La Sierra del Sueve, así es el paraíso de los asturcones
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18.11.2020
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Por las tierras de Asturias corre una raza legendaria de caballos salvajes. Despierta una emoción muy especial encontrarse en el monte con alguno de estos ejemplares. Más si se sabe que en 1978 apenas quedaban una veintena, arrinconados por la mecanización de los trabajos agrícolas. La Sierra del Sueve fue el último reducto de una yeguada de asturcones y hoy se cuentan por miles. Hay que dar gracias de ello a los primeros trabajos del divulgador Félix Rodríguez de la Fuente y del ingeniero agrónomo Miguel Ángel García Dory y, ya en los años 80, a la Asociación de Criadores de Ponis de Raza Asturcón (ACPRA).
De capa negra, con una altura que no supera el metro veinte, cola de abundante pilosidad y pectoral musculoso, son los descendientes de los caballos prehistóricos que hoy se pueden ver dibujados en la Cueva de Altamira, por ejemplo. Fueron los romanos los que comenzaron a usar a los asturcones para trabajos en las minas y los montes gracias a la suavidad de su paso (algo que hoy les hace ser muy apreciados en escuelas de equitación), resistencia, capacidad de trabajo y valor en el combate. Algo destacado ya por Plinio en el año 80 a. de C., en lo que muchos expertos consideran como el primer testimonio escrito de esta poderosa raza equina, símbolo de la Asturias más ancestral.
Una fiesta para celebrar la libertad de los asturcones
La estrecha vinculación cultural con el asturcón se evidencia cada año en la majada de Espineres, en Piloña, en plena Sierra del Sueve. Un lugar mágico, de gran belleza y estupendas vistas, al que acuden los vecinos de todos los consejos que forman el Sueve. Allí se reúnen, se canta, se come, se hacen demostraciones de doma, de marcaje, de tiraje de peso, se juega, se celebra una estrecha comunión con la naturaleza. Las estrellas de las últimas celebraciones son ‘Indomable’ y ‘Escurridizo’. Sus propios nombres les caracteriza.
A pesar de que lleva celebrándose cerca de cuarenta años, fue en el 2019 cuando la Fiesta del Asturcón fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional. La fiesta comienza bien temprano, con la subida en romería hasta el enclave de celebración. En total, unos cuatro kilómetros de ascenso desde el Alto de la Llama. Los más precavidos seguramente habrán acampado la noche anterior para no perderse detalle.
Así es el hogar de los últimos asturcones
El viajero se encuentra en la Sierra del Sueve con el paisaje asturiano idílico de bosques, campos verdes, vacas, niebla y la montaña. Parece mentira que a pocos pasos se encuentre el mar. La Sierra del Sueve se extiende como una barrera desde casi el nivel del mar para alcanzar los 1161 m de altura del picu Pienzu, un desnivel que se salva en menos de 4 km en línea recta. Menos mal que basta mirar hacia el horizonte para verlo en la lejanía.
En la sierra se conserva la esencia de lo más tradicional arropada por la niebla, que aquí se llama borrina. La niebla asciende por las laderas, se pasea por las vaguadas y se engancha en las cumbres. Cuando cae como una capa, borra los contornos de los colores, del verde de la naturaleza, del gris de las rocas calizas, del rojo de las bayas, del marrón de las vacas y de los venados que conviven salvajes con los asturcones. A cambio, la borrina protege de los contrastes climáticos a la sierra y a sus habitantes.
Punto de partida para conocer la Sierra del Sueve
Lo mejor para conocer el paraíso de los asturcones es acercarse primero al Centro de interpretación de la Sierra del Sueve, en Gobiendes, un pequeño núcleo que sirve de modelo etnográfico del consejo. En invierno, no cuenta con más de veinticinco habitantes. Algunos más en verano, cuando se vuelve de vacaciones a las casas familiares. En el centro se puede visitar una exposición permanente que sirve para conocer el entorno natural y cultural antes de lanzarse al monte a ver a algún ejemplar de asturcón. Además, desde allí se organizan excursiones y rutas didácticas para toda la familia.
Sin embargo, dos sorpresas aguardan antes de aventurarse por la sierra. La primera está a las puertas del mismo centro de interpretación y su silueta llama poderosamente la atención, se trata de una iglesia de estilo prerrománico asturiano, concebida en el S. IX y que es desde 1931 Monumento Histórico-Artístico por su excepcionalidad. En el S. XIX se reedificó la iglesia; pero queda la ventana ajimezada del muro sur como muestra de su origen remoto.
La segunda sorpresa de Gobiendes aguarda un poco más allá de la iglesia. Puede pasar desapercibida entre los hórreos y paneras si el viajero no es avisado con antelación. Se trata de una de las pruebas de la legendaria industria de la caza de ballenas que entre S. XV y el XVII llenó Lastres de riquezas. Siguiendo la calle, se deja un par de alojamientos rurales hasta llegar a una bifurcación. Si se da unos pocos pasos más por la calle de la derecha, se encuentra una panera y en una de columnas, sobre la rueda de molino que debe evitar que los ratones alcancen el grano, una vértebra de ballena que parece una piedra fosilizada.
Las mejores vistas sin cansarse demasiado
Para tener una panorámica espléndida de este precioso paisaje asturiano, lo más cómodo es visitar el Mirador del Fitu, uno de los miradores más emblemáticos del norte cantábrico. Se encuentra en plena Sierra del Sueve, a poca distancia de Arriondas y Colunga.
La carretera que hay que seguir para llegar está llena de curvas pero pasa por algunos parajes boscosos de gran belleza mientras asciende. Verlo puede decepcionar un poco y es que, con aspecto de platillo volante de hormigón, no es de diseño muy refinado. Sin embargo, su valor está en las vistas: una panorámica de 360 grados que lo abarca todo. Inaugurado en 1927, lleva casi 100 años deleitando la vista de viajeros, que dependiendo de la climatología, puede abarcar desde la propia sierra a los Picos de Europa, pueblos pesqueros como Lastres o Ribadesella y playas.
Tres planes para disfrutar de la naturaleza
Si lo que se quiere son vistas aún más espectaculares que las del mirador del Fitu, hay que dirigirse hasta el punto más alto de la Sierra del Sueve. El plan queda para los más aficionados al senderismo y en mejor estado de forma. Con sus 1.149 metros de altitud, no hay que salvar demasiados desniveles, pero sí exige algunas aptitudes físicas. A cambio regala pura naturaleza, vistas y el encuentro con asturcones en libertad. La subida al Pienzu se hace por carretera hasta el Mirador del Fito. Una vez allí, toca subir. En total, se puede tardar entre 4 y 5 horas y media, según de lo que cada cual se quede arriba contemplando la costa asturiana y los Picos de Europa.
Aguarda otra maravilla natural en la cara norte de la Sierra del Sueve en forma de un hayedo de lo más singular. El Hayedo de la Biescona es el de menor altitud de toda la península. Y es que la enorme cantidad de humedad que recibe de los frentes nubosos del Cantábrico le permite vivir a sólo 200 metros del nivel del mar. Esto hace que cuando el otoño ya está muy avanzado en otros bosques peninsulares, en este aún se pueda disfrutar con los colores otoñales más intensos, una auténtica delicia para viajeros fotógrafos y amantes del senderismo. La ruta da comienzo en el cercano aparcamiento del Fitu.
El hayedo de la Biescona y la Tejeda del Sueve son los dos bosques más representativos de la sierra, pero aún queda otro enclave natural espectacular que vale la pena visitar. Se trata del manantial de Obaya, un rincón exuberante en el que crecen helechos prehistóricos de excepcional valor botánico. El lugar tiene una belleza tal que sirve de inspiración a multitud de leyendas mágicas. Lo mejor es que a esta joya desconocida de Asturias se llega relativamente fácil, siguiendo un sendero de unos tres kilómetros (ida y vuelta) que parte desde el pueblo de Gobiendes.
José Alejandro Adamuz
Ese caballo marrón no es un asturcon es otra raza
Gracias