El pueblo de Segovia que inventó un lenguaje secreto
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11.11.2024
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Érase una vez un vilorio conocido como vilorio sierte donde una vitela, un volandero y un tisarro se fueron a minchar y acabaron sorneados. Si todo va según lo esperado, no deberías haber entendido ni una coma de lo que acabas de leer. Eso, o mucho me temo que naciste en Cantalejo (Segovia), un lugar que se inventó su propio lenguaje secreto para triunfar en los negocios.
«La gacería, también conocida como ‘el briquero’ es una variante lingüística, compuesta por unas 500 palabras, que empezaron a utilizar en este pueblo segoviano los comerciantes y tratantes del sector del trillo y otras herramientas de labranza, allá por los siglos XII y XIII. Se trata de un argot que les permitía comunicarse entre sí sin que la persona con la que andaban negociando se enterase de nada.
Pero tranquilo, que todo esto lo vamos a explicar con pelos y señales, así que empezaremos por el principio. En primer lugar debes saber que el trillo es una especie de tablón con pedazos de piedra o cuchillas de acero en su cara inferior que se usa para el desgrane del cereal.
Además, el del trillo fue uno de los sectores más importantes de la zona. En los años 50 Cantalejo llegó a tener unos 400 talleres en los que se fabricaba una media de 30.000 trillos anuales. De hecho, tal fue la importancia de este artilugio en el lugar, que se estima que la mitad de la población, aproximadamente, se dedicaba a este oficio.
Aunque en la actualidad se emplean máquinas trilladoras, la elaboración de trillos en Cantalejo se mantiene vigente, ya que existe una demanda creciente por su valor decorativo y artesanal.
Gacería, el lenguaje secreto de Cantalejo
Como hemos dicho, la gacería nació como un código lingüístico que servía a los trilleros para comunicarse entre sí y no ser entendidos.
La gacería es un código lingüístico artificial que servía a los trilleros para comunicarse entre sí y no ser entendidos.
Y para que puedas hacerte una idea, te diré que el conjunto de términos usados en este argot es de 304, unos 40 verbos, unos 15 adjetivos y varios adverbios.
Y ahora si, veamos qué significa la primera frase de este artículo: Vilorio se refiere a villa, mientras que vilorio sierte hace referencia concretamente a la villa de Cantalejo, vitela es un ternero y un volandero es un pájaro. Un tisarro se identifica con un caballo y sornear y minchar es comer y dormir, en ese orden. Por tanto, Érase una vez una villa conocida como Cantalejo donde un ternero, un pájaro y un caballo se fueron a comer y acabaron dormidos. Me dirás que no es interesante la cosa.
El Pitoche engrullón: así suena El Principito en briquero
Aunque todos en Cantalejo hablan y entienden la gacería, siempre existe el miedo de que con el tiempo ese patrimonio lingüístico se acabe perdiendo, una pérdida que los vecinos no pueden ni quieren permitirse. Hay que recordar que el argot fue creado por personas analfabetas que sin saber leer ni escribir tuvieron la astucia de crear su propio idioma para blindar sus negocios. Ahora, la localidad pide que la gacería sea declarada Bien de Interés Cultural y desean que se visibilice, sobre todo, entre los más jóvenes.
EscapadaRural ha hablado con Ana Rosa Zamarro, vecina y alcaldesa de la localidad, además de implacable promotora de la gacería. Tanta es la implicación de la edil por preservar la gacería que llegaron a encargarle la traducción de El Principito, de Renard de Saint-Exupéry.
Zamarro nos ha hablado del Pitoche engruñón (El principito) y de lo que sintió cuando le propusieron traducir la obra a gacería. «Siempre lo recordaré como un regalo de Navidad, ya que me lo propusieron en diciembre», explica la edil.
Un dialecto intuitivo y cargado de recuerdos
La alcaldesa ha recordado durante su conversación con ER los largos ratos que pasaba junto a su abuelo y las historias que este le contaba en gacería. «Cuando era niña me encantaba que mi abuelo, que era muy culto, me contase cosas» y no paraba de preguntarle cómo se decía esto u aquello otro en gacería. De alguna forma, «olvidar la gacería era como olvidar esos ratos con mi abuelo».
«¿Cómo se dice zorro en gacería?», le preguntó un día al abuelo. «gazo cadelo», le contestó. Y entonces «¿cómo se diría que el zorro hace daño a las gallinas?». Pues «El gazo cadelo killa (hace daño) a las picanterras (gallinas)». Al final, matiza la edil, se trata de un dialecto bastante intuitivo, porque hay palabras que se pueden usarse en diferentes oraciones.
Qué ver en Cantalejo
Si decides darte un paseo por Cantalejo no puedes dejar de visitar la ermita de Nuestra señora del Pinar, un edificio de origen románico que ha sufrido diversas modificaciones, reparaciones y reformas a lo largo de los siglos. No obstante, aun se pueden observar las arquivoltas de la portada y los tres ventanales del ábside semicircular de dicha época.
También merece la pena visitar la iglesia parroquial de San Andrés, erigida sobre un antiguo templo románico que ya era importante en el año 1247, según se desprende de la documentación. La obra que podemos admirar actualmente es el resultado de un lento, pero concienzudo trabajo de construcción que se inicia en el año 1698 por la nave del lado norte y que finalizó en 1807 con las sacristías, pasando por la torre (1777) y la portada de San Andrés (1785).
Un pueblo de récord Guinness
Como has podido comprobar, Cantalejo es un lugar con una historia que no te la acabas, donde podrás visitar un museo dedicado al trillo, varias iglesias y un casco antiguo repleto de cantalejanos o briqueros ansiosos por hacerte participe de su cultura. Los habitantes de este pueblo segoviano están decididos a mostrar al mundo quiénes son pero, sobre todo, quienes fueron aquellos que les precedieron.
Cuenta la alcaldesa que hace muchos años se sabía cuando alguna familia briquera llegaba al pueblo porque lo hacían chiscando la tralla. Es decir, haciendo un ruido particular con una especie de látigo de cuero que se usaba para las labores del campo. Pues bien, en la unión está la fuerza y eso en Cantalejo lo tienen muy claro. Sino que se lo pregunten a alguno de los 967 cantalejanos que se unieron para «chiscar la tralla» a la vez. Solo te digo que se llevaron un récord Guinness por la hazaña.
Verónica Gómez