La historia negra de la montaña de Tor, en el municipio de Alins (Lleida), se ha convertido en un atractivo turístico para miles de amantes del true crime. Y es que, en este pequeño pueblo del Pirineo catalán, las disputas de los vecinos por hacerse con el dominio de la montaña acabaron con el asesinato de tres personas.
El periodista Carles Porta ha dedicado los últimos 30 años a investigar los sucesos de este rincón del Pallars Sobirà. En 1995 habló por primera vez del caso en el programa 30 minuts de TV3 y, desde entonces, ha publicado una serie documental, un libro y un podcast en los que explica los hechos.
El comunicador catalán reconoce que el caso de Tor se ha convertido en uno de los trabajos más importantes de su carrera y asegura que «los fuegos siempre son pequeños al principio» pero, como veréis a continuación, algunos, como el de Tor, siguen quemando después de tres décadas. «Comenzamos»:
Fricciones por el dominio de la montaña
En el año 1986, las 13 familias que habitaban la montaña de Tor decidieron unirse en una sociedad de condueños para evitar la posibilidad de expropiación por parte del Estado con el proceso desamortizador de la Ley Madoz (1855). Este condominio se regía por unos estatutos que disponían que solo podía unirse a la sociedad aquellos que mantuviesen encendido el fuego todo el año. Es decir, que viviesen en el lugar de forma permanente.
También se prohibía explotar la madera, los pastos y el derecho de paso por sus pistas y caminos, siendo el principal de ellos el que conecta Cabús con la carretera que llega hasta la estación de esquí de Pal-Arinsal (Andorra). Sin embargo, el condominio no tardó en enfrentar a los vecinos y, especialmente, a dos de ellos: Josep Montané Baró (alias Sansa) y Jordi Ribas Segalès (conocido como el Palanca). Ambos tenían planes distintos para la montaña.
Dos bandos claramente enfrentados
«Sansa» estaba negociando con un promotor andorrano llamado Rubén Castañé, que le habría hecho una suculenta oferta para construir una estación de esquí en la montaña. El Palanca, en cambio, apostaba por el arrendamiento de Tor a una empresa maderera para que la explotase.
Así, la disputa convirtió a Tor en una olla a presión que estalló en julio del año 1980, cuando los guardaespaldas del promotor inmobiliario mataron a tiros a dos de los hombres de confianza del Palanca.
Una muerte que se veía venir
Las fricciones, lejos de desvanecerse, cada vez eran más feroces. Sobre todo, después de que en 1995 una sorprendente sentencia judicial nombrase heredero único de la montaña de Tor a Sansa, por considerar que era quien residía en la montaña todo el año.
Este hecho provocó un enorme revuelo entre los vecinos de Tor, que se negaban a aceptar que el futuro de la montaña quedase en manos de Sansa. Pero tampoco los familiares del nuevo propietario acogieron bien el nombramiento, por considerar que no traería nada bueno. Cinco meses después, Sansa fue asesinado y a día de hoy sigue sin conocerse el autor del crimen.
Una pareja que había residido en Tor llegó a entrar en prisión, después de que un testigo afirmase haberlos visto agredir a Sansa en el patio de su casa. Al parecer, según el relato del testigo, Sansa les debía dinero. Sin embargo, el juez acabó considerando que esta declaración no se sostenía. Sobre todo, porque el acusador de la pareja residía habitualmente en Mallorca y no pudo demostrar (ni con billetes de barco, avión o tickets de compra) que el día del asesinato estaba en Tor. Así, el magistrado puso a ambos en libertad por falta de pruebas.
Los turistas desbordan «el Puerto Hurraco catalán»
Que en un lugar habitado por 13 familias se produzcan tres asesinatos hizo que Tor se convirtiese en un destino turístico suculento para los curiosos que quieren saber más de ese escenario en el que acontecieron los hechos. «Es normal que la gente quiera subir», admite Porta en una entrevista concedida a TV3.
El comunicador entiende que el éxito de su relato, unido a la preciosa estampa del Pirineo de Lleida son dos ingredientes que, sin duda, pueden despertar el interés de cualquier viajero. No obstante, «hay que ir con respeto».
Porta se refiere al descaro con el que algunos visitantes se han presentado en Tor, en busca de cada casa y cada uno de los vecinos protagonistas de la serie documental que, por cierto, han acabado mostrando su rechazo al tránsito de turistas.
Julen Iturbe-Ormaetxe, doctor en Empresariales y licenciado en psicología: docencia, investigación y consultoría, explica en su blog consultorartesano.com la «romería inesperada» que se encontró en este pequeño pueblecito del Pirineo durante una de sus rutas en bici.
«Al llegar de nuevo a Tor, Casa Sisqueta está a reventar. Bicis, motos, coches, autocaravanas, todoterrenos. Todos allí pegados como piojos. Claro que es la única opción. O Casa Sisqueta o nada porque, por no haber, no hay ni fuente. Por cierto, ni cobertura. Y antes, ni electricidad. Cosas del aislamiento. Eso sí, ahora hay un puesto que vende recuerdos de Tor y artesanía diversa. Me voy para allá».
Iturbe se pregunta si es que «¿Tor ha mutado su historia negra en un atractivo especial?» y reconoce que «no esperaba encontrar semejante follón de gente en Casa Sisqueta y semejante desfile de vehículos motorizados, especialmente de motos. Los asesinatos ya no son lo que eran».
Una radiografía equivocada de la sociedad rural
Llegados a este punto, es interesante mencionar que, a excepción de Carles Porta, muchos medios de comunicación pasaron de puntillas por el caso de Tor, llegando a bautizar al lugar como «el Puerto Hurraco catalán». Hubo quien entendió este tratamiento informativo como una voluntad de describir de forma equivocada y simplista a las sociedades rurales, como brutas, violentas y poco evolucionadas.
En Tor, al igual que en muchos otros sitios, las tierras comunales favorecieron el sustento de muchas familias en el campo, pero el capitalismo llegó para quedarse y la cooperación y la solidaridad fueron cediendo el paso a la ansias por la propiedad privada.
Qué ver en Alins
Como ya te hemos comentado, la montaña de Tor pertenece al municipio de Alins, uno de los seis que componen la Vall Ferrera (Pallars Sobirà). Sin duda, un lugar mágico enclavado en el corazón del Parque Natural del Alt Pirineu, que limita con con Andorra y Francia.
Aunque su máximo exponente es la Pica d’Estats, que con sus 3.143 m, está considerado el techo de Cataluña, destacan otras cumbres importantes, como el Monteixo (2905 m), El Baborte (2938 m), el Salòria (2789 m), el Norís (2834 m), además de numerosos lagos, como los de Sotllo, Baborte o Baiau. Así, el destino es un candidato de lujo para los amantes de los deportes de montaña. En Alins podrás practicar trekking, el esquí nórdico, el esquí de montaña, raquetas de nieve, pesca, etc.
Dice la leyenda que Alins tiene una torre en la que las brujas de la Vall de Ferrera se reunían en la antigüedad para disfrutar de las vistas y hacer sus encuentros mágicos. Se trata de la Torre de las brujas y podrás acceder hasta ella desde el pueblo. La excursión está recomendada para toda la familia. Al fin y al cabo, la magia no entiende de edad.
La Vall de Ferrera, al igual que la inmensa mayoría de rincones de nuestra geografía, ha sido modelada a lo largo de la historia por la mano del hombre. En sus pueblos rústicos encontrarás una mezcla embriagadora de cultura, tradiciones, costumbres y gentes cuyo sustento depende de la ganadería, el hierro, las fraguas, los bosques, la madera y el turismo.
Como ves, Vall Ferrera es un valle único que, además, te conduce hasta Tor, un lugar privado que de momento es visitable, siempre y cuando practiques un turismo responsable, huyas de las masificaciones y seas respetuoso con sus gentes y su entorno natural.
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