En la primera mitad del siglo XIX, los aficionados a las mariposas descubrieron que en los bosques próximos a las ciudades industriales inglesas proliferaban ejemplares de la mariposa de los abedules (Biston betularia) que, en vez de ser blancas moteadas, habían adquirido un color negro.
Las aves cantan más para compensar el ruido que generamos
Este llamativo cambio acabó siendo uno de los mejores ejemplos de cómo funciona la evolución por selección natural.
Y es que el color permitía a esta polilla poder camuflarse en los troncos de los árboles y evitar así a los depredadores. Sin embargo, en ciudades como Manchester ya no había mariposas blancas moteadas de negro, sino negras sin más, porque el entorno era más negro por la contaminación. Adquirir el nuevo color era imprescindible para evitar entonces a los depredadores.
Este proceso se llama melanismo industrial, y es un proceso observado en muchas especies de lepidópteros de zonas urbanas.
La selección natural, retroalimentada por la acción humana, no solo puede cambiar el color de las mariposas. También su comportamiento. Incluso el canto de las aves.
El efecto del ruido ambiente
Según muestra una reciente investigación de 2018, publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences, los pájaros expuestos al ruido persistente de los compresores de gas natural muestran síntomas notablemente similares a los de los humanos que sufren de trastorno de estrés postraumático.
Los investigadores encontraron que los adultos y los polluelos de tres especies diferentes mostraban múltiples signos de estrés crónico causado por la contaminación acústica, incluidos niveles anómalos de la hormona del estrés.
El estudio es el primero en probar las relaciones entre el ruido, las hormonas del estrés y el estado físico en animales que se reproducen en áreas naturales con un ruido significativo creado por el ser humano.
Esto ocurre porque un gran conjunto de animales emplean el sonido para comunicarse, orientarse, encontrar alimento o identificar peligros. La contaminación acústica interfiere en esas capacidades, lo que aumenta el estrés del animal, así como su desorientación.
«El ruido afecta a muchas especies de anfibios, artrópodos, aves, peces, mamíferos, moluscos y reptiles», han señalado científicos de la Queen’s University Belfast en un estudio publicado al respecto en la Royal Society Biology Letters.
Un grupo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), después de estudiar a los verdecillos, unas aves colonizadoras de las zonas urbanas de toda Europa, también ha constatado que los pájaros de ciudad dedican más tiempo a cantar para compensar el ruido ambiente, prestando menos atención a otras tareas como la defensa ante posibles depredadores.
Además, los investigadores han podido comprobar cómo estos pájaros modifican su comportamiento en función de los días de la semana, concretamente entre los días laborables y festivos. Como explica Mario Díaz, investigador del CSIC, del Museo Nacional de Ciencias Naturales:
Estas aves pueden emplear hasta el 60% del tiempo en cantar a niveles de 70 decibelios (…) a partir de ese nivel empiezan a cantar menos, probablemente porque dedicar más tiempo al canto puede interferir en exceso con tareas tan importantes como estar atento a los depredadores o a otros verdecillos vecinos.
Gorriones y pinzones
Una quinta parte de las especies de aves que existen en el mundo viven en ciudades. Eso quiere decir que, como en el caso de los gorriones, muchas de ellas están amenazadas no solo por el ruido, sino por insecticidas, contaminación del aire, etc.
Por esa razón, en los últimos cuarenta años, los gorriones apenas se pueden encontrar ya en las grandes capitales europeas. En países como España, las poblaciones han disminuido de forma drástica.
En el caso de los pinzones cebra, una especie de pájaros cantores nativos de Australia, el ruido afecta a su salud y el crecimiento de sus crías. Concretamente, los investigadores del Instituto Max Planck de Ornitología en Seewiesen descubrieron que los polluelos que nacen en este entorno son más pequeños. El ruido afecta sus niveles de glucocorticoides en sangre.
Christopher Templeton, profesor asistente en la Universidad del Pacífico, en Oregón, ha ido más allá al determinar el impacto del ruido del tráfico en el rendimiento cognitivo de pinzones cebra adultos.
Para ello, observó cómo los animales realizaban tareas de búsqueda de alimento con o sin tráfico, en un entorno de laboratorio, desempeñando la tarea mucho peor en el caso de entornos con tráfico.
En suma, pudiera parecernos poco relevante que nuestros ruidos en el ambiente afecten a las aves. Pero esto no es cierto por dos motivos.
El primero es que necesitamos que las aves estén saludables para que cumplan su función en el complejo ecosistema en el que vivimos.
La segunda razón es incluso más práctica, habida cuenta de que los sonidos de la naturaleza tienen la propiedad de infundir tranquilidad y sosiego en el ser humano, impactando positivamente en la salud.
Los dos sonidos naturales que presentan con más intensidad estas propiedades son, precisamente, los sonidos del agua y los cantos de los pájaros.
En un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, se detalla así cómo los sonidos naturales como el agua que fluye y el canto de los pájaros pueden inducir efectos positivos para la salud.
El equipo de investigación estudió la distribución de los sonidos naturales junto con el ruido de las actividades humanas en 221 sitios en 68 parques nacionales. Los efectos para la salud fueron:
- Disminución del dolor
- Estado de ánimo mejorado
- Menos estrés
- Rendimiento cognitivo mejorado.
De nosotros depende que esos sonidos de pájaros cantando puedan alterarse o incluso desaparecer si no cuidamos nuestra contaminación acústica.
Sergio Parra