Otoño en el Valle de Arán

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17.11.2017

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4min. de lectura

Valle de Varradòs
Árboles coloridos en el Valle de Varradòs. Fuente: Jordi Canal-Soler

Llega el otoño: los días se hacen más cortos y fríos y en las copas de los árboles las hojas verdes se convierten en una paleta de ocres, rojos y amarillos. Explota el color del bosque.

Uno de los mejores lugares de España para ver este cambio gradual del color de la vegetación es en el recóndito Valle de Arán, en el Pirineo de Lérida. Enfocado hacia el norte, el valle tiene un clima atlántico característico que nos permitirá gozar de toda la estratificación vegetal del otoño.

Junto al río Garona y sus afluentes que recorren los fondos de los valles glaciares crecen abundantes los abedules, fresnos, hayas y robles que convertirán el bosque en un estallido cromático. Por encima de ellos crecen los pinos y los abetos de hoja perenne y a más altura quedan los prados alpinos y los picos montañosos rocosos que empiezan a empolvarse de nieve.

Una multitud de carreteras y pistas forestales nos adentran en el reino de la naturaleza otoñal del Valle de Arán. La vuelta del Valle de Varradòs es una de las más espléndidas rutas para contemplarla.

Se inicia en el pequeño pueblo de Arròs y se sigue una empinada cuesta que bordea un valle cubierto de bosque tupido hasta llegar al Saut deth Pish, el salto de agua más alto del Valle de Arán, de unos 25 metros de altura.

Desde aquí la carretera se convierte en pista forestal para remontar hasta el cuello de Varradòs, desde donde se tiene una de las mejores vistas del macizo de la Maladeta coronado por el Aneto. La pista desciende como una serpiente entre los prados del Valle del Unhòla que recuerdan las Highlands de Escocia hasta llegar a Bagergue, el pueblo habitado más alto del Valle de Arán.

Saut deth Pish
El salto de agua de Saut deth Pish. Fuente: Jordi Canal-Soler

Otra excursión de singular belleza que puede hacerse también en coche es la que llega a la Artiga de Lin partiendo del pueblo de es Bòrdes. El valle está marcado por el río Joeu que baña un bosque de enormes hayas, robles y sauces lleno de muchísima vegetación arbustiva y surcado por pequeños riachuelos de agua fresca, clara y potable.

A medio camino, una de estas corrientes de agua se ha derivado en una gran fuente, la Hònt deth Gresilhon que, como un rótulo indica, está todavía más rica mezclándola con un poco de aguardiente local.

La pista termina en el refugio de la Artiga de Lin, en una pequeña hondonada rodeada de montañas al otro lado de las cuales se encuentra el Aneto. A lo largo de túneles subterráneos las aguas del glaciar del Aneto que se filtran subterráneamente en el Forat d’Aigualluts reaparecen misteriosamente en la Artiga de Lin en la forma de los Uelhs deth Joeu (los Ojos del Judío).

El espectáculo del agua surgiendo de la roca en forma de cascada es uno de los más interesantes del Valle de Arán, y por los prados alpinos de los alrededores es fácil poder observar la fauna local (gamos, sarrios o incluso el oso).

Otro lugar en el que poder observar el cambio de color otoñal en el Valle es cerca de la Bassa d’Oles, un estanque natural habitado por truchas, ranas y tritones y enmarcado por el Bòsc dera Varicauba, un frondoso bosque de pinos salpicado de prados alpinos.

Situado en lo alto del pueblo de Gausac, desde el borde del agua y por entre los árboles tendremos vistas al pueblo de Vielha (la capital de Arán) y de las montañas del Port de la Bonaigua. Desde aquí se ve toda de la parte alta del valle, donde el río Garona se convierte en un hilo plateado cruzando el bosque de ribera convertido en la paleta de un pintor.

Arties
Iglesia del pueblo de Arties en el Valle de Arán. Fuente: Jordi Canal-Soler

Pero de todas las excursiones para descubrir el efecto mágico del otoño sobre la vegetación del Valle de Arán sin duda la mejor es la que se adentra en el ancho valle de Valarties. Se sale del pueblo de Arties y se sigue la pista hacia los pies del Montardo de Arán, una cumbre piramidal casi perfecta de roca que llega a los 2.833 metros de altura.

A izquierda y derecha del valle el bosque se convierte en oro, cobre y jaspe: uno de los paisajes otoñales más increíbles de todo el Pirineo. Embelesado con la variedad cromática del bosque uno casi desearía que el año no tuviera estaciones y el valle quedara así para siempre, lleno de color como la paleta de un pintor loco…

Jordi Canal-Soler

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