Sus paisajes naturales, pueblos con encanto y tradiciones ancestrales la convierten en un destino ideal para quienes buscan una escapada auténtica en plena naturaleza.
Uno de los mayores atractivos de Extremadura en primavera es la floración de los cerezos en el Valle del Jerte. Cada año, a finales de marzo y principios de abril, miles de cerezos cubren las laderas de este valle con un manto blanco que deja a los visitantes sin aliento.
Recorrer sus carreteras serpenteantes, detenerse en miradores como el Puerto de Tornavacas o simplemente pasear por sus senderos permite sumergirse en un espectáculo visual único en España. Los pequeños pueblos del valle, como Cabezuela del Valle o Jerte, ofrecen acogedoras casas rurales y restaurantes donde degustar la gastronomía local basada en productos de la tierra.
Otro lugar imprescindible en primavera es La Vera, una comarca repleta de gargantas de aguas cristalinas, frondosos bosques y arquitectura popular. Pueblos como Valverde de la Vera o Garganta la Olla conservan su encanto medieval con calles empedradas, balcones llenos de flores y rincones llenos de historia.
Además, las rutas de senderismo permiten descubrir la naturaleza en su máximo esplendor, con cascadas y pozas naturales ideales para un chapuzón en los días más cálidos.
Más al sur, en la provincia de Badajoz, la primavera embellece aún más la comarca de Olivenza, con sus dehesas verdes salpicadas de encinas y alcornoques. Este paisaje, característico de Extremadura, es el hogar del cerdo ibérico y un paraíso para quienes buscan desconectar y disfrutar del turismo rural en fincas dedicadas a la cría del jamón. En primavera, además, los campos se llenan de flores silvestres y el aire se impregna de aromas frescos que invitan al paseo.
En Cáceres, la ciudad monumental, Patrimonio de la Humanidad, se vuelve aún más bella en primavera, cuando sus patios y balcones se llenan de geranios y claveles. Pasear por su casco histórico al atardecer es como viajar en el tiempo, con sus palacios medievales y calles adoquinadas llenas de historia. A pocos kilómetros, en Trujillo, la primavera trae consigo la famosa Feria del Queso, donde los mejores productores de la región ofrecen sus exquisiteces a los visitantes.
Extremadura también es sinónimo de naturaleza en estado puro. El Parque Nacional de Monfragüe, un santuario para los amantes de la ornitología, se viste de gala en primavera. Sus cielos se llenan de águilas imperiales, buitres leonados y cigüeñas negras, y sus senderos permiten disfrutar de una biodiversidad única en la península.
Otro rincón que se llena de magia en esta época es el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, una joya geológica donde la primavera da vida a sus bosques y praderas. Aquí, las rutas de senderismo llevan a los viajeros por paisajes que parecen sacados de otro mundo, entre montañas, valles y antiguos fósiles marinos.
Extremadura en primavera es un regalo para los sentidos. Sus paisajes en flor, sus pueblos cargados de historia y su gastronomía auténtica hacen de esta tierra un destino inigualable para quienes buscan una escapada rural con encanto.