Campillo de Ranas: primer ‘sí, quiero’ LGTBI en la España rural
Escrito por
29.06.2022
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El 30 de junio de 2005, el Congreso de los Diputados aprobó oficialmente la ley que permite a las personas del mismo sexo contraer matrimonio con los mismos derechos que las personas heterosexuales, lo que incluye la adopción. Esa modificación del Código Penal, que se llevó a cabo con José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) como Presidente del Gobierno, causó un gran revuelo entre partidarios y opositores. Los primeros lo celebraron –España se convirtió en el cuarto país del mundo en reconocer este derecho– y los opositores se indignaron.
De hecho, los alcaldes de algunas localidades expresaron su negativa a oficiar bodas homosexuales, unos apelando a la objeción de conciencia y otros a razones aún más conservadoras. No fue el caso del regidor del pueblo guadalajareño Campillo de Ranas, que decidió que allí iban a poder casarse las parejas que quisieran, sin que importase nada más que su deseo de unirse en matrimonio.
Así, Campillo de Ranas se convirtió en un referente nacional, un punto de referencia aperturista en medio del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara donde la celebración ganaba al enfrentamiento.
Ese alcalde comprometido es Francisco Maroto, que continúa estando al frente del consistorio. Llegó a Campillo de Ranas con otros dos amigos en 1984 y, desde entonces, es su hogar. “Antes de venir no tenía relación alguna con el pueblo. Pero estuvimos trabajando con el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), con el servicio forestal y conocimos esta zona, que es muy bonita y nos gustó, así que nos vinimos a ella”, comenta por teléfono a Escapada Rural.
Cuando llegaron, en el pueblo solo vivían cuatro familias que les acogieron sin ningún problema. “Puertas abiertas para todo”, explica Maroto, que acabó llegando a la alcaldía porque “llega un momento en el que tienes que involucrarte en políticas si quieres que tu pueblo tome un tono u otro”. El que tomó Campillo de Ranas fue el multicolor de la bandera LGTBI.
El “sí, quiero” de Campillo de Ranas
La ley de 2005 supuso un terremoto a nivel nacional, aunque no en Campillo de Ranas más allá del aumento de visitas. La vida de la localidad no se vio alterada porque “es un pueblo que brilla por su tolerancia y no hubo ninguna revolución porque no necesitaba cambiar”, afirma el alcalde. Desde entonces, Maroto ha oficiado más de 300 o 400 bodas, no lleva la cuenta exacta. Dice que cada fin de semana hay uniones matrimoniales en el pueblo, tanto gays como heterosexuales.
“Nosotros teníamos una afluencia muy estacional. El pistoletazo de salida era el Puente del Pilar, el 12 de octubre, y la temporada duraba hasta el último puente de mayo. Luego se cortaba el turismo porque todo el público venía de Madrid y la gente se iba a la playa”, explica en relación al plano turístico.
Las bodas ayudaron a cubrir ese hueco, porque son celebraciones que se suelen llevar a cabo en verano, cuando hace buen tiempo. “Si una boda tiene 120 invitados, pues son 120 personas que tienen que dormir, desayunar o irse a tomar una cerveza. Y nos ha dado a conocer gratuitamente porque la gente que viene a las bodas, conoce el pueblo y acaba volviendo porque les encanta”, afirma el edil.
Los atractivos de la localidad no son pocos y, además, se encuentra a solo hora y media de Madrid. Como desarrolla su alcalde, orgulloso: “Es el centro de la ruta de la arquitectura negra, a 1.100 metros de altura en el centro total del Parque Natural de la Sierra Norte. Es un sitio maravilloso, con casas de piedra de pizarra, bosques de roble y arroyos transparentes. Vivimos en un sitio increíble”.
El número de personas que residen en Campillo de Ranas –que está compuesto por cinco núcleos de población– ha crecido considerablemente desde los años 80 del siglo pasado, aunque Maroto señala algunos matices. “Somos 200 y pico en el padrón, pero realmente viviendo todos los días del año, estaremos entre 70 u 80 personas. Ahora mismo hay 17 casas rurales, cuatro restaurantes y un bar, lo que supone puestos de trabajo. Aquí se puede vivir”.
Pese a que han pasado casi más de dos décadas, Campillo de Ranas sigue siendo un oasis LGTBI en el ámbito rural, donde aún no es fácil formar parte de dicho colectivo. “No en nuestro caso, ni mucho menos. Pero que esto es como cuando se habla del movimiento LGTBI en Madrid, Barcelona o Bilbao y nos olvidamos de que Teruel existe. A nivel de un pueblo en el que por la despoblación viven 15 personas, salir del armario es muy complicado”, desarrolla Maroto.
También observa que: “A nivel nacional, creo que estamos un poco estancados. Se han conseguido muchísimas cosas, el avance ha sido tremendo pero no hay que dormirse en los laureles porque todo vuelve para atrás”. En el momento en el que se está escribiendo este artículo, en Oslo se han cancelado los actos planificados para la fiesta del Orgullo tras un tiroteo en una discoteca LGTBI+ del centro de la ciudad. Murieron dos personas y 20 resultaron heridas, y las autoridades noruegas temían que se repitieran los atentados si continúan con las actividades programadas.
En pleno siglo XXI, el activismo de Francisco Maroto sigue siendo esencial. Comenta que no conoce otras iniciativas como la suya en el marco rural, aunque sí hay organizaciones trabajando por la visibilización LGTBI en la España vaciada. Algunos de los más activos son el colectivo Orgullo Serrano de Cádiz o la Asociación Plural LGTBI Mancha Centro de Alcázar de San Juan, que en 2019 llevó a cabo la campaña Yo me quiero aquí con dicho objetivo. La igualdad de derechos siempre por bandera, en este caso multicolor.
Carmen López