Plasencia, la ciudad medieval en la que el abuelo da las campanadas

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13.08.2020

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Plaza mayor de Plasencia
Plaza Mayor de Plasencia. Por Álvaro Germán Vilela

Cuántas veces se habrá escuchado en la Plaza Mayor de Plasencia a algún niño gritar “¡Un muñeco, un muñeco!” mientras mira a la torre del reloj. Y no se lo estaría inventando, porque resulta que las horas del ayuntamiento de ‘la Perla del Norte’ las da un autómata conocido como el abuelo Mayorga.

No es una figura nueva, ni mucho menos. De hecho es tan antigua que sus orígenes no se conocen a ciencia cierta como tampoco los de la máquina que regenta. Por primera vez, en el año 1573, Luis de Toro hizo referencia al reloj de la capital oficiosa de la parte superior de Extremadura en su escrito Descripción de la Ciudad y Obispado de Plasencia.

“Se refiere a nuestro Mayorga. Ignoramos la fecha en la que fue instalado en la torre del Ayuntamiento. Sugerimos que tal vez el nombre por el que es conocido se deba a haber sido regalado por D.ª Leonor de Pimentel, madre del Cardenal Arzobispo de Sevilla D. Juan de Zúñiga, pues su padre era conde de Mayorga y, tal vez este, sea el origen del nombre de nuestro reloj”. 

El abuelo Mayorga
El abuelo Mayorga. Por Juan Aunión

También se especula sobre que su apelativo provenga del lugar de origen del encargado de construirlo (Mayorga es un municipio de Valladolid).  Pero por mucho que se ha indagado, cuándo apareció el muñeco aún no se sabe. Se calcula que más o menos en el siglo en el que se colocó el reloj. 

Lo que sí se conoce es que el abuelo ha aparecido y desaparecido en varias ocasiones y por diversos motivos. Al fin y al cabo ha visto pasar muchas cosas desde su atalaya: cuatro siglos dan para mucho.

En 1743 se sustituyó al original –el que no se sabe cuándo apareció– por otro nuevo, debido a su deterioro. Este sobrevivió hasta 1811, cuando la torre del Ayuntamiento fue derribada durante la Guerra de la Independencia. El abuelo fue colocado de nuevo en 1935, pero pesaba tanto que retrasaba el reloj, así que en 1936 ya le habían bajado de nuevo (y claro, la Guerra Civil también influyó).

El actual data de 1973. Ese año el alcalde Juan Francisco Serrano Pino decidió que ese símbolo placentino debía volver a su lugar de residencia histórico. Mide unos dos metros y pesa 85 kilos. El diseño del mismo se lo encargaron a Manuel Calderón Polo, un maestro de música al que solo le exigieron que el abuelo llevase un gorro rojo.

Hace dos años, se remozó la figura aplicándole una nueva capa de pintura, que hizo que la ropa representase mejor los colores de la bandera de Plasencia. Así, ahora el autómata “hace que toca” las campanas del Ayuntamiento con un ánimo más colorido. Y cuando estas suenan se puede ver a muchos (no solo niños) mirando atentamente la labor de ese abuelo que ha vivido tanto.

El legado medieval de Plasencia

Plasencia
Plasencia. Por Jose Ignacio Soto

Los orígenes de Plasencia se remontan al siglo XII, cuando Alfonso XVIII de Castilla la instituyó como ciudad. Todo el tiempo que ha transcurrido desde entonces (alguno marcado por el abuelo mayorga) ha dejado huella en su territorio, que ha llegado a ser punto estratégico del país en múltiples ocasiones. Hasta el rey Fernando el Católico fijó su residencia en la ciudad a mediados del siglo XVI por recomendación de sus médicos. 

Un paseo por Plasencia es un paseo por la historia. Aún se puede visitar parte de la muralla que fortificó la ciudad después de la batalla de Alarcos por mandato de Alfonso VIII. Aún conserva 20 de los 80 torreones que tuvo y su conservación ha sido muy eficiente. Desde uno de ellos se puede ver lo que fue el patio del castillo que se encontraba allí antiguamente y, por supuesto, una excelente panorámica del exterior de la ciudad.

Otro de los puntos de interés de la también conocida como Perla del Valle (y del Norte, sí) es el acueducto medieval, también muy bien cuidado. Se encargaba de llevar el agua desde las sierras de El Torno y de Cabezabellosa hasta la urbe. Consta de 55 arcos de medio punto y mide 200 metros de largo. 

Acueducto de Plasencia
Acueducto de Plasencia. Por Jose Ignacio Soto

La ciudad tiene también otra muestra de su importancia en la memoria del país, ya que no solo tiene una catedral, sino que tiene dos, conocidas como la Vieja y la Nueva (para que no se dé lugar a equívocos). La primera es un ejemplo del paso del estilo románico al gótico, cuenta con tres naves y bóvedas de crucería y comenzó a construirse en el siglo XIII. Una de sus partes más llamativas es la portada románica con arcos de medio punto. Terminó de construirse en el siglo XIV. 

También está la conocida como Torre del Melón (termina en una bola), que se erige sobre la capilla de San Pablo, que fue la sala capitular de la catedral. Pero en el siglo XV, el obispo Gutiérrez Álvarez de Toledo decidió construir una nueva edificación que sustituyese a la que ya existía. 

Nunca llegó a terminarse, aunque las obras se alargaron hasta finales del siglo XVI, que fue cuando se acabó el presupuesto. Se retomaron dos siglos más tarde, pero nunca se llegó a concluir, así que no le quitó el sitio a la primera. Salamanca, Zaragoza, Vitoria, Lleida y Cádiz son las otras cinco ciudades españolas que comparten dualidad de catedrales.

Además de los puntos de interés turístico, la visita a Plasencia merece la pena tan solo por pasear por sus calles estrechas del casco viejo, los productos artesanales que se venden los martes en el mercado de la Plaza Mayor o las sorpresas escondidas. 

Una de ellas es, por ejemplo, la escultura Escena 3, que representa la figura de un hombre mirando a otro que se sumerge en un arenal. No hay ninguna placa que explique su significado, así que el observador puede atribuirle el que considere más adecuado.

Y quienes quieran sumergirse en la naturaleza, el único problema que tendrán será el de escoger: o bien un buen baño en las gargantas de La Vera, intentar descubrir algún buitre en Monfragüe o reflejarse en el embalse de Gabriel y Galán en las Tierras de Granadilla. Opciones no les faltarán.

Carmen López

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