¿Por qué se mueren los pueblos en España? Algunas respuestas
Escrito por
01.03.2021
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La cercanía con los vecinos, el aire limpio de contaminación, un ritmo de vida calmado, la naturaleza a pie de calle. Son algunos de los atractivos del mundo rural que una persona enumera cuando anuncia que quiere irse a vivir a un pueblo o los que esgrime alguien que quiere atraer a nuevos habitantes a su aldea. Por no hablar del aspecto económico: por lo que pagas por un piso de 30 m² en el centro de Madrid, tienes una casa de tres plantas y un terreno para cultivar una huerta en cualquier pueblo semi-vacío de España, se oye por ahí.
¿Por qué se ha ido la gente de esos sitios? ¿Qué ha llevado a que surjan términos como ‘La España vaciada’ o ‘España vacía’? Según los aspectos que se acaban de enumerar, la vida en el campo es más que ventajosa. Para encontrar una respuesta válida y que no esté basada en clichés, hemos pedido ayuda a un experto en el tema.
Pedro Tomé es antropólogo, responsable del Departamento de Antropología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y explica que: “No hay una única causa, sino muchas concatenadas que se desarrollan a lo largo de varias décadas –desde fines de los 50 hasta ahora, que sigue- y que, en parte, van cambiando.
La fundamental podría ser la creencia de que en las ciudades hay una calidad de vida mucho más elevada que en los pueblos y que, por tanto, será más fácil progresar económica y socialmente. Esta idea es firmemente apoyada desde instancias públicas y reforzada desde otras muchas direcciones (medios de comunicación, cine, procesos de emulación, etc.) que conjuntamente asientan la idea de que si se quiere que los hijos vivan mejor que los padres hay que ‘abandonar’ el pueblo”.
Pero no es el único motivo. Tomé indica que también “hay muchos factores locales e individuales que hacen que no en todas partes sea igual. Hay lugares en que se había pasado mucha hambre y la ciudad se ofrece como un reclamo para dejar atrás esa situación. Otros lugares, donde la población, sin ser casi nunca excesiva, había crecido lo suficiente como para que los frutos de la tierra no ‘dieran’ para alimentar a todos. A la vez, en la década de los 60, sobre todo, comienza una rápida mecanización de algunas áreas que hacen que no sea precisa tanta mano de obra para trabajar el campo”.
Asimismo, señala que “un número importante de personas, pero no sabemos cuántas, se marchan para eludir el exceso de control social que hay en muchos pueblos, particularmente en aquellos en que ha habido una represión muy fuerte o se mantenían estructuras políticas que dificultaban un libre ejercicio de derechos que hoy se nos antojan inalienables. En otros casos, sobre todo desde finales de los 60 y en los 70, la despoblación tiene que ver con las posibilidades de que los hijos estudien o con la posibilidad de acceder a ciertas comodidades que no hay en muchos pueblos (calefacción, agua caliente, etc.)”.
La conclusión con la que resume su respuesta a una pregunta tan abierta como el por qué pasa esto es: “En fin, no hay una única causa y depende mucho de las regiones de las que se esté hablando”.
¿Será posible revertir esta tendencia en los pueblos?
Otra cuestión que no se puede responder con un mero sí o no. Pedro Tomé dice que “Actualmente la tendencia a dejar el medio rural sigue estando presente y está afectando a las cabeceras comarcales que, más o menos, aguantaron. Parece muy difícil y, en todo caso, aunque haya personas que ‘vuelvan’ o ‘se vayan’ a los pueblos haría falta mucho tiempo con una tendencia mantenida para que se invierta la tendencia. Es posible, en todo caso, que estemos yendo hacia formas diferentes de ruralidad, en la que algunos (o muchos, no sabemos) pueblos estén habitados varios meses y haya también épocas en las que no viva nadie.
También plantea otra posibilidad, la de que existan “agricultores que vivan en ciudades intermedias cercanas y se trasladen con sus vehículos cada día al campo. Lo que sí parece cierto es que el turismo, al que se acude como un mantra, no es una solución válida para todos. Sí para algunos, pero, posiblemente, no para la mayoría”.
Y la última pregunta: ¿sería posible que entidades como el Gobierno, empresas privadas, asociaciones, etc., llevasen a cabo algún tipo de acción específicas para mejorar la situación de la España rural? “Lo principal es que se aborde una ordenación del territorio de manera integral. Si unos lugares crecen, es porque otros decrecen. No se puede abordar el vaciamiento sin atender a las causas que están propiciando el ‘llenado’ de otros sitios. No se puede ‘proteger’ unos lugares si otros se desprotegen’, contempla el antropólogo.
Según su punto de vista, “una adecuada ordenación del territorio permitiría una distribución de los servicios de forma que todas las personas (o la inmensa mayoría) tuvieran la oportunidad de cubrir sus necesidades sin esfuerzos desmedidos (no es razonable que una persona tenga que emplear un día entero, por ejemplo, con trasbordos de ambulancias incluidos, para 15 minutos de radioterapia; o que haya niños que se encuentren en situación de desigualdad con respecto a otros). A la vez, es precisa una política pública que haga que estos servicios –médicos, escuela, pero también internet de alta calidad, espacios culturales, etc.- puedan llegar con equidad a todas las áreas rurales”.
Carmen López