Sus valles, montes y costas se transforman en escenarios idílicos donde la naturaleza se muestra en todo su esplendor. Para quienes buscan escapar del ruido de la ciudad y conectar con lo auténtico, Galicia en primavera ofrece una experiencia única.
Uno de los mayores atractivos de Galicia en esta época del año son sus pueblos con encanto. Entre ellos, destaca Combarro, una joya a orillas de la ría de Pontevedra, famosa por sus hórreos junto al mar y sus estrechas calles empedradas.
En primavera, los balcones y fachadas de sus casas se adornan con flores, lo que añade un aire aún más pintoresco a este enclave marinero. Otro destino imprescindible es Allariz, en Ourense, un pueblo con un casco histórico perfectamente conservado y rodeado de senderos naturales que invitan a pasear junto al río Arnoia.
No se puede hablar de Galicia sin mencionar sus paisajes naturales. La Ribeira Sacra es uno de los lugares más impresionantes para visitar en primavera. Sus cañones esculpidos por los ríos Miño y Sil ofrecen vistas espectaculares, con viñedos en terrazas que comienzan a rebrotar y monasterios que emergen entre la espesura. Realizar una ruta en catamarán por el río Sil es una de las mejores formas de disfrutar de este paisaje único.
Otro paraíso primaveral es el Parque Nacional de las Islas Atlánticas, que incluye las famosas Islas Cíes. Con la llegada del buen tiempo, sus playas de arena blanca y aguas cristalinas comienzan a recibir a los primeros visitantes. El sendero hasta el Faro de Cíes es una caminata imprescindible para quienes buscan vistas inolvidables del Atlántico y el verde exuberante de la isla.
El turismo rural en Galicia también está marcado por sus casas de piedra y pazos rodeados de jardines floridos. En primavera, estos jardines alcanzan su máximo esplendor con la floración de camelias, azaleas y rododendros. Lugares como el Pazo de Oca, conocido como el «Versalles gallego», ofrecen un espectáculo de colores y perfumes que embriagan los sentidos.
Uno de los elementos más característicos de Galicia en esta estación son sus patios floridos. En muchas aldeas y pequeños pueblos, los patios y balcones se llenan de macetas con geranios, petunias y begonias. Esta tradición, que se conserva con esmero, convierte cada rincón en una postal viviente. En lugares como Betanzos o Ribadavia, perderse por sus callejuelas es una delicia para los sentidos, con el aroma a tierra húmeda y flores en el aire.
Pero si hay algo que hace especial a Galicia en primavera es la sensación de serenidad y autenticidad que se respira en cada rincón. El ritmo pausado de la vida rural, el sonido de los riachuelos, el canto de los pájaros al amanecer y la calidez de sus gentes crean una atmósfera acogedora y genuina.
Galicia en primavera no es solo un destino; es una experiencia para los sentidos. Es recorrer senderos entre bosques de robles y castaños, descubrir aldeas que parecen detenidas en el tiempo, dejarse sorprender por la belleza de sus paisajes y disfrutar de una gastronomía que sabe a tradición.