Carrícola, el pueblo donde el arte se funde con el ecologismo
Escrito por
20.09.2023
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Carrícola es uno de esos pueblos a los que una va y piensa: “Es un buen lugar para vivir cuando me jubile”. Por suerte, no todos han esperado a llegar a la última etapa de su vida para mudarse y eso hace que sea un municipio con una magia especial. Es pequeño, acogedor, con buen ambiente, bonito, moderno, cultural, artístico, en medio de la naturaleza y con interesantes propuestas para que las acciones más cotidianas sean medioambientalmente más sostenibles. De esos en los que parece que el reloj avanza más despacio.
Vamos a ubicarnos. Carrícola es un municipio de la Comunidad Valenciana que está en la comarca de la Vall d’Albaida, al sur de la provincia de Valencia, en plena sierra del Benicadell. Llegaremos por la carretera CV-615 desde Atzeneta d’Albaida, por donde nos recibirá un cartel de lo más peculiar y que ya nos da pistas de lo que nos esperará en sus calles: una valla que anuncia que entras en “Carri-Cola, la “xispa” de la Vall”, con la tipografía de la Coca-Cola.
Y es que el arte urbano llena de color y de vida un pueblo minúsculo que, si no hacemos parada, dejaremos atrás en solo 200 metros. No te pases de largo, porque vale la pena perderse por su pequeño núcleo urbano. En la plaza y en el frontón de la entrada ya nos sorprenderán grandes murales, una escultura o una nuez gigante.
Un aperitivo de lo que hay más adelante, en la plaza de la Constitución: su fuente la han tomado unos caracoles de bronce y unas ranas petrificadas. Continúa porque verás fachadas de lo más pintorescas… La manera como el arte se funde en el ambiente recuerda al pueblo de Fanzara, en la sierra del Espadán de Castellón.
Arte también en el monte
Las intervenciones artísticas no se quedan en la parte construida del término municipal. Si os animáis a hacer la ruta que sube al castillo, construido en el siglo XIII, comprobaréis que la pintura y la escultura no están reñidas con la naturaleza.
La ascensión se os hará mucho más amena gracias a la exposición de arte al aire libre que perdura del Festival Biodivers que se hizo en el año 2010. Con esta iniciativa se impulsó la realización de obras que se integraran en el paisaje en estos espacios.
En la subida a la fortaleza, veréis “El Cau de L’Ull”, una “Font dels Unflats” repleto de moldes de las caras de los vecinos de Carrícola, escalones con ojos, una torre de libros cuyos títulos hacen referencia a todos los pueblos del valle, una hormiga hecha con chatarra o un retrato del conocido cantautor valenciano Ovidi Montllor. Participaron 58 artistas y se ejecutaron 71 obras.
Por cierto, la ruta es de 4 kilómetros (ida y vuelta al pueblo) y tiene 180 metros de subida, que se pueden recorrer en una hora o dos (depende del ritmo y del estado físico de cada uno), tiempo que se pasa volando con tanto “entretenimiento” por el camino.
Carrícola: un pueblo “ecologista”
Como la mayoría de los pueblos de interior y lejanos a las autovías principales, Carrícola era otro de los que iba perdiendo habitantes paulatinamente, con el paso del tiempo y a raíz del éxodo rural. Su censo llegó a estar por debajo de las 60 personas; hoy cuentan con 99 empadronadas. ¿Qué se ha hecho bien aquí?
Podemos decir que la chispa que encendió la preocupación por el medio ambiente llegó en los años 80, cuando una empresa francesa se comprometió a comprar toda la producción de naranjos si los agricultores se pasaban al cultivo ecológico. En un momento en el que el concepto “ecológico” solo estaba en boca de cuatro hippies y se vivía en un momento de consumo desenfrenado, los labradores se aferraron a esa promesa esperando que fuera un salvavidas de unos campos que parecían condenados a morir (como así ha pasado con tantas hectáreas de naranjos valencianos).
Les salió bien y, desde entonces, lo de cuidar el medio ambiente se convirtió en una prioridad de Carrícola, que ocupó todos los ámbitos de manera transversal. En los 80 los agricultores también sustituyeron el sistema de regadío tradicional de acequias por uno de distribución entubada y por el riego localizado por goteo, para ahorrar agua. Además, desde el ayuntamiento se han impulsado iniciativas como la recogida selectiva de residuos con contenedor marrón (de recogida de materia orgánica), con el que se elabora el compost que después acaba siendo abono en los huertos locales. Para ello, hay dos grandes contenedores de madera realizados por artesanos autóctonos en los que se vierte el orgánico.
Carrícola también tiene una depuradora de aguas ideada en colaboración con la Universitat Politècnica de València (UPV) que emplea un sistema totalmente natural que se basa en la fitodepuración. Es decir, se limpia el agua gracias al trabajo de microorganismos, plantas y piedras, sin generar olores, ni ruidos, ni otras molestias a la ciudadanía. Además, la depuradora está plenamente integrada en el paisaje (de hecho, está junto a un parque infantil) y crea un humedal artificial con el que se pretende potenciar la biodiversidad, a la vez que presta un servicio público de limpieza de las aguas municipales.
Por otro lado, no es menos importante señalar que Carrícola nunca ha apostado por los grandes proyectos urbanísticos ni por enormes polígonos industriales. Su modelo es otro radicalmente opuesto.
Otro pilar importante de la acción política –impulsada tanto desde el Ayuntamiento como desde la ciudadanía- de Carrícola es poner de relieve el patrimonio local. Además de las obras del Biodivers que hemos visto, se han recuperado los barrancos de la huerta y del castillo y el lavadero municipal. Especialmente relevante fue el acondicionamiento del Paraje Natural Municipal de les Arcades, de 25.000 metros cuadrados, con acueductos de la época romana y aprovechamientos para el riego. Asimismo, la Coordinadora Ecologista de la Vall d’Albaida creó la Ametla de Palla con técnicas de bioconstrucción en 2008, espacio que actualmente es sede de actividades relacionadas con el medio ambiente y que cuenta con un jardín de flora.
Raquel Andrés
Periodista y aventurera. Colaboradora en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. En mi mochila nunca falta saco ni esterilla. Ah, también soy un intento de baserritarra.
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