En la provincia de Alicante, más concretamente en la comarca del Bajo Segura, encontramos la cada vez más turística localidad de Guardamar del Segura. Una villa de tradición marinera que resguarda uno de los espacios naturales más especiales de la Comunidad Valenciana, el Ecosistema Dunar de Guardamar del Segura.
¿Y dónde reside su singularidad? Por un lado, en la belleza paisajística, formada por dunas fósiles y dunas en movimiento que se entremezclan con un bosque litoral que crece a ambos lados del río Segura. Por otro, en la costa mediterránea que lo baña: 11 kilómetros de playas de arena blanca y aguas cristalinas donde relajarse y desconectar en cualquier época del año.
Según Vicenç Roselló, profesor de la Universitat de València, el Ecosistema Dunar de Guardamar del Segura «Integra el conjunto dunar más importante de la costa mediterránea española». Esto se debe, en gran parte, al clima árido de la zona: apenas caen 250 mm de lluvia al año en Guardamar. Este hecho favorece que las dunas sean más frecuentes y de mayor tamaño.
Las dunas móviles de este municipio alicantino cubren un extenso tramo de litoral, el cual comprende desde el sur de las salinas de la vecina Santa Pola, hasta el cabo de Cervera, que es justo donde comienzan las dunas de La Mata.
Pero este movimiento dunar, constante y dinámico, puede tener graves consecuencias para los pueblos y cultivos de alrededor hasta el punto de sepultarlos por completo. Precisamente, ese fue el destino de los primeros asentamientos fenicios y árabes de siglos atrás y esa fue la amenaza a la que se vio sometida Guardamar a comienzos del siglo XIX.
Afortunadamente, el ambicioso proyecto que inició el ingeniero alicantino Franciso Mira Botella en el año 1900 consiguió detenerla. Se plantaron hasta 600.000 árboles en apenas 700 hectáreas de terreno y se construyeron viveros, casas forestales y caminos.
¿El resultado? El Bosque Litoral de La Pinada, del cual los guardamarencos están bien orgullosos. Un precioso y reconfortante espacio donde habitan pinos, palmeras, cipreses y eucaliptos. También hay un extenso abanico de especies halófitas de hierbas y arbustos que pueden recorrerse cómodamente gracias a una acondicionada red de senderos habilitada para ello.
Una de las sendas más agradecidas y sencillas (2,7 kilómetros) es la que, partiendo del puerto, permite contemplar cómo el río Segura se abraza con el Mediterráneo, visita las coquetas casas marineras del litoral de Guardamar –en algunas aún pueden apreciarse los destrozos provocados por el fuerte azote del mar–, pasea por La Pinada y concluye al final del puerto.
Una ruta especialmente indicada para los amantes de la observación de aves acuáticas, sobre todo en el tramo donde las aguas dulces y saladas se encuentran.
Como colofón a este agradable paseo, se puede llegar hasta las ruinas del antiguo castillo medieval. Las cuales reposan, curiosamente, sobre una de las dunas fósiles del ecosistema.
Y es que, Guardamar del Segura no es sólo un apacible y relajado tramo de costa para disfrutar del verano. Es, además, un maravilloso rincón levantino para refugiarte en naturaleza y percibir cómo los minutos transcurren a cámara lenta.
Elísabet García