La plaza de Banyoles dedicada a la Aspirina
Escrito por
08.11.2021
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La localidad de Banyoles, capital de la comarca de Pla de L’Estany, en Girona, es especialmente conocida por su lago (en catalán, el Estany de Banyoles). Un entorno idílico en el que pasar un día a remojo, caminando por sus alrededores o remando un rato en una de las barquitas azules que se pueden alquilar (quienes no tengan especial interés en ejercitar sus brazos también pueden surcar sus aguas a bordo del barco turístico).
Asimismo, visitarlo es un buen plan para los aficionados a la ornitología, porque gran parte de la fauna local está integrada por pájaros. Es conveniente hacer un apunte: aunque parezca una idea divertida y hasta entrañable, no está permitido darles de comer a los numerosos patos que viven en el entorno. Son muy bonitos y cercanos, pero no son mascotas y las migas de los bocadillos no son un buen tentempié para ellos.
Pero más allá del lago, Banyoles también tiene otros atractivos o curiosidades. Una de ellas es la rotonda presidida por una escultura en honor a la Aspirina. Sí, al principio activo ácido acetilsalicílico que la farmacéutica Bayer bautizó con ese nombre comercial que con el tiempo se convirtió en la manera popular de denominar a dicho medicamento. Pocas personas entran en la farmacia a pedir ácido acetilsalicílico: “quiero una caja de Aspirina, por favor” es la demanda más habitual.
La figura tiene forma circular y es de color blanco, es decir, es la representación a gran escala y en hormigón de la pastilla. En sus laterales está inscrito su nombre en diferentes idiomas. Jordi Bosch Barraca fue el autor de la obra que se instaló en hace 25 años en la antes conocida como plaza de los juzgados (la popularidad del analgésico le ‘robó’ el nombre, aunque el oficial siga siendo el anterior), parte del proyecto de reforma del paseo Mossèn Lluís Constans de 1987.
Tiene un marcado efecto sorpresa: si los conductores no están al tanto de la existencia de la escultura, seguramente frunzan el ceño de extrañeza al rodear una pastilla de Aspirina con el coche. Al fin y al cabo, un homenaje de este tipo a un medicamento no es una obra urbanística demasiado corriente.
La obra ha servido de herramienta para diferentes acciones vecinales. Una de ellas fue la que llevó a cabo el colectivo de mujeres Banyoles Knitting, que la cubrieron con un tapiz elaborado con 500 piezas de ganchillo. La iniciativa era parte de los actos en conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género del 25 de noviembre de 2013. Para sorpresa de los vecinos y vecinas, a la mañana siguiente el tejido había desaparecido.
Además, la aspirina también ha sido lienzo de pintadas de protesta por la situación política de Cataluña en los últimos años en relación con el independentismo. Debido a todos estos hechos, el consistorio decidió someter a la escultura a un proceso de restauración el pasado mes de enero de 2021. El artista local Jaume Geli ha sido el responsable de la reforma, que ha consistido en pintar la escultura de blanco y realizar las inscripciones de la palabra Aspirina en seis idiomas: catalán, ruso, chino, griego, suajili y árabe (no estaban en la original).
Además de remar, callejear
Aunque, como se dijo al principio del artículo, lo más conocido de Banyoles es su lago, el pueblo también tiene partes muy interesantes que a veces quedan eclipsadas. Las paredes de piedra de las casas que bordean las calles generan ambiente recogido y acogedor por el que apetece pasear. Paso a paso se llega, por ejemplo, a la iglesia de Santa María dels Turers, un edificio de estilo gótico cuya construcción inicial –después se fue sometiendo a diversas remodelaciones– data del siglo IX.
La Llotja del Tint es otro de los lugares de referencia de la localidad. Se trata de un edificio cuyo estilo es representante del gótico civil catalán del siglo XV. Allí, como su nombre indica, se les daba color a las prendas de vestir y otros tejidos que se fabricaban en la zona. Actualmente se utiliza como centro artístico y cultural.
Otra construcción esencial del pueblo es el monasterio de Sant Esteve, que en 1973 fue declarado Monumento Histórico Artístico. Se fundó en el año 822 y es uno de los claustros pertenecientes a los monjes benedictinos más antiguos y relevantes de Cataluña. Los devenires de la historia, entre ellos los terremotos que tuvieron lugar en Banyoles en los años 20 del siglo XV, han hecho que el edificio se haya reformado en numerosas ocasiones.
Quienes prefieran disfrutar del pueblo sin moverse demasiado, encontrarán en la Plaza Mayor un lugar idóneo para observar la vida de la localidad desde una de las terrazas de los diferentes bares que se sitúan bajo los arcos que la rodean. Según concreta la Oficina de Turismo local: “tiene forma cuadrangular y está rodeada por cuarenta arcos con dovelas. La encontramos documentada en 1275 y actualmente es la plaza más importante de Banyoles. En ella, cada miércoles por la mañana se celebra el mercado”.
Asimismo, también se puede visitar la parte de la muralla que hace siglos (XIII-XV) custodió al pueblo y que sigue en pie. Aún se conservan dos glorietas de planta hexagonal y cúpulas con siete pináculos. Son de inspiración gótica.
Por último, los aficionados al lago pueden encontrar en el Museo Darder una buena fuente de conocimiento ya que en él se encuentra el Espacio de Interpretación del Lago, dedicado a explicar y divulgar sus singularidades. Al ser un centro dedicado a las ciencias naturales, es posible que no se encuentren respuestas al misterio del dragón acuático gigante conocido como Mon-mon a quien Carlomagno no consiguió vencer en el siglo VIII y que, se supone, aún tiene su guarida por los alrededores. Las mejores leyendas son las que siguen sin resolver.
Carmen López