El zorro es un animal solitario, buen corredor, y puede trepar a los árboles con relativa facilidad. El olfato es el mejor de sus sentidos. Siempre atacan solos, nunca en grupo; y además no masacran gallinas por diversión, como se cree popularmente. Y lo más importante: los zorros son recolectores, porque las presas cazadas son acumuladas y enterradas una a una en una suerte de despensa. En la cultura occidental, el zorro es considerado un animal muy astuto y es empleado como símbolo de astucia en muchos relatos folclóricos.
Por su parte, el erizo, a pesar de estar tapizado de púas, es un animal muy promiscuo. Es un animal tranquilo y pacífico, casi un adorno de la naturaleza que, sin embargo, muere en muchas ocasiones por culpa de los seres humanos: por ejemplo, atropellados en la carretera. Por ello, la mitad de todos los erizos no llega al año de vida; y solo 1 de cada 100 llega a los 5 años.
Ambos animales también representan dos formas diametralmente opuestas de pensar, de enfrentarse a la complejidad y la incertidumbre del mundo. Al menos, desde el punto de vista de la psicología. Si los erizos son cazadores, siempre al acecho de la gran presa, los zorros son recolectores.
CERTIDUMBRE E INCERTIDUMBRE
La idea de definir el modo de pensar del ser humano según el paradigma de un zorro o un erizo fue propuesto por primera vez por Philip Tetlock. Siendo el miembro más joven de un comité de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, emprendió en 1984 una investigación sobre los conocimientos y el juicio de los expertos en diversos campos del conocimiento.
Lo que descubrió es que los expertos también se equivocan mucho haciendo predicciones sobre las áreas que dominan, ya fueran politólogos, economistas, abogados, diplomáticos o periodistas. La incapacidad de predecir el futuro de estos expertos era solo un síntoma más de su clamoroso fracaso a la hora de comprender plenamente las complejidades del presente. Sin embargo, había una clase de experto que se equivocaba más que la otra: los que aparecían mucho en medios de comunicación o los que les costaba mucho cambiar de opinión.
Fue así como Tetlock dividió a los expertos, y las personas en general, en erizos y zorros, inspirándose en el título de un ensayo de Isaiah Berlin sobre el novelista ruso León Tolstói, El erizo y la zorra. A su vez, este había tomado prestado el título de una frase que se atribuye al poeta griego Arquíloco: «El zorro sabe muchas cosas pequeñas, mientras que el erizo sabe una cosa grande».
De esta manera, las personas que son como los erizos son personalidades que creen en las grandes ideas. Es decir, en principios generales sobre el mundo que funcionan como si de leyes físicas se tratara. Para ellos, hay una herramienta (una ideología, un procedimiento, una cosmovisión) que es más eficaz que el resto para resolver todos los problemas del mundo o gran parte de ellos. Por ejemplo, Sigmund Freud, con su subconsciente, sería un erizo. O Karl Marx con su lucha de clases. O alguien que siempre vota indefectiblemente a derechas o izquierdas con independencia del contexto.
Los zorros, por su parte, son criaturas que creen en múltiples ideas y que abordan los problemas desde perspectivas diversas. En vez de tener una única herramienta para diferentes problemas, disponen de una navaja suiza. Los zorros tienden a mostrar mayor tolerancia ante los matices, la incertidumbre, la complejidad y las opiniones discrepantes.
Lo que descubrió Tetlock es que a los zorros se les da mejor hacer predicciones que a los erizos. Y, por extensión, los erizos son mejores tertulianos en la televisión, porque se muestran más audaces, tienden a evitar el «no lo sé», o no cambian tanto de opinión si reciben nuevos datos. Para ellos hay una única forma de mirar el mundo.
Los zorros son multidisciplinares, adaptables, autocríticos, tolerantes a la complejidad, cautos, empíricos. En contraprestación, los erizos son especializados, incondicionales, tercos, fanáticos del orden, confiados, ideológicos.
De hecho, un erizo culto es más peligroso que un erizo menos culto. Un erizo con doctorado comete más errores que un erizo sin doctorado, justo lo contrario de lo que pasa con los zorros: cuantos más conocimientos tienen, menos errores cometen. Según explica Nate Silver en su libro Señal y ruido esto podría suceder porque «disponer de más datos ofrece al erizo más posibilidades de combinarlos y manipularlos de tal forma que confirmen sus prejuicios». Los erizo cultos, sencillamente, son personas más maniqueas:
Los erizos que disponen de una gran cantidad de información construyen historias: películas siempre más bonitas y pulcras que el mundo real, con buenos y malos, ganadores y perdedores, puntos culminantes y desenlaces, y en las que generalmente el bando propio termina obteniendo la victoria (…) Cuando construimos historias de este tipo, perdemos la capacidad de evaluar de forma crítica la información existente.
Todos nacemos siendo más erizos que zorros o viceversa. Sin embargo, habida cuenta de que vivimos en un mundo complejo, cambiante y lleno de variables (muchas de las cuales resultan invisible) quizá convendría aproximarnos lo máximo posible a los zorros.
La mascota del navegador de Internet Mozilla Firefox es confundida a veces con un zorro (el nombre “firefox” significa literalmente “zorro de fuego”), pero en realidad se trata de un panda rojo (Ailurus fulgens). Sin embargo, el zorro como buscador es un símbolo idóneo al que debemos aspirar. Por mucho que resulte mucho más confortable y cómo ser un erizo que, por error de cálculo, por perseguir una única idea, acabo aplastado en mitad de la carretera.
Sergio Parra
Pues cuidado con quien prologa el ensayo de Berlin, que Vargas Llosa es un erizo culto.