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Arrancar musgo para nuestros belenes de Navidad atenta contra el medio ambiente
Las briófitas (musgos, hepáticas y antocerotes) son, a nivel vegetal, el tejido conectivo de nuestro planeta: no solo pueden ofrecernos respuestas sobre el cambio climático e información sobre los ecosistemas, sino que constituyen un pilar básico sobre la salud del medioambiente.
Las briófitas, además, siempre han estado ahí: son plantas que surgieron hace más de 500 millones de años. Es decir, que los musgos son en gran parte el origen de las plantas actuales, las precursoras de la clorofila. Son las hijas de las algas verdes que conquistaron la tierra y se convirtieron en las primeras plantas terrestres.
Sin embargo, hace relativamente pocas décadas, se puso de moda tomar una parte de ellas, el musgo, para decorar nuestros belenes en Navidad. Arrancándolo de su hábitat natural para satisfacer una tradición que, además, no tiene mucho sustento porque el paisaje de la ciudad palestina del famoso pesebre no contaba con este tipo de vegetación.
A España llegó la costumbre de montar ese tipo de belenes durante el Renacimiento, pero cuando realmente se popularizó fue hacia la segunda mitad del siglo XVIII.
La importancia del musgo
Aristóteles (384-322 a. C.) fue uno de los primeros en estudiar en profundidad los musgos, recopilando una valiosa información acerca de especímenes vegetales y animales de la mayor parte del mundo entonces conocido. Dividió las plantas en dos grupos: plantas con flores y plantas sin flores, incluyendo en este último a los helechos, los musgos, las hepáticas, los hongos y las algas observadas hasta el momento.
Los musgos están entre las formas vegetales más antiguas que existen. Y si bien tradicionalmente se ha considerado un tipo de planta de poca importancia, lo cierto es que resulta fundamental para el planeta. Además, posee una extraordinaria capacidad de adaptación y supervivencia: un musgo de la especie Chorisodontium aciphyllum, por ejemplo, fue hallado y “revivido” por un grupo de científicos del British Antarctic Survey y la Universidad de Reading tras permanecer 1.500 años congelado bajo el hielo de la Antártida.
Son plantas que suelen vivir en lugares húmedos o cerca del agua, e interceptan, absorben y retienen los minerales disueltos en el agua de las lluvias, permitiendo la incorporación de éstos en el ecosistema. Es decir, que son purificadores naturales muy eficientes (no en vano, son capaces de retener hasta 20 veces su peso en agua).
Por ello no ha de extrañarnos que Simone Borelli, de la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), haya afirmado que necesitamos árboles y musgo en las ciudades: “Los árboles podrían reducir la temperatura en las ciudades hasta 8°C, lo que llevaría aparejada la disminución del uso del aire acondicionado y de las emisiones relacionadas con estos aparatos hasta en un 40%“.
Un grupo de investigadores incluso desarrolló recientemente una pintura elaborada con esporas de musgo para cubrir las fachadas de los edificios de las ciudades a fin de que la planta crezca sobre las paredes de los edificios y absorba el CO2 de la atmósfera, reduciendo de esta forma la temperatura de las llamadas islas de calor de las grandes urbes y tornando las ciudades más sostenibles.
La empresa alemana Green City Solutions también usa paneles de musgo, de cuatro metros de alto por tres de ancho, para absorber el dióxido de nitrógeno. Ya los ha instalado en 25 ciudades del mundo, entre las que se encuentran Oslo, Hong Kong o Glasgow.
Los musgos también ayudan a la reforestación natural y son el hogar de pequeños animales, especialmente invertebrados como insectos, arácnidos, rotíferos, nematodos y anélidos.
Cuando sustraemos cantidades importantes de musgo de un lugar, estamos propiciando la disminución de la humedad de los bosques, aumentando la erosión de los suelos e incrementando la contaminación ambiental. Sin contar que estamos dejando sin hogar a un número importante de animales.
Cómo decorar nuestros belenes sin musgo natural
Entonces, ¿qué podemos hacer para decorar nuestros belenes? En primer lugar, borrar la idea de que poner musgo es una condición sine qua non. Ya hemos dicho que la tradición del belén es relativamente reciente. Y que la incorporación de musgo es, de hecho, incoherente dado el paisaje que estamos representando.
En el típico belén de tipo abierto y estilo popular, de sobremesa, con figuras bíblicas de madera o plástico, podemos recurrir, por ejemplo, al musgo artificial. Además, el musgo natural tiene una duración limitada, mientras que el musgo artificial se puede guardar para utilizarlo en más ocasiones. Tampoco necesitan humedad, tierra o fertilizante, son fáciles de mantener y no se ven afectados por el clima natural.
O, si preferimos algo natural, entonces los adornos naturales secos como semillas, piñas u hojas secas pueden ser un recurso decorativo interesante. La corteza de pino es otro material muy ornamental.
El musgo debería ser preservado. No debería comerciarse con él. Tal vez, incluso, deberíamos considerarlo tan preciado como el marfil que se extrae de los colmillos de los elefantes. Afortunadamente, en países como España está prohibida su recolección directa, y las tiendas que lo comercializan deben estar acreditadas con permisos para su venta.
Es un pequeño paso para preservar el musgo, el tejido conectivo vegetal de nuestro mundo y, por extensión, esos seres extraordinarios que son las plantas. En palabras de José Ramón Alonso en Botánica insólita:
Nos proporcionan, directa o indirectamente, comida, alimento para nuestros animales, materiales de construcción, leña para calentarnos y cocinar, papel para escribir y leer, fibras para vestirnos y muchas cosas más
Sergio Parra
Excelente pagina con grandes aportes y un contenido de calidad, excelente felicidades.
Recuerdo vagamente el musgo en belenes en casas como algo realmente sucio y difícil de mantener: era húmedo, soltaba mucha tierra… Luego mi familia usó durante muchos años como alternativa una especie de moqueta de terciopelo verde, que adornábamos con piedras de distintos tamaños recogidas de los caminos, paja, piñas, algunas ramillas y madera lo más rústica posible.
La arena y la tierra seca también quedan muy bien, aunque también me gustan los más simples: las figuritas, unas luces y poco más.