Portuñol, el dialecto que une a España y Portugal
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19.05.2020
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En 2018, después de un partido entre el Porto y el Newcastle, el portero del equipo luso, Iker Casillas, contestó amable y muy serio a las preguntas que un periodista le hizo en portugués. Para sorpresa y chanza de los espectadores, el entrevistado empezó a mezclar palabras en castellano y en portugués sin orden ni concierto pero sin perder la calma en ningún momento. Como si se tratase de un idioma existente en la realidad y aunque parezca mentira, tampoco estaba tan lejos de serlo.
‘Portuñol’ fue la palabra que se utilizó en las infinitas bromas que se hicieron sobre la perorata del pobre Casillas (hasta el legendario ex-futbolista Paolo Futre se ofreció a darle clases del idioma de marras) y resulta que no se la inventó ningún tuitero avispado, aunque seguro que hubo alguien que intentó apropiarse de la autoría.
Como su propio nombre indica, se trata de una mezcla entre el español y el portugués (con construcciones bastante más complejas que las que elaboró el portero) que se da en zonas limítrofes de países en los que se hablan dichos idiomas. En América se practica en las fronteras de Brasil con otros estados castellanoparlantes y en España en las poblaciones que pegan con Portugal.
En el continente americano, el portuñol tiene mucha fuerza en la zona de Uruguay y Brasil, donde se habla desde hace más de 200 años y está considerado como un dialecto. Su nacimiento fue espontáneo y surgió de la necesidad de comunicación entre las personas de ambos lados de la frontera. Las construcciones gramaticales de ambos idiomas son similares (aunque un castellanoparlante, por ejemplo, no entienda nada de lo que le están diciendo en portugués) y, por decirlo de manera sencilla, se acoplan bien.
El portuñol tiene allí, como todas las lenguas, connotaciones sociales en ese territorio que van más allá del entendimiento entre las personas. Por algunos está considerado un dialecto propio de clases inferiores mientras que otros lo defienden como elemento de la identidad cultural de los sitios en los que se habla. Un debate que suele ser habitual en países plurilingües.
Qué pasa en España
El peso del portuñol en la península ibérica no es tan grande como al otro lado del Atlántico –de entrada porque afecta a menos personas– y no se practica a lo largo de toda la frontera, sino en casos más puntuales.
Uno de ellos es el pueblo de Barrancos, un municipio de Portugal que limita con Oliva de la frontera y Valencia del Mombuey (ambos pertenecientes a la provincia de Badajoz) y con Encinasola (Huelva). Dentro de las fronteras de su país, también limita con Moura y con Mourão.
Allí no solo dominan el portuñol, sino que tienen una derivación propia conocido como barranqueño. Surge de la mezcla de portugués con el castellano que se habla con acento extremeño y andaluz, que tienen dejes lingüísticos autóctonos. Los habitantes dominan el portugués, el español y el barranqueño, que diversas instituciones lingüísticas luchan por que no se pierda. Por ejemplo, la universidad de Évora estudia la elaboración de una gramática con dicho objetivo (aunque también con sus inevitables debates entre lingüistas).
La simbiosis entre ambas lenguas se debe al contacto permanente desde hace siglos de los habitantes de esas zonas. Barrancos está más cerca de la frontera con España que de algunos municipios portugueses y la necesidad ha sido un gran puente entre ellos. Desde el contrabando hasta la Guerra Civil española, el portuñol ha sido una ayuda para la coordinación.
Muchos españoles huyeron a Portugal por esa vía durante la contienda del 36 y acabaron refugiados en los campos de Coitadinha y Ruissianas. De hecho, en 2015 se inauguró en el pueblo una avenida dedicada al teniente Antonio Augusto de Seixas, que levantó la frontera entre ambos países para favorecer el paso de los españoles a Portugal y después les ‘escondió’ para preservar su vida. Ese acto heroico le costó su trabajo, pero salvó a muchas personas.
En Barrancos es el único municipio luso en el que se puede matar a un toro en una plaza de manera oficial desde 2002 –en la fiesta touros de morte– y se pronuncian palabras como ‘escarapantar’ (mostrar sorpresa) o ‘niervos’ (nervios).
Otros puntos de encuentro
Aunque la línea que une a España y Portugal no sea tan larga como la de Brasil y Uruguay, también ha propiciado el portuñol más al norte. En concreto, en zonas que están separadas por la franja invisible de una frontera a veces impuesta sin saber muy bien por qué en ese sitio en concreto.
De hecho, con la crisis del coronavirus se han visto situaciones casi disparatadas. Mientras que en Portugal el confinamiento era mucho más relajado, en España aún no había empezado la fase de desescalada y los movimientos estaban muy limitados. Pero pueblos como Tui y Valença, que casi parecen el mismo, vivían esa descompensación mirándose cara a cara.
Es bastante posible que la anécdota se comente entre los vecinos de ambos lugares en portuñol cuando se llegue a lo que se plantea como ‘nueva normalidad’.
Aunque casi no se recuerde entre los no interesados en la historia de la lengua, el portuñol también se habló en las Islas Canarias. No fue por el contacto fronterizo ni se habla recientemente, sino que se dio después de la conquista del archipiélago por parte de los portugueses en el siglo XV. Sí que en el dialecto canario existen algunas palabras o construcciones procedentes del portugués, pero desde principios del siglo XX el portuñol no es una realidad en las islas.
Casillas no acertó demasiado con su mezcla de castellano y portugués en sus declaraciones, pero en su defensa hay que decir que se acercó al portuñol. Y su historia muestra que tiene un peso importante como lengua aunque muchos no lo conozcan. Y, al final, la intención es lo que cuenta.
Carmen López