La Península ibérica alberga una gran variedad de mamíferos salvajes, con un total de 97 especies diferentes. De estas 97, 8 son especies endémicas que solo se encuentran en esta región, mientras que 10 son especies introducidas por el ser humano. De las especies introducidas, 5 fueron reintroducidas tras haberse extinguido durante el Pleistoceno, mientras que las otras 5 son especies foráneas que no son nativas de la región.
Sin embargo, un reciente estudio ha revelado que, a pesar de la pérdida de hábitat y las extinciones locales en muchas áreas, ahora hay más especies salvajes en Europa en general que hace 8.000 años.
Es importante mencionar que, aunque algunos mamíferos de las islas han desaparecido, solo dos especies que habitaban el continente hace 8.000 años se han perdido permanentemente en todo el mundo, estos son los uros (un ancestro salvaje de la vaca) y el asno salvaje europeo.
Estos datos resultan sorprendentes habida cuenta de las grandes disminuciones en algunas poblaciones que se han reportado en varios estudios. ¿Cómo es posible que, a pesar de nuestra intuición inicial, haya más variedad que antes?
Adaptación antropogénica
Este fenómeno puede ser atribuido a la capacidad de la naturaleza para adaptarse a los cambios antropogénicos a escala regional. Asimismo, los programas de conservación y reintroducción, así como el movimiento de especies no autóctonas por Europa, han contribuido significativamente a mantener los niveles de biodiversidad.
Para probar esta hipótesis, el estudio publicado recientemente ha comparado datos actuales con registros arqueológicos que identificaron la presencia de mamíferos hace 8.000 años, cuando solo había unos cinco millones de personas en el planeta y la agricultura temprana se estaba extendiendo por Europa.
Los investigadores se decantaron por este período de tiempo como punto de comparación, ya que el clima se había vuelto más estable recientemente, lo que facilita la distinción entre los impactos provocados por el ser humano en las especies y los cambios que ocurren naturalmente. Especies como el rinoceronte lanudo y el mamut ya habían desaparecido al final de la última Edad de Hielo.
Biodiversidad del antropoceno: los Humanos como fuerza geológica
El término Antropozoico ya fue definido por Antonio Stoppani en el siglo XIX para definir una nueva era geológica afectada por la actividad de la Humanidad. Actualmente, el Antropoceno es una época geológica propuesta por una parte de la comunidad científica para suceder al denominado Holoceno, la última y actual época del período Cuaternario, que comenzó 11.700 años antes del año 2000.
Si bien la validez de este término científico sigue en disputa, su premisa subyacente, es decir, que los humanos se han convertido en una fuerza geológica que está dando forma al clima de la Tierra, está aceptada generalmente por la ciencia. De este modo, aceptando que los seres humanos están cambiando la biodiversidad, también hay que analizar de qué forma lo hace, si es para bien o para mal, y sobre todo evitar el mayor número de cambios. Tratándose el clima de un sistema complejo, los cambios podrían desencadenar efectos catastróficos imprevisibles.
Algunos de los organismos encargados de tutelar estas dinámicas son, como ejemplo, el Centro Leverhulme para la Biodiversidad del Antropoceno, que se dedica a examinar cómo está cambiando la relación entre la Humanidad y el mundo natural, y cómo podemos desarrollar y mantener una Tierra sostenible, entendiendo las causas y consecuencias de las ganancias y pérdidas de biodiversidad y contribuyendo en cómo responde la sociedad.
El coautor del estudio anteriormente mencionado, Chris Thomas, es de hecho director del Centro Leverhulme para la Biodiversidad del Antropoceno. A su juicio, «si bien no es posible devolver el entorno natural a la forma en que era hace 8.000 años, no todos los cambios son malos y nuestro estudio destaca la posibilidad de un futuro positivo para nuestra relación con los mamíferos de Europa”.
Con todo, los investigadores también advierten que si bien su estudio presenta un panorama esperanzador para los mamíferos de Europa, lo mismo puede no ser cierto en otras partes del mundo donde se está produciendo una rápida destrucción del hábitat. Por consiguiente, tanto las noticias negativas como las positivas en lo tocante a la biodiversidad, deben cogerse con pinzas, porque todas estas noticias son elementos interconectados de formas dinámicas con muchos eventos.
Entender este sistema complejo en el que vivimos puede ser la solución para un ecosistema en el que cada vez hay más miles de millones de personas viviendo. No en vano, los humanos sólo representamos el 0,01% de la vida terrestre, pero hemos logrado aniquilar al 83% de los mamíferos terrestres, al 50% de las plantas y al 15% de los peces, según un extenso análisis realizado por científicos de la Universidad de Nueva Jersey y del Instituto de las Ciencias Weizmann, en Israel.
Todavía está por ver, pues, cómo encajamos en el mundo, tanto para bien como para mal. Si adoptamos un camino más ascético (decrecimiento) o más tecnológico (crecimiento) para abordar nuestro encaje en el ecosistema. Un ecosistema, por otra parte, que tampoco sabemos si es benévolo y armónico per se (hipótesis de Gaia) o malévolo y caótico (hipótesis de Medea). Todo esto sin olvidar que, antes de que existiera el ser humano, la vida en la Tierra ya ha sufrido cinco extinciones masivas, que acabaron con prácticamente toda la vida animal y vegetal por simples azares climáticos.
Sergio Parra