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En la base del Teide, camuflado entre el paisaje volcánico, están los restos de un antiguo sanatorio que se comenzó a construir en 1930, pero que nunca llegó a completarse. Las autoridades de Tenerife cancelaron el proyecto a pesar del clamor de la población. Solo la vivienda del médico, un garaje y el establo -que sirvieron como casas para enfermos- fueron construidas.
A finales del siglo XIX, más de un centenar de tuberculosos malviveron en la isla. Se alojaron en las llamadas “casetas de los alemanes” de Las Cañadas del Teide; según documentó el neumólogo y director del Instituto Neumológico de Canarias, José Julián Batista, en su estudio El Teide y la cura sanatorial.
Hasta allí habían llegado con sus familias desde diferentes partes del mundo esperando la apertura del que iba a ser el sanatorio de referencia mundial.
En aquella época, médicos nacionales e internacionales afirmaban que el clima cálido y seco del Teide podía curar la tuberculosis, además de otras afecciones pulmonares como la bronquitis y la neumonía. Por lo que recomendaban a los enfermos pasar allí una temporada.
Tenerife se convirtió en el referente de la cura climática. Por encima incluso de otras localidades de renombre por sus sanatorios como Madeira.
Hoteles de lujo como sanatorios
La cura sanatorial surgió durante la Ilustración (s. XVIII – XIX). Los enfermos pulmonares de los países fríos del norte empezaron a viajar por los países del Mediterráneo buscando calor y un clima seco.
En 1850, el destino más popular fue la Costa Azul francesa, según José Julián Batista. Allí se abrieron hoteles que servían de sanatorios para los enfermos de las clases altas del norte de Europa, principalmente de Inglaterra.
El protocolo de limpieza era muy estricto, similar al que recomendaron en 2020 a causa de la pandemia mundial por Covid-19. Después de la estancia del paciente, con la supervisión de un médico, se desinfectaba meticulosamente toda la habitación. Eso sí, en el caso de que el paciente hubiera fallecido en ella, había que reemplazar todos los muebles.
También Funchal, en el archipiélago portugués de Madeira, fue un importante destino para la cura de enfermedades. Su clima atlántico fue recomendado por muchos médicos británicos.
Los hoteles-sanatorios abrieron paso a los balnearios como cura medicinal, aunque seguían sin estar preparados como un hospital. Por ello, muchos expertos comenzaron a reclamar la apertura de sanatorios bien equipados. En España se empezaron a construir a finales del siglo XIX.
Según el estudio de José Julián Batista, El Teide y la cura sanatorial: “Los primeros se crearon por iniciativas personales de tres ilustres médicos: Francisco Moliner y Nicolás (Porta-Coeli, Valencia, 1887), José de Medinabitia (Gorbea, País Vasco, 1889) y Manuel Tolosa Latour (Santa Clara, Chipiona, 1892)”.
El del Teide no se comenzó a construir hasta 1930.
Los tuberculosos fueron los primeros turistas de Tenerife
Las Islas Canarias siempre tuvieron una excelente ubicación para el transporte marítimo de mercancías y para viajeros que surcaban los mares, que se sentían atraídos por su naturaleza, clima y playas.
Entonces solo se hablaba del sol y del calor, hasta que en el siglo XVIII muchos de esos viajeros empezaron a hacer referencias también a los beneficios que el clima tenía en la salud.
Según escribió Nicolás González Lumus en Literatura médica de viaje y turismo en Canarias, uno de los primeros en resaltar las cualidades terapéuticas fue el médico y naturista a bordo del Resolution -la fragata del tercer viaje de James Cook- William Anderson. Aconsejó a otros médicos que llevasen a sus pacientes a Tenerife.
También el doctor británico William Robert Wilde, padre de Oscar Wilde, realizó uno de los primeros ensayos sobre el tema y llegó a visitar la isla en uno de sus viajes. En el ámbito nacional, el Dr. Tomás Zerolo Herrera redactó Climaterapia de la Tuberculosis pulmonar en la Península, Baleares y Canarias, con el que consiguió el premio de la Real Academia de Medicina de Barcelona.
Enfermos británicos adinerados empezaron a desembarcar en la isla con la esperanza de curarse. Para ello, se abrieron hoteles sanatorios como los que había en la Costa Azul. Algunos de ellos fueron The English Grand Hotel, Hotel Marquesa y Hotel Martiánez.
Otros enfermos siguieron los consejos del médico local Tomás Zerolo y se establecieron en La Cañada del Teide, donde se tuvieron que conformar con casetas precarias. El sanatorio del Teide estaba a punto de comenzar sus obras, aunque poco después fueron paradas para siempre por las autoridades, quienes no querían que la isla se llenase de enfermos.
En 1954 el Teide fue declarado Parque Nacional, por lo que el proyecto se abandonó para siempre. Además, en 1960 los avances en medicina supusieron el declive sanatorial. Ya no era necesario el aislamiento de los enfermos, por lo que los sanatorios existentes no tenían sentido. Se acabaron abandonando o transformando en hospitales generales.
Visita al sanatorio del Teide
Existe una ruta de senderismo que llega hasta el sanatorio. Comienza en las faldas del Teide y continúa por una antigua pista llamada Sendero 16 o El sanatorio.
En total son unos 4,6 kilómetros de baja dificultad que discurren junto a las colmenas de las que se obtiene la miel retama y las lavas del domo de Montaña Blanca hasta llegar al camino de Siete cañadas.
El Sendero 16 tiene también conexión con la ruta 19 Majúa y GR-131.1 Degollada de Guajara – Parador Nacional de Turismo.
Laura Fernández