Cala del Mago, una playa paradisíaca de cine
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02.07.2022
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La esperanza que le queda a una película considerada un desastre en el momento de su estreno es convertirse en un filme de culto en el futuro. Se trata de un fenómeno curioso que, en ocasiones, no tiene que ver exactamente con la calidad del filme. Este es el caso de El Mago, que le da nombre a esta popular cala de Mallorca.
A veces es la ironía la que saca a la producción del saco de la purria cinematográfica –ahí está el ejemplo de Sharknado, considerada la peor de la historia pero también mitificada– y otras es la obsesión por los misterios que se esconden en la trama o los detalles que son señales de algo. También hay otras ocasiones en las que la crítica fue demasiado dura en el pasado, y al revisar la cinta se considera que tampoco estaba tan mal.
Lo que pasa con El Mago (Guy Green, 1968) es una especie de ensalada loca cuyos ingredientes son todas las posibilidades mencionadas. Puede que no provoque tantas sonrisas como para que el sarcasmo juegue a su favor, pero sí tiene fans que indagan en las tripas del filme para encontrar el motivo del resultado fatal, que aportan datos sacados de fuentes poco consistentes.
Además, hay expertos cinematográficos que reclaman que se haga justicia con una película que hizo que Woody Allen (o Peter Sellers o a saber, porque no hay enlace riguroso en internet) dijese: “no cambiaría nada de mi vida excepto ver El Mago”. La solidez de los argumentos de los obsesionados con el tema puede que no sea muy firme, pero leerlos es muy entretenido.
El filme está basado en una novela homónima que John Fowles publicó en 1965. Se dice que el escritor no andaba muy bien de dinero y que, aunque la idea no le congratulaba demasiado, aceptó participar en el guión de la adaptación cinematográfica. De entrada, parecía que el éxito estaba casi asegurado por múltiples razones.
Guy Green, que además de realizador también tenía una amplia experiencia como director de fotografía, había obtenido los aplausos de crítica y público con la película Un retazo de azul tres años antes. Asimismo, el reparto de El Mago estaba encabezado por Michael Caine, Anthony Quinn, Candice Bergen y Anna Karina (estrella e icono de la ‘nouvelle vague’). Además, Fowles era un escritor consagrado cuya primera novela, El coleccionista, también había saltado a la gran pantalla y había conseguido tres nominaciones a los Oscar. ¿Qué podría salir mal?
Pues, por lo visto y según las críticas del momento, muchas cosas. El problema principal fue el exceso de ambición por parte de los responsables: condensar un libro de 600 páginas en una película de poco más de una hora no es tarea fácil, sobre todo cuando se trata de una trama llena de complejidades.
El mago (en muy resumidas palabras) está protagonizada por un profesor inglés llamado Nicholas Urfe que llega a una recóndita isla griega para cubrir la vacante de un docente que se quitó la vida. El hecho le resulta muy inquietante y entabla una relación con un mago isleño llamado Maurice Conchis, que le enreda en un juego oscuro del que le resultará muy difícil salir. Esto da lugar a situaciones turbadoras y a subtramas enrevesadas que son complicadas de trasladar a la pantalla con orden y sentido.
La cala del Mago adquiere su nombre por la película
El dramaturgo Josep Ramon Cerdà y el ilustrador y guionista Josep Antoni Mendiola, ambos mallorquines, plasmaron toda esa amalgama de despropósitos en la obra de teatro El mag de la platja (El mago de la playa en castellano) en 2015. El año pasado, ese trabajo se publicó en formato de novela gráfica con el título La peor película del mundo/ La pitjor pel•lícula del món (Disset Edicións).
En ella se cuentan entre otras cosas y de manera ficcionada, las relaciones establecidas entre los actores que no saben muy bien cómo comportarse –de hecho, Candice Bergen declaró tiempo después que no había recibido indicaciones claras sobre qué tenía que hacer– o las trabas del rodaje.
Pero ¿qué tiene que ver Mallorca con esta película que se desarrolla en Grecia? Pues resulta que la mayoría de las escenas que se supone que están rodadas en territorio griego, en realidad lo están en una cala pegada a la playa de Portals Vells, perteneciente al municipio de Calviá. Ahora se llama la cala del Mago, obviamente por su relación con el filme.
El golpe de estado de los coroneles en Grecia (1967) impidió que el rodaje se hiciese en el país, así que se trasladó a Mallorca. Una de las teorías que circulan por la red es que Fowles era fan del escritor Robert Graves, que vivió en Deià durante más de 50 años (su casa pertenece ahora a la Fundació Robert Graves y se puede visitar).
La cosa no está muy clara, pero lo cierto es que hasta los años 70 el régimen de Franco acogió numerosos rodajes de películas extranjeras que dejaban dinero en el país y suponían publicidad orientada al turismo. Paradójicamente, El Mago no se estrenó en España.
Durante años, la cala era uno de los rincones paradisíacos de la isla en los que se podía disfrutar de la tranquilidad, pero ahora ya no es así. Sigue siendo la viva imagen del paraíso, pero los planes de urbanismo han hecho que se pueda aparcar el coche a 200 metros, lo que ha atraído a muchas más personas. Lo mismo ha ocurrido con los yates y otras embarcaciones de recreo.
Está reconocida como playa nudista por el Ayuntamiento y tiene un chiringuito. A quienes no les moleste demasiado estar en un espacio natural rodeado de otras muchas personas, les maravillará el color de sus aguas cristalinas. Los cinéfilos defensores de la película de Guy Green podrán comprobar con sus propios ojos cómo es el escenario en el que Michael Caine y sus compañeros de reparto dieron vida a los personajes de su película de culto.
Carmen López