Cosas que aprendes cuando viajas con niños

Escrito por

21.02.2018

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4min. de lectura

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Por JaySi

Cuando una pareja espera un hijo, algunos se apresuran en avisar que «viajen ahora que luego con los niños es casi imposible». Nada más lejos de la realidad. Viajar con niños es posible, divertido y además muy educativo para los padres.

(Mal)Acostumbrados como estamos a tener siempre todas las comodidades, viajar con niños pequeños vuelve a abrirnos los ojos para ser más tolerantes, curiosos, atrevidos y, sobre todo, para aprovechar cada segundo del día.

Para animar a las familias a salir a la aventura, hemos recogido algunas de las cosas que aprendes cuando viajas con niños.

1. Al mal tiempo buena cara

Para los adultos, parece que si ese fin de semana elegido llueve, se acaba el mundo. En ojos de tus hijos aparecen los charcos de barros, los juegos bajo la lluvia, los chubasqueros con capucha, los paraguas, los arco iris y los caracoles. Si ese fin de semana va a llover, llena la maleta de ropa extra e impermeables y salid a disfrutar de la lluvia bien equipados.

2. Disfruta del momento. De verdad

Con niños pequeños no se puede ir ni con prisas ni con agendas. En su mundo existen caracoles, flores, mariposas, piedras y palos, que son igual o más interesantes que lo que veremos al final de la excursión. Ellos viven el presente más puro, porque no saben donde vamos ni cuanto falta para llegar. Así, por si acaso, disfrutan ahora del momento.

Al fin y al cabo, esa excursión era solo una excusa para salir de casa y tomar el aire, ¿verdad? Si a la vuelta de la esquina encontráis algo fascinante que os detiene durante un par de horas pero los niños se lo pasan en grande y aprenden algo nuevo, ¡objetivo conseguido!

3. Una o dos cosas al día. Máximo

Si sigues la máxima anterior de «disfrutar del momento», es imposible que sigas una agenda de actos llena de actividades planificadas por un adulto en estado “multitasking” y estresado por conseguir llenar el día con el número máximo de cosas visitables.

En lugar de eso, tómatelo con calma y sal a improvisar. Planifica una actividad al día (o dos máximo: una por la mañana y otra por la tarde) y sácale el máximo jugo posible, para no tener que ir de un lado para otro. Seguro que en esa visita a un pueblo medieval puedes aprovechar para descansar, hacer un geocaching o jugar un rato en el parque.

4. Aprender a negociar

Cuando tienes niños, aprendes a negociar. Incluso cuando son pequeños, saben bien lo que quieren; o mejor dicho, lo que no quieren. Aprenderás a ceder en ciertas cosas para poder obtener pequeñas victorias. ¡Y eso es extrapolable a cualquier trabajo o situación cotidiana!

¿Un ejemplo? Ir un rato más en el coche, aunque sean cinco minutos, puede ser una batalla enorme a ganar. Tus armas: canciones en el coche, juegos y acertijos o pactar que mañana no cogeréis el coche para nada e iréis a todas partes caminando o a caballito.

5. El tamaño importa

Y cuanto más pequeño y más raro sea algo, mejor. El “no lo toques” hará que el niño tenga todavía más ganas de descubrirlo y de cogerlo. Seamos todos niños otra vez para volver a fijarnos en los diminutos tesoros de la naturaleza. Dejemos los miedos y aprensiones de un lado para volver a conectar de verdad con el entorno natural.

Muchos de los genios artísticos de nuestro país buscaron la inspiración en la naturaleza. Quien sabe si de un conjunto desordenado de hojas del otoño o de una mariposa de colores vistosos llegará tu próxima idea genial… No dejes la lupa en casa, ni tampoco los prismáticos, porque nunca sabes qué tesoro natural encontrarán tus hijos.

6. A quien madruga la naturaleza le ayuda

Los niños no entienden de despertadores ni de sábados que se pegan a las sábanas. Más bien al contrario: en la casa rural pueden que estén nerviosos por descubrir todos los animales de la casa, jugar con los juguetes nuevos que hay o salir a explorar la zona; y eso hará que posiblemente estén en pie a las 7 de la mañana. No te preocupes, ya descansarás cuando sean mayores.

Roser Goula

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