Fiesta del olvido: Xinzo de Limia y el río que borra la memoria

Hay un lugar en Orense donde cada año se recuerda cómo las dudas, las creencias y la superstición hicieron que un río fácilmente vadeable a pie se convirtiera en una barrera casi insalvable. Una barrera casi insalvable nada más y nada menos que para el impresionante ejército romano. Esto ocurrió cuando sus legionarios pensaron que el río Limia, junto a la localidad gallega de Xinzo de Limia, era en realidad el mitológico río Leteo.

No hay barrera más alta que el propio miedo, y eso fue lo que detuvo a todos aquellos romanos en la orilla de una corriente que, insisto, cualquiera de ellos podría cruzar a pie sin mojarse más allá de la cintura. Bueno, no detuvo a todos aquellos romanos, lo cierto es que detuvo a todos menos a uno. Porque uno fue el primero en cruzar y en deshacer el miedo de todos los demás.

Quien bebe o se baña en el río Leteo pierde la memoria

El río Leteo, o Lete, formaba parte de la mitología griega y era uno de los ríos del Hades, del inframundo, es decir, del mundo de los muertos. El Leteo tenía la peculiaridad de hacer que los que bebían o entraban en sus aguas lo olvidaran todo. Como si aquellas aguas, además de limpiar la piel, limpiaran también la memoria.

Los hombres y mujeres que entraban en contacto con él se quedaban sin sus conocimientos, sin sus recuerdos, sin saber lo que había sido su vida, su familia… Todo se disolvía, podríamos decir, en las aguas. Ahora bien, ¿dónde estaba ese río Leteo? Nadie lo sabía.

En torno al año 135 a.C., el general y cónsul romano Décimo Junio Bruto, estaba al mando de las tropas que estaban en Hispania en una campaña de conquista. Los romanos estaban ya muy asentados en Hispania, pero todavía había algunas zonas que se les resistían. Cuando las tropas de Décimo Junio Bruto se movían por el sur de la actual Galicia y el norte de Lusitania, es decir, Portugal, tratando de hacer suyas esas tierras, se toparon con lo que creyeron que era el río Leteo.

Los legionarios romanos se detuvieron en una orilla del río Limia, en lo que hoy es Orense. La campaña estaba siendo un éxito y pocas cosas parecían con posibilidades de ser un obstáculo para la fuerza militar de Roma. Desde luego, un río como el Limia no detendría a aquel ejército, salvo que el Limia no fuera el Limia sino el río Leteo.

El general tuvo que dar ejemplo para que la legión avanzara

Quién sabe de dónde surgió la idea o cuál fue la señal o superstición que hizo saltar el miedo en las cabezas de los legionarios, pero el caso es que los duros romanos se negaron a cruzar el Limia. Temían olvidarse de todo al meterse en sus aguas, porque pensaban que podría ser el Leteo. Al fin y al cabo, para su concepción y conocimiento del mundo, quizás estaban demasiado cerca de sus confines. Muy cerca del lugar donde acababa la tierra de los vivos. Piensen que, mar adentro desde esa costa Atlántica, para ellos no había nada.

A pesar de que Décimo Junio Bruto había dado la orden de avanzar, los legionarios no se movían. Seguro que pensaba, cada uno de ellos, que mejor que fuera otro el primero en cruzar el río. Puestos a arriesgarse para probar si el Limia era el Leteo, mejor que el valiente fuera otro.

Ese otro valiente al final tuvo que ser el propio general. Décimo Junio Bruto tomó con una mano su gladius, su espada, y cogió el estandarte de la legión, el signum, con la otra. Se acercó a la orilla y con paso firme, supongo, se metió en el río el primero. Cruzó los pocos metros de ancho de sus aguas sin problema ninguno y salió a tierra por la orilla contraria.

En definitiva, cruzó el Limia hasta la otra orilla, demostrando así a sus hombres que no estaban ante el Leteo. Hubiera sido aquel un momento magnífico para que el general hubiera hecho una broma, si hubiera tenido la ocurrencia de simular que había olvidado todo. Imaginen a Décimo Junio Bruto saliendo del agua y preguntando a voces que quién era él y qué hacía allí. Mirando sorprendido a todos lados. Hubiera sido una broma impresionante para contar luego en la taberna.

La Festa do esquecemento conmemora esta historia de los romanos por el noroeste de España

Pero, lamentablemente, Décimo Junio Bruto decidió que no era momento de chanzas y, desde la otra orilla, comenzó a nombrar a sus hombres, uno a uno. Esto era una prueba clara de que no había perdido la memoria, ya que se acordaba perfectamente de ellos y de sus nombres. Era la prueba definitiva. Tras esto, los legionarios cruzaron el río detrás de su general, quizás con un poco de miedo al comienzo, pero con decisión más tarde al ver que no pasaba nada.

Al final la campaña siguió adelante y acabó siendo un éxito. Tanto es así que Décimo Junio Bruto se ganó el apodo de el Galaico.

Junto a ese río está la localidad de Xinzo de Limia, y cada mes de agosto se celebra allí una fiesta que conmemora esta historia. Cuánto hay de cierto en la historia no se puede saber a ciencia cierta, pero, en cualquier caso, se non è vero è ben trovato y por eso bien merece ser conocida y bien merece una fiesta conmemorativa.

En la Festa do esquecemento (Fiesta del olvido), los limianos se visten como si fueran romanos y cruzan las aguas del Limia a pie. Por supuesto, no es este el único momento de la fiesta en el que rememora el pasado y los enfrentamientos entre las tribus del lugar y sus enemigos romanos. También hay combates, luchas de gladiadores, mercados, comida…