es el mirador de la plaza Nueva.
Los vestigios del paso de los árabes por Andalucía están presentes por toda la localidad, como por ejemplo en la plaza del Parterre. Todos los indicios apuntan a que se trata de una antigua necrópolis de la época cuyos restos están orientados hacia La Meca. Además, también se puede observar la reproducción de una de las escenas de La Reconquista realizada por la artista Itziar Ortuza.
Asimismo, la puerta de la ciudad está construida sobre los restos de la original puerta árabe y es el acceso inicial a Mojácar. Se reconstruyó en el siglo XVI y en ella se puede ver el escudo de la ciudad, con el águila bicéfala de la casa de los Austria, y la leyenda “A la muy noble y leal ciudad de Mojácar, llave y amparo del reino de Granada”.
Los admiradores del arte no pueden pasar por alto la visita al Sopalmo (su significado es cueva o abrigo natural), ya que fue un lugar de encuentro de artistas y pintores. Se trata de una pedanía con una ermita y una fuente de la que fluye agua de un manantial natural.
Para recuperar fuerzas tras el recorrido, lo mejor es disfrutar de la variedad de la gastronomía clásica del pueblo. Los gurullos (un puchero de pasta elaborada con azafrán y harina de trigo), las migas, el caldo de pimentón o el guiso de pelotas (alubias con carne y embutido) están presentes en casi todas las cartas locales y almerienses. Y para brindar una copa –o las que se tercien– de vino almeriense, todo un lujo a descubrir.
Carmen López
El pueblo I dalo es maravilloso y bonito.