El agua es indispensable para la vida. La necesitamos los humanos, los animales y el planeta. También es, desde hace siglos, uno de los recursos utilizados para generar energía mecánica que, posteriormente, produciría electricidad.
Este fue el tema principal del #EndesaChallenges al que asistí el pasado fin de semana en Girona: energía y biodiversidad, que nos llevó a adentrarnos a la que posiblemente sea una de las centrales hidroeléctricas más bonitas de España.
Un poco de historia
En la Antigüedad, los molinos aprovechaban la fuerza del agua al descender por el río para hacer girar sus aspas. Un mecanismo que facilitó el trabajo en el campo a los molineros y su ganado, y que han aplicado también numerosos imperios como el romano y el chino.
Este rudimentario sistema ha ido evolucionando a lo largo de los años hasta la llegada de la Revolución Industrial (XVIII), cuando aparecieron las primeras centrales que se encargarían de convertir esa energía mecánica en eléctrica.
Un avance que supuso la aparición de la energía hidráulica, la tercera energía renovable más utilizada en España (14,1%), después de la nuclear (22%) y la eólica (19,2%), según datos de la Red Eléctrica de España (2016).
Es renovable porque, una vez ha sido utilizada, el agua vuelve limpia a su cauce. Una parte también es reutilizada para el sistema de regadíos, favoreciendo así a la agricultura; y otra abastece de agua corriente y potable a las localidades de los alrededores.
La creación de presas también ha permitido regular el caudal de los ríos, para evitar inundaciones o sequías. Y con ellas se han promovido actividades de ocio que han hecho que todo ello forme parte de una economía circular.
En la actualidad, España cuenta con alrededor de 800 centrales hidroeléctricas con tamaños y potencias muy variadas. Aunque estoy convencida de que no todas pueden ser tan bonitas como la de Susqueda (La Selva).
Una central hidroeléctrica de diseño
Lo último que uno se imagina cuando va a visitar una central hidroeléctrica es que su interior pueda ser más sorprendente que el propio funcionamiento. La de Susqueda, en Girona, es una obra de arte que deja con la boca abierta. Para que os hagáis una idea: ese mismo día un grupo de 50 instagramers había pedido permisos para entrar a fotografiar sus interiores.
El responsable de tanta belleza es Arturo Rebollo, un ingeniero y arquitecto catalán –a lo largo de su vida estudió 7 carreras- que logró convertir la presa y central de Susqueda en un lugar colosal donde tanto sus especificaciones técnicas como estéticas están pensadas al mínimo detalle.
La presa, que se comenzó a construir en 1963, tiene forma de bóveda, 135 metros de altura y 360 metros de largo que logran retener hasta 233Hm3 de agua. Para su filtración se levantaron dos torres gemelas que se ubican justo al lado, en la parte del pantano.
Aunque la auténtica belleza la encontramos en el interior de la presa. Según se bajan las escaleras que van desde el inicio del paseo superior que recorre la estructura, uno ya va maravillándose con lo que va encontrando. La escalera de caracol sin eje central nos lleva hasta la sala de columnas hiperbólicas que han sido convertidas en lámparas. Un lugar de admirable belleza, donde guardar la cámara es imposible.
Sólo unos kilómetros más abajo, junto a la carretera, está la central. Un túnel de luces futuristas verdes y naranjas nos recibe como si estuviésemos entrando en una moderna discoteca para llevarnos hasta el hall.
Para Rebollo, además de bonita, su central también tenía que ser funcional. Para ello, en esta primera sala el ingeniero colocó grandes paneles con luz amarilla simulando ventanas, para que los trabajadores no tuvieran la sensación de estar encerrados. Debajo, un grabado de estilo rupestre representa en dibujos cómo fue la construcción de la central.
Desde el centro del hall se puede ver la sala de mandos que, aunque hoy en día el control se realiza desde Lleida, aún conserva los antiguos paneles. En la parte trasera del edificio se escucha un ensordecedor ruido que se va intensificando según nos acercamos. Es la zona donde están las turbinas.
En ambos edificios, Rebollo ha conseguido un diseño poco común de la ingeniería eléctrica que contrasta bastante con la imagen que uno se puede hacer previamente de una central.
La central hidroeléctrica de Susqueda se puso en funcionamiento en 1967. Está situada en la cuenca del río Ter, donde en la parte superior está la central de Sau (anterior a la de Susqueda) y en la inferior la de Pasteral, más pequeña. Las tres juntas forman parte del sistema que se encarga de abastecer a Girona, la Costa Brava y una pequeña parte de Barcelona.
Se hizo la luz
Aunque Figueres es conocido por Dalí, esta ciudad de Girona cuenta con más lugares de interés, aunque algunos también están relacionados con su familia. Por ejemplo, el Museo de la electricidad, una de nuestras paradas en el #EndesaChallenges que nos permitió descubrir cómo era el alumbrado antiguamente.
El museo fue fundado en 1988 y dispone de más de 500 piezas históricas de la antigua Hidroeléctrica de l´Empordá (1913), que fue absorbida por Endesa en 1999. La razón por la que el pintor volvió a nuestra cabeza es porque, justo a su entrada, aún se conservan los papeles que su padre, que era notario, firmó para la empresa.
En las diferentes vitrinas se pueden ver antiguos artilugios eléctricos, teléfonos, pararrayos, aparatos de medición, lámparas, etc. Además de una de las grandes joyas de la colección: la primera luz de carbono que iluminó la rambla de Figueras a finales del siglo XIX. Al final de la sala también hay una antigua turbina de la central.
El museo está abierto al público, aunque para ello hay que reservar con antelación.
Además de la producción de energía hidráulica, en Girona también tuvimos la ocasión de conocer otros proyectos realizados por Endesa.
A través de una ruta en burricleta, la bicicleta eléctrica que es perfecta para recorrer las zonas rurales, atravesamos el Parque Natural de Aiguamolls de l´Empordá. El objetivo era observar las nuevas cajas nido artificiales que la Asociación d’Amics del Parc Natural dels Aiguamolls de l’Empordà ha colocado -gracias al proyecto Coracias de Endesa- para favorecer la repoblación de la carraca europea.
El número de parejas de esta colorida especie de aves ha descendido notablemente en la zona, por lo que, desde hace unos años, se está trabajando para favorecer su nidificación y conservar su especie.
Laura Fernández