Dentro de la bodega de Portugal: el vino verde
Escrito por
02.04.2020
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Que nadie se imagine un líquido color pradera cuando oiga a cualquiera pedir vinho verde (vino verde en castellano) en un bar portugués. Su nombre hace referencia a las características del lugar en donde se se elabora, la Costa Verde, no a su “imagen”. De hecho, hay vinho verde tinto, rosado y blanco. Sí, puede sonar un poco confuso, pero después de una copa se entiende mejor.
Portugal es el sexto productor de vinos del mundo y aunque el Oporto quizás sea el más famoso -al menos para los poco duchos en la materia-, los “verdes” son también unos triunfadores. Tanto dentro del país como fuera, ya que su exportación llega a sitios tan lejanos como Canadá, en gran parte gracias al crecimiento del enoturismo portugués. De hecho, es el factor que más influye en el crecimiento su negocio vinícola. Es decir, que quien va y lo prueba, se lleva una botella. O unas cuantas, por lo que parece.
El vinho verde tiene la Denominación de Origen Controlada (DOC) desde 1984. Ese lugar de producción abarca miles de hectáreas que se reparten por la región Entre-Douro-e-Minho (río Duero y Miño), que va desde un poco más abajo de Oporto hasta la frontera con España. Se divide en nueve subregiones: Amarante, Ave, Baião, Basto, Cávado, Lima, Monção, Paiva y Sousa.
Los tipos de uva (castas) que se cultivan en dichas tierras son: Loureiro, Alvarinho –sí, como en Galicia–, Arinto y Trajadura para los blancos (los que abarcan el grueso de la producción); Vinhão para los tintos y para los rosados, espadeiro.
Hay quien dice que el adjetivo verde le viene a este tipo de vinos por la juventud de sus uvas, que le da ligereza y frescura. Se toman muy fríos, suelen tener aguja (burbujitas) y no demasiado alcohol, aunque cuidado: entran tan bien que una copa lleva a otra y se puede llegar a un nivel de embriaguez considerable casi sin darse cuenta.
Además, maridan muy bien con mariscos, pescados –cómo no, había que encontrarle una pareja líquida al bacalao– o carnes blancas. Una imagen para salivar: langosta a la mantequilla con un vino blanco espumoso muy frío para acompañar ¿Quién dice que no?
Portugal y el vino, una historia de largo recorrido
Al igual que en otros países productores de vino como España o Italia, el clero tuvo bastante poder durante la Edad Media. Necesitaban una producción vinícola potente para poder abastecer los feligreses a la hora de ir a recibir la comunión (y de los curas para beber la sangre de Cristo, claro). Como la corona portuguesa no quería problemas con la Iglesia, accedieron al aumento de la producción.
También hubo intereses comerciales que influyeron en la decisión, por supuesto. Allá por el siglo XII, Alfonso I de Portugal (Alfonso Henriques para los amigos) promulgó una medida económica gracias a la cual los productores de vino no tenían que pagar impuestos durante los primeros cinco años de actividad. Así, la industria vinícola lusa creció y permitió forjar relaciones comerciales interesantes con otros países.
Los aficionados a “los caldos” pueden adaptar su viaje para conocer las mejores bodegas. Existen varias rutas del vinho verde: la que se va parando en los puntos de cultivo, la que presta atención a los lugares de culto religioso, la que visita las sierras de la región o la que se centra en las ciudades y villas interesantes.
Guimarães
Guimarães tiene un valor simbólico para la nación muy importante ya que es donde se instituyó Portugal como nación independiente en el siglo XII.
Su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001. La construcción de la urbe tal y como se la conoce hoy tuvo su mayor impulso en el siglo XIX pero se conservó su pasado medieval. Destaca su castillo, que data del siglo IX y que fue nombrado una de las Siete Maravillas de Portugal en el año 2007. También destaca como lugares potencialmente interesantes el Palacio de los duques de Braganza, del siglo XV, la capilla de San Miguel y la Rua de Santa Maria.
Braga
Braga es una de las metrópolis más antiguas de Portugal y del mundo cristiano con más de dos mil años de historia. La construcción de la ciudad monumental se produjo en el siglo XVIII y hora es la tercera localidad más importante del país vecino, con más de 170.000 habitantes y un ritmo vital muy dinámico. La resilencia y la facilidad para adaptarse a nuevos tiempos sigue siendo una de sus características ya que su modernización es constante.
Ponte de Lima
Su elemento más característico es el puente que le da nombre, que mandó construir el emperador Augusto y tiene partes arquitectónicas romanas y medievales. Pero no conviene quedarse en lo evidente, ya que Ponte de Lima esconde muchos secretos interesantes: iglesias románicas, alminhas (son centros de culto ubicados en el exterior) o el palacio de los marqueses de Ponte de Lima. Además de la producción de vinho verde, también conserva industrias tradicionales de textiles, calzado o cerámica. En verano se celebran mercadillos medievales y actividades culturales de carácter histórico.
Monção y Melgaço
Monção y Melgaço son dos lugares fronterizos que tienen mucho en común (y también con las otras localidades mencionadas) como son una cultura milenaria ligada a la constitución de Portugal como nación y un paisaje natural lleno de tonos verdes. Cercanos a Galicia, también comparten algunas tradiciones arquitectónicas como los castros. Para visitar destacan el parque de las termas, las murallas de Monção, el palacio de Brejoeira o la Casa do Solar do Alvarinho (donde el viajero se puede abastecer con botellas de vinho verde de albariño).
Viana do Castelo
Mar, río y montaña se juntan en esta localidad con 750 años de historia a la que también le atribuyen ser la capital del folclore portugués. En ella se pueden visitar el Navio Gil Eanes, anclado en su puerto; la Casa da Carreira, utilizada durante más de 30 años como Ayuntamiento y una representante del famoso estilo manuelino o la Basílica de Santa Luzia (e Citânia), desde la que se puede obtener una vista panorámica de Viana do Castelo.
Carmen López