El templo con una espina de Cristo donde se conocieron Felipe II y Juan de Austria
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23.08.2022
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Hay un lugar en la provincia de Valladolid donde se encontraron dos hermanastros por primera vez, siendo uno de ellos ya entonces rey de España y cabeza del Imperio español. El otro no llegó a rey, pero no puede decirse que su paso por nuestra historia fuera anodino. El lugar del encuentro no es tampoco un lugar cualquiera, tiene casi nueve siglos de historia y es un monasterio impresionante. Recibe el nombre de monasterio de la Santa Espina porque desde su creación ha estado allí una reliquia que se dice que es una espina de la corona de Cristo.
Como si de una matrioska se tratara, el monasterio de La Santa Espina se construyó en torno a la reliquia de la espina, que creció y se fue ampliando con el tiempo, creando al final un pequeño pueblo a su alrededor, que también se llama La Santa Espina. Está en los Montes Torozos, en Castromonte.
Alberga una espina de la corona de Cristo
Esa matrioska comenzó a formarse en 1147, cuando doña Sancha de Castilla recibió, gracias al rey francés Luis VII, una espina de la corona de Cristo. Para guardar esa reliquia, se mandó construir el monasterio y se dotó de fondos para hacerlo, que a la postre es lo crítico para que no quede todo en intenciones.
No hay que olvidar que una reliquia importante cambiaba en aquellos tiempos un lugar, porque lo hacía centro de peregrinaje y de oración, hacía que los poderosos miraran hacia él… Esto ocurrió por toda Europa, pero no en todos los sitios había una reliquia de la corona de Cristo, en la mayoría se tenían que conformar con reliquias de Santos.
San Bernardo de Claraval, un personaje importantísimo en su época y en la historia de la Iglesia, mandó monjes desde el propio Claraval, en el noreste de Francia, para que el lugar castellano prosperara. Claraval y el Císter son uno, por lo que el monasterio era cisterciense desde la misma raíz. El lugar fue creciendo, añadiendo edificios para todo tipo de servicios, generando y sumando reformas y estilos.
El 28 de septiembre de 1559 se eligió aquel entorno para un encuentro histórico. Por primera vez en sus vidas se encontraron cara a cara Felipe II y Juan de Austria, hermanastros por parte de padre. El primero era rey de España desde hacía un tiempo. El retiro de su padre Carlos V a Yuste había dejado claro del todo quién era el responsable del imperio.
Un año antes del encuentro, en septiembre de 1558, Carlos V había muerto, pero ya había dejado expedito el camino para que Jeromín, su hijo ilegítimo, se convirtiera en Juan de Austria, un importante hombre en la corte imperial española. Por cierto, tenía más descendencia ilegítima, si bien todas eran mujeres.
Ese camino de Jeromín habría comenzado cuando Carlos V, que ya era viudo, conoció a una joven en Ratisbona. De ese amorío nació en 1547 un niño al que llamaron Jerónimo y del que el emperador se hizo cargo, de algún modo, poniéndolo a cuidado Luis de Quijada, su ayuda de cámara. Jeromín vivió su infancia en Leganés, sin saber quién era su padre y llevando una vida poco afín a su destino. Esto cambió cuando Luis de Quijada se casó y entre él y el emperador decidieron que el niño debía subir su nivel de exigencia y formarse para más altas ambiciones.
Hay que decir que el primer deseo del padre de Jeromín era que este tomara los hábitos. No hay que olvidar que Carlos V era muy religioso, como no podía ser de otra forma en la época. Pero una vez que vio que el muchacho no estaba llamado por el lado de la vida de Iglesia, tampoco forzó esa opción.
El encuentro se hizo en un bosque junto al monasterio
Así acabó el jovencito en Villagarcía de Campos, en Valladolid, recibiendo una educación más amplia y formal, y aprendiendo política, diplomacia y gobierno a través de Luis de Quijada. Visitó alguna vez al emperador Carlos V e incluso, los Quijada y Jeromín se trasladaron a vivir cerca de Yuste, pero Carlos V no reconoció ni en público ni en privado a su hijo como tal. Aunque sí dejó un documento, un codicilo, que lo cambiaría todo.
En este documento al que hacíamos referencia, reconocía que el emperador había tenido un hijo, de nombre Gerónimo, y así lo elevaba a la corte. Como era de esperar, ya había muchos rumores sobre el muchacho, pero aquello se hizo público de manera abierta tras la muerte de Carlos V, gracias a ese documento.
Felipe II, el rey y cabeza del enorme Imperio español, tenía que cumplir con la voluntad de su padre y por eso se estableció que debían conocerse y entablar relación para que el joven se creara un camino a la altura de su rango de cuna.
Aquel encuentro entre los hermanastros se preparó para el 28 de septiembre de 1559, como decíamos, y fue en las cercanías del monasterio de la Santa Espina. No fue un gran acontecimiento, sino más bien algo íntimo, ya que Felipe II y Luis de Quijada hicieron que con la excusa de una cacería se conocieran y hablaran el rey y el niño de manera casi informal, en un claro del bosque.
El hijo ilegítimo de Carlos V llegaría a ser Juan de Austria
Aquello cambió muchas cosas, comenzando por el nombre del propio joven, que tenía entonces unos 12 años, pasando de ser Jeromín a ser Juan. Curiosamente, Felipe II ya había tenido un hermano llamado Juan, en este caso hijo legítimo de su padre al ser hijo de Isabel de Portugal, pero el pobre bebé no vivió más que unos días.
Gracias a aquel documento de últimas voluntades de Carlos V, Juan de Austria pasó a ser parte de la familia real y se convertiría en un miembro destacado de la corte. A partir de ahí ya era don Juan de Austria, se formó en Alcalá de Henares y combatió en unas cuantas batallas, entre ellas, Lepanto. Como decía, un personaje importante en la historia de España.
Un encuentro histórico en un lugar histórico. Al pie de un impresionante monasterio, enorme y bien conservado, en mitad del monte. Una maravilla que es visitable y en la que se puede ver la evolución de la construcción. Hoy es además un centro de enseñanza destinado a la formación agrícola.
Manuel Jesús Prieto