Así es cómo la pobreza se mete en tu cuerpo y en tu cerebro

Escrito por

31.07.2020

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5min. de lectura

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Por wjgomes

La pobreza no es solo una clasificación económica: también afecta de formas muy profundas a la formación del cuerpo y hasta del cerebro, condenando a los pobres a una vida mucho menos humana. Como si la pobreza fuera un virus. Un agente tan tóxico como el humo del tabaco o el veneno en la comida.

Algo que, hasta que no lo conceptualicemos como tal, no asimilaremos hasta qué punto es nuestro deber combatirla, así como es su responsabilidad muchos de los problemas sistémicos de quienes la padecen.

Cambios en el cerebro

Según diversos estudios llevados a cabo por investigadores de la Universidad de Pensilvania y de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), cuanto menor es el estatus socioeconómico de un niño menor de cinco años, menor es también la maduración del lóbulo frontal de su cerebro. Concretamente, esto se traduce en:

  • Niveles más altos de glucocorticoides y más reactiva la respuesta de estos al estrés.
  • Más delgado es el lóbulo frontal y más bajo el metabolismo.
  • Más pobre es la función frontal relacionada con la memoria funcional, la regulación emocional, el control del impulso y la toma ejecutiva de decisiones.

También la pobreza socioeconómica entorpece la maduración del cuerpo calloso, un haz de fibras axonales que conectan los dos hemisferios e integran su función.

En resumen: más tendencia al estrés, menor autocontrol, menos memoria, menos inteligencia. El cóctel perfecto para que uno no solo se enfrente con un sustancial lastre a la hora de cursar una carrera, sino que también es una fuente continua de conflictos: más facilidad para perder el control en una discussión, mayor propensión a cometer crímenes, menos tesón a la hora de llevar a cabo cualquier tarea, etc.

Más toxinas

poor, black, poverty
Por iamharsha_

La pobreza también condena a la persona a recibir mayores dosis de toxinas, lo que también menoscaba su salud y su desarrollo cognitivo y emocional. No solo las toxinas que un feto recibe por parte de un madre gestante que fuma y bebe alcohol (el feto cuya madre fuma durante el embarazo tiene más posibilidades de desarrollar trastorno por déficit de atención e hiperactividad, comportamiento agresivo, impulsividad, problemas de lenguaje y de atención), sino también toxinas ambientales, como una mayor exposición al plomo (lo que tiene una fuerte correlación con vivir en un vecindario pobre).

Tal y como escribe Robert Sapolsky, neurobiólogo de la Universidad de Stanford, en su libro Compórtate:

«De este modo, la adversidad vivida en la infancia puede atrofiar y mitigar el funcionamiento del hipocampo y del lóbulo frontal. Pero ocurre lo contrario con la amígdala (si sufres un montón de adversidades la amígdala se vuelve más grande e hiperrreactiva). Una consecuencia es el aumento del riesgo de padecer trastornos de ansiedad.»

Robert Sapolsky

El estrés maternal también afecta a los futuros bebés por diversas vías. La gente estresada tiene dietas menos saludables y consume más sustancias adictivas. Si se dispone de escaso poder adquisitivo, la dieta es también más calórica y menos saludable. Todo esto altera la presión sanguínea de la madre y sus defensas inmunológicas, lo que influirá en el desarrollo del feto.

Dicho de otro modo: las madres pobres arrastran un hándicap neurobioquímico que acaban heredando sus hijos. Todas la generaciones nacen con las mismas malas cartas para jugar en la vida.

Pobreza
por Chronomarchie

Todas las experiencias vividas durante la gestación y la infancia, en definitiva, tienen respuestas hormonales que producen cambios epigenéticos sobre los genes relacionados con el Factor neurotrófico derivado del cerebro o FNDC, con el sistema de la oxitocina y la vasopresina, y con la sensibilidad al estrógeno. Efectos epigenéticos que tendrán un impacto significativo en la cognición, la personalidad, la emocionalidad y con la salud psiquiátrica en resto de la vida. Porque la pobreza, literalmente, se mete en la piel y obra efectos epigenéticos en cientos o miles de genes.

Afortunadamente, cada vez somos menos pobres en términos generales (ya sea porque aumenta el poder adquisitivo, ya sea porque podemos acceder a más bienes y servicios por menos dinero), lo que también explicaría el espectacular descenso de homicidios casi a nivel mundial.

En solo 200 años, el 95 por ciento de la humanidad vivía en la pobreza extrema. Actualmente, estamos alrededor del 10 por ciento de pobres extremos. Si continuamos con esta tendencia, pandemia mediante, es probable que en solo necesitemos otros diez años, quizá veinte, para que desaparezca la pobreza extrema. En 2015, se quiso ir más lejos, y la ONU propuso acabar con la pobreza extrema para todo el mundo en todas las partes en el año 2030. Solo faltan doce años para lograrlo, y los más optimistas señalan que lo haremos incluso antes, hacia el año 2026.

La pobreza extrema no es toda la pobreza. Todavía quedarán muchos niveles de pobreza que mejorar. Y, además, es probable que experimentemos fluctuaciones. Por ejemplo, según el informe del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo 2018 que elabora la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el hambre ha crecido en 2017 por tercer año consecutivo y todavía afecta a 821 millones de personas (una de cada nueve).

Pero, sin duda, es una buena noticia que en términos generales haya cada vez menos pobres extremos. Habida cuenta de que la pobreza es una losa para la humanidad. Cada gramo que le quitemos a esa losa nos encamina hacia una sociedad más justa, más saludable y, sobre todo, más pacífica.

Sergio Parra

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Comentarios

  1. Francesca 4 de agosto de 2020 a las 07:17 - Responder

    Me da que pensar que este articulo se escribió hace tiempo, antes de la aparición de la actual pandemia del Covid 19 pues lo que nos va a llevar esta es un aumento bestial de la pobreza con todas sus consecuencias de malnutrición, enfermedades psíquicas y violencia. Ojalá lo que digo no sea cierto…

  2. Jose 4 de agosto de 2020 a las 13:13 - Responder

    Desgraciadamente Doña Francesca está en lo cierto y lo que creo que es peor que va a agudizar más las distancias y diferencias sociales perdurando en el tiempo.
    A mi también me gustaría estar equivocado.
    Saludos.

  3. Chris 4 de agosto de 2020 a las 19:19 - Responder

    Gracias por ese articulo🙏! Es lamentable que los paises desarrollados no se preocupan por sus ciudadanos en especial los niños y los envejecientes😟? Como es posibles que hayan tantas corrupción en los gobiernos😠? Los niños son el futuros de mañana si se alimentasen bien y educaran bien😥. Se gastan trillones de dineros en armamentos bélicos. Tambien se gastan billones en enviar naves espaciales a otros planetas buscando vidas😠? Cuando allá en el espacio no hay vidas algunas. La vida está aqui en el planeta tierra. Asi que deberian gastar todos esos billones y trillones en las vidas de los niños pobres y los envejecientes. Los envejecientes son columnas de apoyos en nuestras socuedad. Gracias,Munziotti

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