En Sierra Espuña hubo una fábrica de hielo a 1.400 metros de altitud
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16.03.2023
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La región de Murcia es más bien conocida por su paisaje árido, donde el agua no abunda y el clima es seco y cálido. Aunque el centro de la región guarda un gran tesoro natural: el Parque Regional de Sierra Espuña.
Con una extensión mayor a 19 mil hectáreas, este parque se extiende a través de cinco municipios: Aledo, Alhama, Mula, Pliego y Totana. La sierra tiene una altitud máxima de 1.585 metros, en el Morrón de Totana, por eso es habitual que nieve en las cumbres y zonas medias-altas, todos los años, fundamentalmente en episodios de entradas frías en invierno.
Como la necesidad agudiza el ingenio, aunque no nieva como en otras zonas de España, en la vertiente meridional del Morrón de Espuña comenzaron a construirse los primeros pozos para almacenar nieve a finales del siglo XVI; aunque su verdadero auge se produjo durante los siglos XVII y XVIII. La nieve era después distribuida en forma de hielo en hospitales, ciudades y villas del Reino de Murcia.
Según la documentación conservada, en 1688 ya había construidos en Sierra Espuña 18 pozos que pertenecían a diferentes propietarios, aunque en su inmensa mayoría eran de propiedad municipal de las villas y ciudades vecinas.
Hasta 1926, momento en el que se inauguró una fábrica de hielo en Totana, los pozos de la nieve de Sierra Espuña fueron una auténtica fábrica de hielo en plena sierra a 1.400 metros de altitud. En total, son 28 pozos distribuidos en dos núcleos que distan entre sí menos de un kilómetro.
La altitud, las frecuentes nevadas por aquel entonces, la menor insolación reinante en esta umbría y la pendiente del terreno -necesaria para evacuar de los pozos el agua del deshielo-, eran factores esenciales para que aquí la nieve tardase más tiempo en derretirse.
Los pozos fueron construidos con elementos del entorno como piedras, arena, madera y yeso, entre otros. Los operarios introducían la nieve en ellos hasta cubrir los casi siete metros de profundidad, hasta los portales de entrada. La cúpula actuaba a modo de cámara de aire para mantener la temperatura.
La nieve, transformada en hielo, era usada para fines terapéuticos, para conservar alimentos y medicinas, enfriar bebidas o elaborar helados. Algo que hoy nos parece tan sencillo como abrir el congelador y sacar el hielo o conservar nuestra comida en el frigorífico, no lo era en ese momento.
Gracias a los pozos de la nieve y al gran trabajo que muchas personas desempeñaron en estas construcciones tan peculiares, los habitantes de Murcia podían conservar sus alimentos y tomar bebidas frescas. Su consumo llegó a ser tan popular que se convirtió en un artículo de primera necesidad y objeto de fiscalidad por parte de la hacienda real.
Una de las mayores concentraciones de pozos de nieve del Mediterráneo
Con la llegada del otoño, llegaban también a la sierra los primeros jornaleros, que empezaban por limpiar los pozos y recoger leña para las cabañas de los alrededores, donde se alojaban durante el invierno.
Cuando caían las primeras nevadas, una multitud de braceros acudían a la sierra, procedentes de Alhama, Totana, Aledo, Pliego y Mula. Se organizaban en cuadrillas para la recogida de nieve y el transporte hasta el pozo, donde se extendía y compactaba con mazos.
En cada pozo trabajaban hasta nueve personas que se alternaban las tareas. La campaña terminaba cuando la nieve se derretía o los pozos habían sido llenados. Entonces los trabajadores regresaban a sus pueblos.
Con la llegada del calor en el mes de mayo, comenzaba la segunda etapa en la industria de la nieve que consistía en la extracción del hielo de los pozos y su posterior transporte hasta los lugares donde se comercializaba.
El transporte del hielo a lomos de acémilas hasta los centros de consumo era una auténtica epopeya nocturna por viejas sendas arrieras. Debido al calor diurno el transporte se realizaba al atardecer y durante la noche, llegando las pérdidas de hielo hasta el 50% del peso durante el transporte.
En septiembre terminaban las labores de transporte y distribución, quedando en espera de bien entrado el otoño para comenzar de nuevo el ciclo. Donde más hielo se consumía era en la ciudad de Murcia. De acuerdo con la página web del turismo en Sierra Espuña, en 1794 se vendieron 450 mil kilos de hielo solo para esta ciudad.
En el espacio de unos 120 años llegaron a construirse casi la totalidad de los pozos de la nieve que hoy conocemos. Esta es una de las mayores concentraciones en su género del Mediterráneo, donde se podían almacenar hasta 25 mil toneladas de hielo. Sin embargo, ante la llegada de neveras industriales, más seguras y mucho más baratas, comenzó su declive y finalmente cesó su actividad.
Un Bien de Interés Cultural
Ésta fue una actividad económica muy importante en España durante toda la Edad Moderna. Hoy en día aquí está su testimonio más relevante debido a la importancia, volumen y estado de conservación de los restos que en Sierra Espuña se pueden visitar y contemplar.
El conjunto patrimonial, declarado Bien de Interés Cultural, representa un vestigio histórico y cultural de incalculable valor dentro del patrimonio del Parque Regional de Sierra Espuña. Por eso, desde noviembre de 2022, pueden ser visitados dos de los pozos de nieve que fueron restaurados, ubicados en Totana.
El pozo 11 es el de mayor tamaño del conjunto de 28 que hay en Espuña, con un diámetro interior de 12 metros y una profundidad de otros tantos. Se encontraba bastante deteriorado, con la cúpula parcialmente caída, pero con el tambor y los huecos de acceso relativamente bien conservados. Los trabajos han consolidado toda la estructura y reconstruido la cúpula original, de ladrillo artesanal revestido de mampostería de piedra.
Por su parte, el pozo 13, de unos 8 metros de diámetro interior, es bastante singular por la forma cónica y apuntada de su cúpula, parte de la cual se había desmoronado. Se ha procedido a consolidar sus restos y a reconstruir la cúpula utilizando la técnica original de aproximación de hileras de mampostería de piedra.
Para la restauración de ambos pozos se han seguido técnicas tradicionales de construcción, usando materiales como piedra de la zona, ladrillo cerámico y mortero de cal. Además, han incorporado elementos para permitir su visita e interpretación en condiciones de seguridad. En el pozo 11 se ha instalado un balcón volado para contemplar el interior y una escalera helicoidal para acceder al interior. En el pozo 13 se ha instalado una pasarela de madera para acceder al mismo.
¿Cómo llegar hasta los pozos de la nieve?
Para visitar los pozos de la nieve de Sierra Espuña recomendamos subir hasta el mirador Collado Bermejo. Desde allí, puedes optar por continuar el camino en coche o andando. Si eliges esta última opción, esta zona cuenta con numerosos senderos por los que disfrutar de la belleza de este paraje, como el sendero de la Umbría de Peña Apartada (PR-MU 59), un sendero lineal de 6,5 kilómetros que llega al Centro de Visitantes Ricardo Codorníu.
Sea en coche o caminando, desde Collado Bermejo podemos seguir subiendo hasta llegar al Collado Mangueta, que se encuentra a unos tres kilómetros de distancia. Unos 100 metros antes de llegar a Collado Mangueta existe un sendero no señalizado a mano derecha que te conducirá, al fin, hasta los pozos de la nieve. Este sendero no tiene más de un kilómetro de extensión y es bastante sencillo de recorrer.
Desde el mirador del Collado Mangueta, situado a 1.383 metros, podemos contemplar el Cerro Pinos Blancos de 1.512 metros, los pozos de la nieve de Cartagena, el Malvariche de 1.414 metros, el barranco de la Hoz y las casas de Prado Mayor.
En este mirador también tiene inicio el sendero del Pedro López (PR-MU 63). Se trata de un sendero circular que al poco de comenzar, a unos 500 metros, ya podemos empezar a ver los pozos de la nieve de Cartagena. Este sendero también te conducirá hasta los pozos de Eleuterio al cabo de unos 1.600 metros.
Es muy común en esta área encontrarte con animales como los ágiles arruis, también conocidos como muflón del Atlas, y unos elegantes bóvidos, en los que destaca la larga crin colgante que le cubre la parte inferior del cuerpo y le llega hasta las patas.
Ângela Coelho