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La llamada Sima de los Huesos está en España, concretamente en el norte, en la sierra de Atapuerca. Es un impresionante yacimiento situado en una colina caliza, llena de cuevas y túneles al norte de Ibeas de Juarros, en la provincia de Burgos. Y fue descubierto en una fecha tan reciente como 1976.
La cueva está formada por una sala al fondo de un pozo de 14 metros, excavada por un antiguo río subterráneo en la Cueva Mayor de la sierra de Atapuerca (España), un macizo clasificado como Patrimonio de la Humanidad.
Pero lo más extraordinario de este lugar es lo que alberga en sus entrañas: para algunos el primer cementerio de la historia. La cueva está repleta de huesos humanos atribuidos a los Homo heidelbergensis (considerado el ancestro del Homo neanderthalensis), cuya antigüedad mínima se calcula en unos 300.000 años, es decir, procedentes del Pleistoceno medio.
2.000 Huesos en 14 metros
En apenas esos 14 metros se han encontrado, al menos, dos mil huesos que pertenecen a, como mínimo, 32 individuos diferentes. Es una cantidad de huesos de antepasados prehistóricos que no tiene parangón en el mundo: representan más del 90 por ciento de los fósiles humanos recuperados del Pleistoceno medio de todo el mundo. Por si fuera poco, se sospecha que este descubrimiento solo es una pequeña fracción de lo que podría albergar realmente la sima.
El primer fósil humano oficialmente descubierto fue una mandíbula bautizada como AT-1, encontrada bajo una capa que contenía huesos de un ursus deningeri, ancestro del oso cavernario, lo que revelaba la gran antigüedad del sitio.
Entre los restos humanos recuperados destacan numerosas cabezas como el cráneo número 5, que es el cráneo Homo heidelbergensis mejor conservado del mundo y recibe, popularmente, el nombre de Miguelón en honor al ciclista Miguel Induráin, que acababa de ganar su segundo Tour. Junto a este cráneo, se conservaban además los tres huesos más pequeños del cuerpo humano: el martillo, el yunque y el estribo, los únicos existentes hasta la fecha del Pleistoceno medio y los más antiguos conocidos en la evolución del hombre. Eduardo Punset lo describe así en su libro Por qué somos como somos:
“Este hallazgo supuso la evidencia fósil de que existió un escalón intermedio en la evolución del aparato fonador entre chimpancés y humanos. Así pues, sabemos que los homínidos de la Sima de los Huesos hablaban, aunque los sonidos que eran capaces de articular diferían de los que actualmente componen el lenguaje. En concreto eran incapaces de pronunciar correctamente las vocales i, a, u. Su aparato fonador les impedía hacerlo con precisión y velocidad.”
Otros nombres simpáticos que han recibido algunos huesos de esta sima es el de Elvis, para designar una pelvis, la pelvis más completa del registro fósil, que perteneció a un individuo masculino de 1,75 metros de altura y 95 kilogramos de peso.
Una herramienta encontrada entre los restos, la única hallada aquí, es una bifaz de cuarcita roja y ocre fue bautizada en 1998 como Excalibur. Fue extraída de una roca incrustada desde hace 400.000 años. Su medida es de 15 cm, superior a la media, y posee una simetría muy cuidada.
Debido a que se han recuperado huesos de todo el esqueleto, incluso algunos de los más pequeños y frágiles, Juan Luis Arsuaga, uno de los tres directores de las excavaciones de Atapuerca, sostiene que la Sima de los Huesos puede ser la primera prueba conservada de comportamiento funerario en el ser humano. El primer cementerio de la historia.
Además, a pesar de su antigüedad, las osamentas están tan bien conservadas que su propio ADN sigue siendo parcialmente identificable, lo que permite la realización de exámenes genéticos sin precedentes. En 2013 pudo realizarse la primera secuenciación del ADN mitocondrial de un fémur de la Sima de los Huesos.
¿Víctimas de una catástrofe ecológica?
Pero ¿cómo llegaron hasta aquí tantos huesos? Arsuaga, a juzgar por el estado de conservación de los huesos, su densidad y lo frecuente que es encontrar articulaciones óseas, considera que lo más probable es que los humanos de la Sima de los Huesos murieran todos juntos, o en un plazo de tiempo muy breve. Tal vez todos fueron víctimas de alguna epidemia, pero las epidemias suelen afectar principalmente a los más pequeños y a los más viejos, así que la hipótesis no tiene demasiado sustento.
Arsuaga propone otra conjetura: una catástrofe ecológica. Por ejemplo, una sequía o un duro invierno. Los niños y los viejos murieron primero, y los supervivientes, los más fuertes, es decir, los adultos jóvenes, podrían haber buscado cobijo en la sierra de Atapuerca.
Este yacimiento de huesos humanos también ha servido a paleontólogos como Ignacio Martínez Mendizábal, del área de Paleontología del departamento de Geología de la Universidad de Alcalá de Henares, para explicar una vía alternativa sobre los orígenes del lenguaje humano. Los restos únicos de los huesecillos del oído encontrados ofrecen las pistas de cómo oían estos homínidos: al parecer, igual que los seres humanos actuales. Así que también es posible que hablaran como nosotros. Martínez informó así a Europa Press sobre este descubrimiento:
“Es muy relevante porque es la primera vez que se determina con exactitud una capacidad sensorial en una especie fósil, y porque existe una estrecha relación entre los sonidos que una especie es capaz de oír y aquellos que es capaz de producir. (…) El descubrir que aquellos humanos tan antiguos podían oír como nosotros es un sólido argumento en favor de la hipótesis de que también serían capaces de hablar.”
Todavía quedan probablemente muchos huesos por recuperar de este lugar y nadie sabe a ciencia cierta cuándo acabarán los trabajos de extracción. Pero según algunas estimaciones realizadas, solo se ha recuperado alrededor de un tercio del total de los fósiles humanos del yacimiento. Todavía quedan muchas sorpresas óseas por encontrar.
Y también muchos misterios que esclarecer en este lugar único en el mundo. Por el momento, podemos seguir viajando por el tiempo contratando alguna visita guiada por este parque temático de la ciencia prehistórica y, desde el año 2000, Patrimonio de la Humanidad.
Sergio Parra