Tabarca, la isla habitada más pequeña de España
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06.09.2022
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Hay lugares que llaman la atención ya sea por su belleza, la historia que los envuelve, su peculiar tamaño o privilegiada ubicación. En este caso, la pequeña isla de Tabarca (con tan solo 1.800 metros de longitud) posee todos los puntos para ser ese lugar curioso al que querrás volver una y otra vez.
La encontrarás muy cerca de la costa de Alicante y la única manera de llegar hasta ella es por mar. El trayecto, de apenas media hora desde Santa Pola, se convierte en una bonita excusa para conocer más el fondo marino que rodea la isla y que la convirtió en Reserva Marina hace ya más de 36 años. Y, aunque sus aguas transparentes y el buceo sean ya una muy buena razón para conocer la isla, lo cierto es que también hemos de darle una oportunidad a su pueblo, muralla, faro y la tranquilidad que se respira por los senderos que la rodean.
Tabarca fue refugio de piratas
Ojalá sus muros y costas pudieran hablar, ya que estamos seguros de que todas las batallitas y aventuras vividas serían muy interesantes. La historia que hay detrás de la pequeña isla de Tabarca va marcada por la piratería, pues durante décadas la isla y sus pequeños islotes fueron refugio y protección de los piratas berberiscos. Estos venían principalmente del norte de África y, eran tales sus frecuentes ataques y visitas a las costas alicantinas, que el rey Carlos III decidió hacerles frente fortificando la isla.
Otra de las acciones que tomó Carlos III fue la de rescatar y liberar a los genoveses que habían sido tomados como esclavos en la isla de Tabarka, en Túnez. Una vez liberados les llevó hasta su nuevo hogar, Tabarca o también conocida como Nueva Tabarca, con el propósito de poblar la isla y hacer frente a los piratas en el Mediterráneo.
A día de hoy, la principal actividad económica de la isla es el turismo, aunque su historia ha estado siempre muy vinculada a la pesca, el atún, la almadraba, el esparto y el mar. Es un remanso de paz y tranquilidad con apenas unas 15 personas en invierno, aunque durante el verano puede llegar a dar la bienvenida hasta aproximadamente 3.000 personas diarias.
Llama la atención que los apellidos típicos de esta pequeña isla, situada a escasas millas de Santa Pola, sean de origen genovés y que no hayan coches, solamente vehículos especiales eléctricos. También sorprende gratamente que Tabarca fuera escenario principal de la película Fishbone y que llegara a tener hasta 17 candidaturas en los Premios Goya 2019.
Qué ver en Tabarca
Antes de llegar a la única isla habitada de la Comunidad Valenciana ya nos damos cuenta de que, efectivamente, es una joya rodeada de fondos y fauna marina fascinante. De hecho, muchos de los barcos que conectan la isla con los municipios cercanos ya disponen de fondos de cristal para poder empezar a saborear todo lo que la abraza.
El disfrute comienza mucho antes de adentrarse en ella pues, al ser plana, al acercarnos con la pequeña embarcación podemos ir haciéndonos una idea de cómo es Tabarca y su clara distribución. En la parte Oeste podemos encontrar la ciudadela fortificada de Tabarca, la playa grande y el puerto; hacia el Este es territorio deshabitado con el faro de Tabarca, alguna ruta y la torre de San José.
Para poder ubicarnos y conocer más de los aspectos históricos: pasado y presente de la isla, se recomienda comenzar por visitar el Museo de Nueva Tabarca. Está ubicado en el antiguo almacén de la almadraba, ya que antiguamente sus habitantes vivían de la técnica hasta que se sobreexplotó y cambiaron las costumbres migratorias del atún.
Una vez conocemos un poco más, es momento de aventurarse y saber qué envuelve la isla. Entre las actividades prácticamente obligatorias está la de darse un baño en la playa y, si puede ser, mejor con gafas acuáticas. Acordarse de meter en la mochila máscaras de buceo puede ser una muy buena idea para poder apreciar la vida marina de la que presume el pequeño archipiélago y no perderse ningún detalle. Después de darnos un chapuzón, no podemos dejar de perdernos por las calles de la ciudadela, conocer la fortificación en primera persona y probar el famoso caldero Tabarquín.
Ya entrada la tarde y cuando el sol está un poco más bajo, decidimos descubrir el lado contrario de la isla dando un paseo hasta el faro de Tabarca y la torre de San José. Resulta increíble el silencio, la soledad y el paisaje árido que se pueden llegar a apoderar de la zona a tan solo escasos metros de la ciudadela.
Al caer la noche, cuando gran parte de los visitantes se van con la última embarcación, la tranquilidad inunda la población hasta el día siguiente. El último paseo que proponemos dar si tienes noche de hotel reservada es el de conocer la fortificación del siglo XVIII, sus tres puertas originales de entrada, pasear por sus calles, escuchar las olas del mar en la playa y visitar el puerto de noche.
Alba Feliz
Redactora, productora audiovisual y graduada en turismo y dirección hotelera. Creo firmemente que viajar abre la mente y permite conocer otras realidades que quizás desconocemos. Me apasiona la fotografía analógica (la de toda la vida) y darle una oportunidad a los destinos menos conocidos.
Sencillamente un lugar idílico del Mediterráneo
Inacabable y muy tranquilo de octubre a mayo.