Cuando pensamos en los Pirineos nos viene a la mente un paisaje espléndido, el color de la vegetación y sus cimas. Naturaleza en estado puro, aunque también deberíamos de tener en cuenta la presencia humana. El valle de Hecho es la prueba de que la historia en las zonas pirenaicas es tan rica como lo es su riqueza medioambiental.
Un poco de historia antes de comenzar
Tanta belleza explicaría la presencia de distintas culturas desde la antigüedad. El valle de Hecho ya se conocía por los romanos como Summo Pyrenneo y era un paso muy frecuentado, aunque la presencia de humanos se remonta a mucho antes. De ello dan fe los hallazgos de sorprendentes monumentos megalíticos que atestiguan el paso por aquí de hombres desde el 3000 a.C. Son muchos los enclaves: la selva de Oza, en Guarrinza; o a lo largo del río Aragón Subordán, donde podemos verlos. Excepcional es la Corona de los muertos, en Oza, con sus 120 círculos de piedras.
Un momento histórico clave se da a principios del siglo IX, cuando las tropas carolingias de Luis el Piadoso ocuparon el valle. De esa fecha es la construcción del monumental monasterio de San Pedro de Siresa, apareciendo en ese momento las primeras referencias escritas a Echo, Eito o Etxea. Posteriormente, el condado carolingio de Aragonum y otros territorios se ampliaron para dar lugar al nacimiento del antiguo Reino de Aragón.
Pueblos de bella estampa
El pueblo de Hecho será nuestra base para iniciar la exploración. La villa da nombre al valle que recorre el río Aragón Subordán. Hecho destaca por la conservación del conjunto urbano, famoso por su particular arquitectura tradicional, y por su monumental iglesia parroquial de San Martín y la ermita de Escagüés. Todo ello, redondeado por el bello paisaje de montañas y bosques de pinos, hayedos y abetales del Parque Natural de los Valles Occidentales.
A menos de 3 kilómetros llegaremos a Siresa, ubicada en la cabecera del valle de Hecho -a 882 metros de altitud-, donde está el célebre monasterio de San Pedro. La iglesia actual, imponente sobre el barranco de Espetal, es lo único que queda del que fuera el esplendoroso conjunto monástico. Su altura y dimensiones revelan lo excepcional del edificio cuya antigua datación podría estar justificada en cierta forma por la antigua calzada romana que cruzaba el valle.
A escasos diez minutos en coche, nos aguardan Embún y Urdués. Ambas villas se remontan al S.IX. Paseando por ellas se siente la quietud del tiempo y la presencia de la naturaleza casi mística.
La cultura del valle
Si la naturaleza tiene sus propios ritmos y leyes para perpetuarse, en lo que se refiere a la cultura y patrimonio, son el respeto y el cuidado los que permiten su supervivencia. Los habitantes del valle lo tienen, sólo así se explica que hayan mantenido vivo el dialecto de uso de la zona: el cheso. Este nombre fue tomado del gentilicio de los del valle de Hecho. Una forma recomendable de conocer mejor los usos y tradiciones es acercarse al Museo Etnológico Casa Mazo, en la plaza Mayor de Hecho.
Sin duda, la tradición estrella del valle de Hecho es la de los descensos de Navatas. Una curiosa exhibición que se realiza en el mes de mayo y donde se muestra cómo se transportaba la madera el siglo XVI desde los bosques a Zaragoza o Tortosa. Una festividad que cada vez atrae a más visitantes que acuden a ver cómo los tripulantes manejan enormes troncos de madera durante más de 3 kilómetros por el río.
Hecho, el valle de colores
Gran parte del territorio ocupado por Hecho forma parte del Parque Natural de los Valles Occidentales, un espacio protegido que cubre una superficie total de 27.073 hectáreas. Se trata de uno de los ecosistemas mejor conservados del Pirineo aragonés y el espacio por el que nos moveremos.
Aproximándonos por la carretera rural que remonta el valle, encontramos la Boca del Infierno. Este primer tesoro natural muestra la gran garganta que ha excavado el río Aragón Subordán. Entre las entalladuras, se aprecian los restos de la antigua calzada romana. Además de poder realizar senderismo, los más valientes también pueden atreverse a probar el barranquismo en la zona.
Los frondosos bosques de hayas y abetos de la selva de Oza (a 1.150 metros de altitud) son el espacio ideal para la práctica de un gran número de actividades deportivas como travesías a pie o en BTT, escalada, parapente, tirolinas para los más pequeños y, en invierno, el esquí de fondo. Por encima del espesor, en el horizonte se recorta, como si fuera una fortaleza, el monte del Castillo de Acher, una de las montañas más hermosas del Pirineo. Su ascenso constituye una excursión no muy complicada (aproximadamente unas 8 horas en total) con la que conocer mejor la belleza de estos valles y montañas pirenaicos que guardan tantos secretos por conocer.
José Alejandro Adamuz
Las dos fitos de los montes pertenecen al valle de ANSO .ibon de l’acherito y los comunes de guarrinza por si no lo sabes