Cascada de Ézaro, en Dumbría. Por jcami

Cuando pensamos en cascadas, nos viene a la cabeza un encajonado barranco en medio de un bosque húmedo. Un paisaje de vegetación exuberante y una gran caída de agua. Un entorno de montaña, rocoso y lleno de musgo, que exuda agua dulce por todos sus poros. Un destino rural de interior, en todo caso. Sin embargo, ¿sabías que hay saltos de agua que acaban en el mar, en la costa?
Te acercamos una serie de cascadas sorprendentes que mezclan su agua dulce con el agua salada del mar. Espectáculos salvajes de la naturaleza que unen elementos de mar y montaña.
Cascada de Ézaro, en Dumbría (A Coruña)

También conocida por su nombre en gallego, Fervenza do Ézaro, es de visita obligatoria en la Costa da Morte. Es una cascada que desemboca en el mar con toda su furia, un espectáculo que no es muy habitual ver con tanta viveza. Está en la parroquia Santa Uxía do Ézaro, en el municipio de Dumbría, y tiene una caída de 40 metros. Para llegar hasta la cascada, podemos ir cómodamente en coche, ya que hay un aparcamiento a apenas un kilómetro de distancia. El camino está muy bien señalizado y lleva hasta un mirador con bancos. Todavía nos podremos acercar un poco más bajando unas escaleras.
Aunque la cascada de Ézaro emana agua todo el año, la mejor época para ir es en invierno. En época de lluvias, los embalses superiores se llenan y se ven obligados a abrir sus compuertas, lo que provoca unas caídas de agua aún más impresionantes. El verano es otro buen momento para ir, ya que se organizan visitas nocturnas a una cascada que en estas fechas… ¡se ilumina!
Cascada de Maro, en Nerja (Málaga)

Viajamos hacia el sur de la península para ver otro bonito salto de agua que acaba en el mar, en este caso en el Mediterráneo. Hablamos de la cascada de Maro, en Nerja, que tiene una caída de 15 metros antes de fundirse con las aguas saladas y turquesas. Viene del arroyo Sanguino, que hay que advertir que es de caudal muy irregular, por lo que su flujo puede cambiar mucho (incluso te lo puedes encontrar sin agua en periodos de sequía). El momento para verlo en su mayor esplendor suele ser en primavera y tras producirse fuertes lluvias.
Para ir a ver la cascada de Maro, hay que salir caminando de la cercana playa de Maro (en verano es difícil aparcar aquí). Si ha llovido en los últimos días, es posible que veas más de una cascada desembocando en el mar en esta zona. Una forma diferente y muy popular para ver el salto de agua es acercarse en alguna de las rutas guiadas en kayak y en paddle surf que ofrecen empresas locales.
Cascada del Bolao, en Alfoz de Lloredo (Cantabria)

El acantilado El Bolao es una auténtica maravilla de la naturaleza. A su belleza paisajística contribuye el hecho de que por él discurren las aguas de un río que acaban desembocando en la bravura del mar Cantábrico. Está en el término municipal de Alfoz de Lloredo y se puede llegar desde las localidades de Cóbreces y Toñanes. Ambas tienen acceso en coche, aunque lo más recomendable para admirar el entorno es hacerlo a pie o en bici. Son dos rutas cortas y aptas para hacer en familia, aunque se recomienda evitar los días con viento por la fuerza que tiene en estas latitudes.
Al lado de la cascada, junto al acantilado y entre praderas, veréis una antigua construcción. Se trata del molino del Bolao, que aprovechaba el curso del arroyo de la presa para moler trigo y maíz que llevaban los vecinos de la zona.
Playa de Covachos, en Santa Cruz de Bezana (Cantabria)

Seguimos en Cantabria para visitar la bucólica playa de Covachos, en la pedanía de Soto de la Marina de Santa Cruz de Bezana, cerca de Santander. Está en el Parque Natural de las Dunas de Liencres. Son 50 metros de arena fina y dorada, aguas limpias y un islote al que se puede llegar caminando cuando baja la marea. Además, está acompañada por acantilados de piedra de aspecto salvaje, unas paredes por las que se puede divisar una cascada de agua dulce (pequeña) que acaba en la arena de la playa.
Para llegar a la playa de Covachos, debemos tomar una senda litoral que sale del parking del cercano arenal de la Arnía. Es recomendable llevar un calzado apropiado y antideslizante, ya que para descender hay que bajar por unos peldaños de hormigón y ayudarse de una cuerda. En todo caso, hay que ir con la marea baja, pues cuando hay pleamar no hay arena y correremos el riesgo de quedarnos atrapados.
La cascada de la Ñora… que casi desemboca en el mar de Asturias

Acabamos el listado con una cascada que no acaba realmente en el mar, pero sí muy cerca de él, y que nos permite contemplar una estampa única que combina mar y montaña. Se trata de la cascada de la Ñora, un salto de agua de varios metros que está unos kilómetros antes de que el río llegue al mar.
Este, el río de la Ñora, sí desemboca en agua salada: acaba en la playa de la Ñora, que es una pequeña cala de arena dorada y fuerte oleaje que está entre los concejos de Gijón y Villaviciosa. Es muy popular entre los turistas, especialmente en verano, y está protegida por sus dunas y por el afloramiento de rocas jurásicas. Hay una ruta cómoda, sencilla y familiar para seguir el sinuoso recorrido de las aguas dulces y acabar en las saladas: la senda río Ñora. Está a solo 10 minutos de Gijón y es lineal. Son unos 5,5 kilómetros en descenso entre bosques de robles, sauces, saúcos y bosques de ribera.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Me has podido leer en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia, El Salto y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. También soy un intento de baserritarra.
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